Familia 2.0

21 de abril de 2014
21 de abril de 2014
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Con el término «familia» está empezando a suceder algo preocupante, y es que se asocia a un cierto posicionamiento ideológico. Hoy día decir que se defiende a la familia automáticamente se vincula a que somos católicos, apostólicos y romanos. Aún estamos a tiempo. Seamos creativos. No permitamos que una palabra tan hermosa también sea politizada; la tecnología puede ayudarnos en esa tarea.
¿Qué demonios es una familia? Cuando veíamos películas como La gran familia (Fernando Palacios, 1962) o la edulcorada (pero irremediablemente gozosa) Qué bello es vivir (Frank Capra, 1946) la gente se marcaba ese modelo a seguir, y cualquier desviación devenía en frustración o sensación de fracaso.
A Jeremy Irons, enorme actor que conocimos en esa serie mítica, Retorno a Brideshead, donde por cierto interpretaba a un homosexual no confesado junto al otro actor Anthony Andrews (que ya protagonizara Cabaret, con Liza Minelli) le ha caído la del pulpo. ¿La razón? Decir de manera irónica que con la próxima ley un padre podrá casarse con su hijo para evitar pagar el impuesto de sucesiones. ¿En la tierra de Stephen Fry? ¡Eso nunca debería ser motivo de reprobación!
La corrección política da cada vez más asco.
Una familia debería ser lo que a uno o más individuos le diera la gana que fuera, no lo que un funcionario decida en su horario de ocho a tres.
Por ejemplo, padre y madre que se mudan a casa de su hijo mediano (casado y con dos hijos) porque el pequeño no pudo seguir pagando la hipoteca que ellos avalaron con la casa familiar.
Por ejemplo, dos gays y su amiga bisexual que reparte amor entre los dos… y su pareja.
Por ejemplo, usted y un sistema operativo que se adapta a todas sus necesidades emocionales (Sí, me refiero a la película Her, que estrenó Spike Jonze hace unos meses, y que me ha causado gran zozobra al respecto).
Por ejemplo, tres divorciados, expoliados por el juzgado de lo social, que comparten piso en Lavapiés y nunca se sintieron tan apoyados en ningún hogar como el que tienen ahora; modesto pero solidario.
Por ejemplo, dos amigas cuyos matrimonios se rompieron y que han de sacar adelante a sus hijos, y ahora viven todos juntos en la casa de la madre de una de ellas, septuagenaria, generosa, viuda, con pensión y feliz (aunque amargamente) de estar rodeada de tanta vida.
Por ejemplo, dos mujeres que se aman y que han decidido utilizar un vientre de alquiler en EE UU (en España no es legal) y resulta que han tenido mellizos. Y han de sufrir un calvario judicial y social para que esos niños sean reconocidos como ciudadanos de pleno derecho.
Por ejemplo, un grupo de amigos y amigas singles y solitarios que se reúnen una o dos veces por semana, y que no tienen a nadie más a quien recurrir, y que cultivan esta nueva relación plural como si fuera la última de sus vidas (porque quizá lo es).
O por ejemplo usted, su gato y su iPhone 5.
La irrupción en nuestros hogares de dispositivos dotados de inteligencia artificial se irá produciendo de manera progresiva, pero dará lugar a nuevos modelos familiares que harán obsoleto el debate acerca del género o la orientación sexual de los integrantes.
La compañía iRobot Corp, que comercializa entre otros dispositivos el aspirador Roomba, ha constatado que sus robots domésticos se convierten en parte de la familia, son bautizados con nombres propios, queridos por los niños, etc. Por eso, en los planes de iRobot está el desarrollo de verdaderos miembros familiares, con distintas atribuciones (limpieza, afecto, cuidados médicos, compañía… y por supuesto sexo).
En la época del NODO el régimen felicitaba a las familias numerosas (tipo Ruiz Mateos) y les otorgaba privilegios tan romos como mediáticos. Pero esas amables postales seráficas solían terminar con amargos reproches en las antesalas de las notarías por disputas relacionadas con la herencia cuando fallecía el patriarca (nunca la matriarca).
La familia 2.0 debería ser un concepto jurídicamente muy amplio y emocionalmente infinito. Y disponible para todos los dispositivos iOS y Android.
Se lo digo yo, que vivo solo.

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