Hay pocas cosas más tristes que un parque acuático abandonado. En España y Portugal, por lo visto, abundan. Han quedado relegados a la irrelevancia. Monumentos inertes que se alzan donde antes había diversión y risas. Y agua. Porque la península ibérica es el territorio europeo que se verá más afectado por el cambio climático. Y sus principales efectos llegarán, precisamente, por la falta del líquido elemento.
Esos son los puntos de partida de Fin de Temporada, un proyecto realizado por las arquitectas Leonor Martín y Aida Navarro en el que han buscado parques acuáticos (o lo que queda de ellos) abandonados por toda la península. La idea surgió de «una lista inesperadamente larga de parques acuáticos abandonados en España y Portugal» y de una retahíla de estudios que avisaban de que el futuro estrés hídrico de España estará muy por encima de la media europea.
EL PROBLEMA DEL AGUA
«Queríamos hablar del problema del agua», dice Leonor Martín, y «vimos estas ruinas como el escenario perfecto para una película a camino entre el documental y la ficción». Martín escribe y dirige un documental en el «que los vestigios de estas construcciones hablan por sí solos y parece que nos están mostrando un futuro no muy lejano en el que disfrutar de un parque acuático (o una piscina) con agua sea algo prácticamente imposible».
Porque el del agua es un problema real, y los parques acuáticos «consumen grandes cantidades de agua que, cada vez que termina una temporada estival, es desechada para garantizar el mantenimiento de las instalaciones».
El resultado es una exposición que estará del 16 al 18 de junio en el Espacio Lahipoteca de Madrid. Pero también un documental y una publicación en papel.
Por supuesto, en el proyecto el agua, en realidad, brilla por su ausencia, y son los parques acuáticos los que se erigen en verdaderos protagonistas de la reflexión. Para Leonor Martín, parte de la fascinación con los lugares abandonados nace de su condición de «espacios sorprendentes» con capacidad para despertar la imaginación. «Entrar en una ruina te hace preguntarte automáticamente sobre lo que allí ocurriría cuando el edificio estaba en pie, en uso».
HEDONISMOS IBÉRICOS TRASNOCHADOS
El caso de los parques acuáticos, además, comporta un contraste importante. Son lugares destinados al disfrute. Templos a ese hedonismo ligeramente trasnochado pero tan característicamente humano, que interpone el placer propio a las responsabilidades para con todo lo demás. Cuentan las autoras del proyecto que, al buscar los parques y visitarlos, en muchas ocasiones acababan sorprendidas de lo cerca que estaban del mar.
Los parques acuáticos abandonados nos enfrentan, además, a una realidad incontestable: todo termina decayendo. Así, «un lugar concebido para la diversión y el ocio, para ser vivido, sobre todo, por jóvenes, devuelve una imagen casi terrorífica cuando queda en el abandono». Para Martín, el declive de los parque acuáticos se presenta como «si algo catastrófico hubiera ocurrido allí que hubiera conseguido acallar las risas y el griterío».
Así, el número de lugares que pueblan la lista de 41 parques acuáticos abandonados ilumina una realidad difícil. Según cuenta, si devolviésemos el agua a los 41 parques abandonados, «requerirían más de 145 millones de litros». Pero es que, además, los que siguen en activo, «usan cerca de 300 millones de litros». Y el gran problema surge cuando un gasto semejante de agua se combina con el hecho de que están en medio «de un millón de hectáreas al borde de la desertificación».
A todo eso se suma que es un uso del agua tremendamente ineficiente. El agua que se utiliza para llenar las piscinas, que de por sí presenta «pérdidas por evaporación y filtración» cuando se termina el verano, «es desechada para garantizar el mantenimiento de las instalaciones». Y esa es la realidad en uno de los territorios más amenazados por la sequía y con el mayor porcentaje de superficie amenazada por la desertificación de toda la Unión Europea.
Por supuesto, a pesar de la irracionalidad ibérica que refleja el enorme número de parques acuáticos abandonados que hay en la península, para Leonor Martín y Aída Navarro se trata de una situación de la que se puede aprender. «Una ruina nos está diciendo muchas cosas y, en la mayoría de los casos nos suele hablar de decisiones mal tomadas». Algunas de las conclusiones se refieren a cómo podríamos recuperar los espacios que en su momento se dedicaron a la diversión estival.
Otras, pueden servir para desarrollar proyectos como este. Fin de Temporada puede visitarse hasta el domingo 18 en el Espacio Lahipoteca en Madrid.