Lo estamos viendo en nuestro día a día. La tecnología está acaparando cada vez más esferas de la vida. Y el trabajo no se podía quedar atrás. Tanto es así que para 2025 se espera que ochenta y cinco millones de empleos se automaticen en todo el mundo. Y, en España, se estima que podría afectar a la mitad de puestos, por lo que el terreno laboral tendrá que cambiar radicalmente.
Pero ¿estamos preparados para este reto? ¿Tenemos información y conocimientos suficientes? Lucía Velasco, economista experta en el impacto de la tecnología en la sociedad, responde a estas preguntas en su ensayo ¿Te va a sustituir un algoritmo? El futuro del trabajo en España (Turner) y propone una serie de soluciones para que la transición sea justa con todos.
Dices en el libro que en cinco años habrá 85 millones de empleos desplazados en todo el mundo. ¿Cuáles serán los más afectados?
Esta es la predicción que hace el Foro Económico Mundial a nivel global para ese año. Aunque siempre es difícil adivinar, parece claro que los algoritmos terminarán haciendo los trabajos más repetitivos, en muchos casos de cualificación media y con poca improvisación. Es decir, aquellos más mecánicos. Un ejemplo claro que podemos ver ya son las cajeras, que han sido sustituidas por cajas automáticas de autocobro, o muchas de las tareas de atención al cliente que hacen chatbots.
También todo lo que es contabilidad, venta telefónica o incluso trabajos peligrosos en los que se puedan sustituir personas por máquinas. Podemos seguir con operarios de almacenes de logística, personal administrativo, secretariado… la lista es larga.
Lo importante es comprender que muchas de las tareas que hacen las personas trabajadoras se van a ver alteradas por la irrupción de la tecnología. Un cambio que implica desde el personal sanitario (por ejemplo, radiología) hasta la abogacía, aunque claramente el porcentaje de automatización de cada trabajo va a ser diferente dependiendo de su complejidad.
Hasta la fecha, en algunas empresas no se está utilizando la inteligencia artificial para ayudar al trabajador, sino más bien al revés. Prueba de ello es cómo funcionan los almacenes de Amazon o el uso de algoritmos en procesos de selección.
El problema no es tanto el uso de la inteligencia artificial per se, sino el tipo de uso que se hace de ella.
Es decir, tú puedes utilizarla para evitar que una persona haga recorridos más largos en un almacén o que no tenga que hacer esfuerzos físicos si tiene menos fuerza asignando automáticamente una serie de tareas en función de sus características físicas; o puedes usarla para vigilar y controlar a las personas trabajadoras y limitar cuánto tiempo pueden estar quietas.
Depende también de si tienes implementado algún tipo de sistema ético y de auditoría en relación con los algoritmos.
Respecto a la precariedad, pasa lo mismo. ¿Son los responsables de esta?
La precariedad no la traen los algoritmos, la trae el empresariado que decide contratar precario y tirar de falsos autónomos porque sabe que la gente necesita trabajar. La responsabilidad no es del algoritmo, como se nos quiere hacer creer.
Es cierto que, si en algunos casos y gracias a la tecnología, una persona puede hacer el trabajo que antes hacían varias, hay que crear nuevos empleos para las personas que ya no son necesarias en ese trabajo.
Pero estos nuevos trabajos —ya seguramente parte de la economía digital (que es donde se van a crear la mayoría)— deben ser trabajos dignos y de calidad porque, si no, estamos condenando a la sociedad a la pobreza laboral, y eso va en contra de nuestro propio sistema democrático.
Un proceso, el de introducir inteligencia artificial en el trabajo, que con la pandemia se aceleró mucho.
En general, la digitalización se ha acelerado con la pandemia porque no ha quedado otro remedio. Algo que ha provocado que se rompan muchas barreras culturales que limitaban la adopción tecnológica en las organizaciones.
Tanto en los entornos profesionales como en la sociedad, no somos las mismas personas en términos digitales que hace un par de años. Todo se ha acelerado y también los miedos de la población. Más de la mitad de los españoles piensa que la automatización traerá más paro. Debemos ocuparnos de esta percepción.
Esto, junto con el empujón que se dio anteriormente, hizo que no nos hayamos podido adaptar.
No comparto la idea de que no nos hemos podido adaptar, al contrario. Creo que hemos desarrollado competencias digitales de manera autodidacta en tiempo récord. Lo que creo que aún no hemos terminado de preparar es el sistema para el cambio social.
El mercado laboral va a vivir una transición digital que va a desplazar a muchas personas por la tecnología. Y, para afrontarlo bien, es necesario que incluyamos formación digital, pero también planes de contingencia y nuevos sistemas de protección social ante nuevas realidades laborales y vitales.
Tenemos que evitar que las personas sientan ansiedad tecnológica o se queden descolgadas.
Aun así, sostienes que pueden traer cosas buenas. ¿Hacia dónde tenemos que dirigirnos para que así sea? ¿Cómo debemos de adaptarnos?
El único camino es el desarrollo de una tecnología al servicio de las personas, transparente y ética que esté basada en nuestros valores democráticos y que nos anteponga a los seres humanos a cualquier otra consideración.
No se puede digitalizar sin pensar en los sujetos de esa digitalización considerando solo criterios de eficiencia económica.
No puede faltar la cohesión de los trabajadores y los sindicatos, sobre todo en este mundo cada vez más atomizado.
Los sindicatos tienen que hacer un proceso de modernización para entrar en la economía digital y defender los derechos de todo ese colectivo, que es muy diferente al de la economía tradicional.
La economía digital individualiza mucho la relación laboral con el empleador para debilitar la fuerza de la unión. Pero también abusa de la falta de reglas claras en espacios digitales transnacionales o de la dificultad de controlar que se cumplen las que ya existen.
También dices que, si todo sigue igual, las mujeres van a ser quienes más complicado lo tengan, al menos a corto plazo. ¿Por qué y cómo se puede revertir la situación?
Para empezar, siendo obsesivos con recopilar datos sobre las mujeres y sobre cómo viven el cambio digital. El riesgo de automatización de sus trabajos es mayor por la vulnerabilidad que seguimos arrastrando en el mercado laboral y es necesario que no se dé ni un paso atrás en los derechos que hemos conseguido. Que no nos vuelvan a meter en casa.
Para seguir, porque no estamos participando en el diseño de la tecnología ni en el empleo tecnológico y, por tanto, nuestro punto de vista está siendo excluido de la revolución digital. Según el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad en Brecha digital de género, solo el 5,7% de las empresas emplea a mujeres especialistas en tecnología; un sector al que solo se dedica el 1,6% de las trabajadoras.
Solo el 0,5% de las niñas de 15 años de los países de la OCDE se plantea profesiones en el ámbito de las tecnologías digitales. Siendo la mitad de la población esto es extremadamente preocupante.