Es usted un fetichista, aunque no lo sepa

23 de noviembre de 2017
23 de noviembre de 2017
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fetiche

Cuando se habla de fetiches se tiende a pensar en algo que se sale de la norma, de lo habitual. Como si tener un fetiche fuera un acto oscuro que hubiera que esconder porque se trata de algo extraño.

Pero, ¿tan raro es fijarse en lo sexis que son unos tacones antes de en la persona que los lleva puestos? ¿Y morderse el labio pensando en lo que sugiere un tatuaje? Incluso, excitarse al tirar a la pareja del pelo mientras se practica sexo o devorar sus genitales cuando los lleva depilados de una forma concreta puede ser un fetiche, aunque desconozcamos su nombre.

Como las palabras son poder, aquí un listado de algunos fetiches que suenan a extraño, pero que quizás no lo sean tanto.

Altocalcifilia

De primeras podría despistar, pero quizás lo de empezar por «alto» da alguna pista. Tal y como relata la sexóloga Judith Viudes, se trata de «un tipo de fetichismo asociado a los zapatos (retifismo), en este caso en concreto a los zapatos de tacón alto. En este fetichismo se obtiene el placer a través de observar unos tacones altos o de llevarlos puestos uno mismo».

Como insiste la experta, «si nos paramos a pensarlo bien, es un fetichismo muy común en nuestra sociedad, y según las estadísticas es mayor entre los hombres». Asimismo, una curiosidad es que «el origen de su nombre viene por el escritor francés Nicolás Edme Restif del s. XVIII, quien se lanzó a hablar por primera vez de forma pública sobre esta inclinación sexual».

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Estigmatofilia

Otro fetiche común, con un nombre igual de poco conocido, es el que se refiere a la atracción por los tatuajes y los piercings, además de por las marcas y cicatrices. Viudes aporta que «los tatuajes no son mera decoración, también hablan de la identidad de la persona que los porta. Y los estigmatofilicos suelen sentirse atraídos por su significado, por lo que representan, por su contenido».

Así, la atracción surge a través de «perforaciones, cicatrices corporales o tatuajes», que los fetichistas disfrutan de observar, tocar, rozar o besar. Aunque a veces, más que la marca, la atracción surge «por el sufrimiento que ha pasado la persona al ser perforada o tatuada, digamos que de alguna forma se empatiza con ello, con el dolor ajeno que representan», sobre todo en el caso de las cicatrices.

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Salofilia

La reacción natural de nuestro cuerpo al ver algo que nos gusta, y queremos meter en nuestra boca, es salivar. Quizás por eso ver a una persona salivar cuando nos mira, puede resultar muy excitante.

«La salofilia es una práctica que consiste en obtener placer sexual a través de los desechos salinos de nuestro cuerpo, como por ejemplo el sudor, la saliva, el semen o el flujo vaginal». Como recuerda la sexóloga, los fluidos son también un factor clave en la excitación durante la relación sexual.

Así recuerda que si en frío quizás no suene tan bien, en el momento sí que las parejas ponen especial interés «usando mucha saliva en prácticas como el sexo oral o la masturbación, disfrutando del olor que desprende la persona sudada durante el sexo o en el sabor y el gozo al intercambiar besos después del sexo oral».

Tricofilia

La psicóloga experta en divulgación sexual, y sobre todo en fetiches, Arola Poch apunta a que «cuando hablamos de fetichismo hacia partes del cuerpo no genitales o primarias respecto a la sexualidad, lo más habitual son los pies y después el cabello, que ocupa una segunda posición».

En concreto, el objeto de fetiche es acariciar, tocar, tirar o jugar con el pelo de la otra persona. «Puede ser desde el contacto visual hasta el tacto del cabello, al peinarlo o acariciarlo, o provenir incluso del olor». ¿Quién no se ha deleitado con el olor al champú nuevo de su pareja en un abrazo? Obviamente, como en todos los fetiches hay grados, y si bien hay personas que se quedan satisfechas con el placer de enredar la mano en los cabellos, hay otros que prefieren «envolver el pene con el cabello y masturbarse, por ejemplo».

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Acomoclitismo

Gran parte de los fetiches surgen por imágenes que han marcado la evolución sexual de esa persona. Algunos de un recuerdo infantil, y otros incluso en la madurez, como puede ser una escena en una película porno. Ejemplo de ello es el fetiche por la depilación genital.

«No me gusta plantear el deseo sexual según modas, pero en el caso del acomoclitismo algo de eso hay, ya que la cultura audiovisual actual muestra como deseables cuerpos depilados totalmente», reflexiona Poch.

Una curiosidad es que también tiene su antagónico. La sexóloga informa de que «en el lado contrario, hay fetichismo hacia zonas con vello, como las axilas sin depilar, por ejemplo».

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Barosmia

No es lo mismo iniciar una relación sexual con alguien que no se ha duchado en dos días que con alguien que se presenta a una cita con un perfume delicioso. Por eso el olfato también puede marcar la forma en la que las personas se sienten atraídas, feromonas aparte.

«El olfato, como todos los sentidos, es fundamental en las relaciones eróticas. Es un sentido definitivo porque puede tener consecuencias muy positivas (atracción) pero también muy negativas (rechazo ante un mal olor). Además está altamente relacionado con lo emocional: los olores nos traen rápidamente recuerdos y nos provocan emociones», argumenta la psicóloga.

Una peculiaridad es sentirse atraído no solo por el olor de esa persona, sino por los objetos que ha usado, como ocurre con las prendas íntimas.

Arola Poch considera que «se manifiesta bastante bien la idea de que todos podemos tener algo de fetichistas dentro, ya que quién no se ha sentido atraído alguna vez el olor de alguien».

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