Las manifestaciones suelen ser aburridas. O, digamos, previsibles. Uno intuye cómo empiezan, qué ocurre durante y cómo terminan. Es cierto que, de vez en cuando, en el colofón final se cuela algún espectáculo pirotécnico seguido de un baile de antidisturbios coreografiado. Pero, por lo general, no ocurre nada llamativo. Lo malo de los finales violentos es que los medios de comunicación les ceden todo el protagonismo, y la manifestación en sí —su mensaje, su objetivo— se diluye entre porrazos y cristales rotos.
Hace unos años, un grupo de profesionales de la imagen decidió cambiar el guion de la lucha social a través de una metodología innovadora, que atrajera a más gente, que divirtiera al personal y que impactara más y más fuerte sobre los medios de comunicación, sin necesidad de romper nada. Seguramente les habréis visto por la tele, porque sus acciones son auténticas golosinas para los jefes de informativos. Gracias al colectivo Enmedio las manifestaciones han dejado de ser aburridas.
Son fotógrafas, diseñadores, cineastas, artistas que un buen día salieron de sus estudios para aportar su punto de vista artístico en la acción política, experimentando con imágenes e intervenciones capaces de explicar que el relato oficial del mundo no es el único. Meten el dedo en la herida con toda la mala leche de la que son capaces, son irónicos, originales y trabajan codo con codo con la sociedad civil, huyendo de los tópicos de la lucha social e intentando que la protesta tenga en su esencia un componente lúdico.
Leónidas Martín es uno de los miembros de Enmedio y la semana pasada estuvo dando una charla organizada por el FAD de Barcelona en el marco del ciclo Diseño y transformación social. Este artista, activista y profesor en la Universidad de Barcelona fundó el colectivo junto a otros colegas en 2007, pero los primeros pasos de su particular lucha social se remontan a hace más de una década. «Hoy, uno casi que está obligado a ser un activista, pero hace años no», explicaba Leónidas sobre los orígenes de Enmedio. «Al principio éramos cuatro gatos sin fuerza y nos preguntamos: ¿qué podemos hacer?». Empezaron a explorar la potencia transformadora de las imágenes y los relatos bebiendo de lo que la gente pensaba, usando artilugios, eslóganes y toda la fuerza de los videos virales en internet. Así es como nacieron, por ejemplo, los trajes Prêt à Revolter.
Corría el año 2000 y el FMI y el Banco Mundial se reunían en Barcelona. La presencia policial y el anuncio de manifestaciones en contra de la reunión auguraban violencia. Así que decidieron rebajar la tensión con un diseño de trajes hechos con material reciclado, y que, además de ser llamativos, protegieran de los palos. El proyecto Prêt à Revolter debía autoconstruir la imagen del activista y, a la vez, materializar en un diseño de moda algunas de las tácticas y prácticas empleadas para la acción directa y la desobediencia civil. «Era feo, pero funcionaba. Buscábamos trajes que protegieran de los palos, pero que a la vez modificaran la imagen típica del activista». La policía esperaba tipos de negro, con capuchas, agresivos… y se encontraron con una legión de «alegres y horteras», en palabras del propio Leónidas.
Otro ejemplo. En 2006, en plena época de burbuja inmobiliaria, en España los bancos se inventaron las hipotecas a 40 años. La gente empezó a movilizarse y se organizaron sentadas en plazas de todo el país. «Nosotros nos dijimos: ¿qué podemos hacer para influir todavía más en la opinión pública? Empezamos a preguntarle a la gente qué frase oía más en su entorno cuando hablaban del tema de la vivienda. Y esa frase era ‘no vas a tener una casa en tu puta vida’». Ya tenían el eslogan. Después, diseñaron un cartel con las medidas óptimas para inundar Barcelona de un grito llamado a agitar mentes contra el precio de la vivienda y la especulación.
Y funcionó. «Funcionó mucho. Habíamos llamado a los del récord Guinness para que vinieran, pero nos dijeron que no, que lo veían un poco… raro. Lo hicimos igualmente». El día 6 de octubre de 2007 se batió el record mundial de gente gritando ‘no vas a tener una casa en tu puta vida’ (sí, suena muy loco). Miles de personas gritaron a la vez desde varias ciudades de España. La intensidad quedó registrada a través de un medidor interactivo denominado ‘Putómetro’, que marcaba a tiempo real el nivel de cabreo del grito.
A lo largo de estos últimos años, el colectivo ha participado activamente en otras acciones reivindicativas, como el proyecto «Sí se puede pero no quieren», diseñado para apoyar la Iniciativa Legislativa Popular contra los desahucios, o las acciones ‘España: campeones del paro’, ‘La Bolsa o la Vida’, ‘Cierra Bankia’ y ‘Reflectantes contra el mal’. Esta última es, seguramente, una de las que más repercusión mediática ha tenido debido a lo llamativo del diseño de los artilugios. «Creamos unas herramientas para impedir o dificultar que la policía grabara, como los ‘rayos reflectantes’ o ‘el infalible inflable’. El objetivo es señalar al mal, además de hacer que la gente se lo pase bien en las manis». Ataviados con su kit contra el mal, los ‘Reflectantes’ se definen como:
«Gente corriente, personas de la calle como tú y como aquel, como el 99% de la población. Por otra parte, superpoderes, lo que se dice superpoderes, tampoco tenemos».
Pese a no ser realmente un superpoder, el ‘Infalible Inflable’ es lo que más se le parece. Consiste en un enorme cubo reflectante relleno de aire y está diseñado tanto para entretener como para detener las cargas policiales. El ‘Infalible Inflable’ ya se ha usado, y además de convertirse en centro de atención para los medios gráficos, tiene la capacidad de lograr desconcertar a los policías. «No saben muy bien cómo reaccionar ante el cubo», explicaba Leónidas. «De primeras nos lo volvieron a tirar y se formó un pimpón muy divertido, lo cual es mejor que pegar palos».
La cooperación, la capacitación y la formación son la esencia de este colectivo, cuyo objetivo final pasa por la lucha contra los abusos financieros y la creación de una cultura que se aleja de la obsesión por competir. El diseño y las artes aportan, así, su granito, y lo hacen con humor, creatividad… y mala hostia.
Fotos: leodecerca bajo licencia CC