El año pasado se estrenó Pleasure, una película dirigida por Ninja Thyberg y protagonizada por Sofia Kappel, que interpreta a una chica sueca de 19 años que decide viajar a Los Ángeles para probar suerte en el mundo del porno. Junto a ella asistimos a la áspera realidad presente en la meca de la industria del cine para adultos que tantos millones de personas consumen a través de internet.
A pesar de ser una ficción, muchos expertos han coincidido en que el retrato dibujado por Thyberg es, por desgracia, totalmente verídico y que incluso que se queda corto en algunos aspectos. Frente a nosotros desfilan las miserias, el juego entre explotados y explotadores, y los abusos normalizados. Todo en el marco de una profesionalidad extrema y deshumanizadora que parecen ser la norma general en ese negocio.
Desde hace años, la directora de porno Erika Lust y sus colaboradores trabajan para cambiar esto. Aunque la situación en nuestro país quizá no puede compararse a la de Estados Unidos, todavía queda mucho por hacer por convertir la industria del porno en un lugar un poco más humano y respetuoso.
Y no cabe duda de que Lust ha sido fundamental en la introducción de la mirada femenina y la ética en las temáticas y en el proceso de producción del porno en nuestro país.
Sus películas se alejan del cine para adultos convencional gracias a su atención a la diversidad de cuerpos, edades, razas, sexualidades y géneros. Lust busca cambiar la industria desde dentro, realizando sus producciones de forma más humana, más respetuosa con los actores y con todo el equipo implicado.
«Resulta difícil trabajar con gente en esta industria que respete tanto la figura de la mujer y que se preocupe tanto por el bienestar de las actrices y de los actores», afirmó Sylvan, uno de los colaboradores habituales de Erika Lust, en el coloquio que se organizó hace unos días, tras la proyección en el cine Phenomena Experience de Barcelona, de seis de los cortos que Lust ha realizado durante los últimos años.
La proyección, que fue bautizada como Popcorn. A night of Lust, resultó especialmente interesante, en especial dos niveles. Por un lado, se trataba de una celebración del trabajo que Lust y su equipo han realizado a lo largo de los últimos años. Por otro, se trataba de una prueba piloto para averiguar si era posible llevar con éxito el porno a la gran pantalla de una sala de cine comercial.
Ver porno en el cine es una experiencia por la que muy pocas personas de menos de 50 años han pasado, pero fue todo un éxito de convocatoria. El público barcelonés agotó las casi 500 entradas disponibles, a pesar de que durante la proyección se estaba disputando una de las semifinales de la Copa del Mundo de Fútbol.
Debido al éxito, desde la organización ya han anunciado que tienen como proyecto para el año que viene realizar proyecciones en otras ciudades, tanto en España como en el resto del mundo.
En nuestra sociedad continúan existiendo multitud de estigmas y tabúes relacionados con el sexo, el porno, el trabajo sexual y la industria del cine para adultos. Para acabar con ellos, según declaró la directora, no nos queda otra que «aprender a tratarlos con naturalidad y el respeto necesario para que podamos vivir en una sociedad sexualmente más positiva, donde se fomente la sexualidad en lugar de censurarla».
El hecho de que se exhiban películas porno en un cine comercial, aunque parezca una anécdota, resulta, en realidad, toda una declaración de intenciones, una experiencia cinematográfica compartida que para Lust supuso «volver a la edad de oro del porno, cuando podíamos tener conversaciones abiertas al respecto y disfrutar libremente del poder liberador de la pornografía».