«Hola. Me llamo Timothy Morton y he sido nombrado ministro del futuro por la buena gente del CCCB». La presentación tiene un aire de fantasía distópica y el atuendo de Morton, camiseta plateada, chaleco acolchado metalizado, no hacen sino reforzar la idea. A su alrededor varios carteles nos sitúan en un momento preocupante. «Después del fin del mundo».
El chaleco acolchado de Timothy Morton es más decorativo que necesario, y este es el detalle más inquietante de todos. Estamos a 24 de octubre y la temperatura escala hasta los 23 grados en Barcelona. «No hace falta que expliquemos que la situación que estamos viviendo es alarmante», asevera José Luís de Vicente, comisario de la exposición Después del fin del mundo, del CCCB.
[pullquote ]La idea del ministro del futuro nos vino a la mente como una figura que velara por el porvenir de aquellos que hoy no pueden hablar, porque son demasiado pequeños o aún no han nacido[/pullquote]
De Vicente no se pierde en datos alarmistas y se limita a hacer una breve introducción de lo que estamos a punto de ver. Pero antes de nada, presenta a la extravagante autoridad que está a su lado. «La idea del ministro del futuro nos vino a la mente como una figura que velara por el porvenir de aquellos que hoy no pueden hablar, porque son demasiado pequeños o aún no han nacido».
Timothy Morton parecía ser el candidato perfecto para este puesto ficticio. Este filósofo inglés es el autor del concepto «Dark Ecology» y propone repensar la visión de la ecología, el antropocentrismo y el arte; conceptos todos ellos sobre los que bascula Después del fin del mundo. Morton sirve de hilo conductor de esta exposición. Un holograma, vídeo o proyección suya da la bienvenida al visitante en cada una de las salas que la componen. Su voz va dando forma a un relato con elementos de ensayo espacial, teatro, periodismo, arte y ciencia ficción. Si esto fuera una obra podríamos decir que consta de ocho actos. Serían los siguientes.
1) Piénsate como un planeta
«El 50% del ADN de tu cuerpo no es ADN humano. Considera lo que esto implica». Con esta inquietante afirmación comienza el viaje por el planeta Antropoceno, una nueva era geológica (anunciada y debatida por geólogos y filósofos) en la que la superficie terrestre ha cambiado significativamente a manos de la acción humana. La cita es de Kim Stanley Robinson, el prestigioso autor de ciencia ficción, autor de la trilogía Mars. Sin embargo, para el prólogo en forma de vídeo que abre esta exposición, Stanley no ha tenido que tirar de un futuro incierto. Su instalación anima al espectador a hacer un ejercicio de empatía planetaria y ponerse en la piel del mundo que habitamos. Teóricamente no es algo muy difícil, como él mismo dice, «cuando respiras el mundo entra y sale de ti».
2)Las cicatrices de la tierra
Un conjunto de fotografías enormes forman círculos concéntricos creando un laberinto satinado. Forman parte de Daily Overview, un proyecto multiplataforma que recopila impresionantes imágenes de la tierra captadas desde distintos satélites. Llegando al centro de la instalación, las fotografías se van estilizando y acaban siendo altas y delgadas como columnas. Allí se encuentra Benjamin Grant, autor de este proyecto. Grant explica que las fotografías se dividen en seis secciones: residuos, extracción, urbanización, energía, logística y cosecha.
[pullquote ]La idea es mostrar cosas negativas desde la belleza, hacer que la gente se preocupe a través del arte[/pullquote]
«La idea», explica, «es mostrar cosas negativas desde la belleza, hacer que la gente se preocupe a través del arte». Cuando se le pide que elija una foto, Grant se desplaza entre las imágenes gigantes hasta situarse ante una que refleja el mar de plástico de Almería. «Esto es algo en lo que nunca piensas cuando te comes una fruta o una verdura», explica, «pero de aquí es de donde viene. Lo que hemos hecho es alejar el zoom para mostrar la fuente, mostrar la realidad de la nueva piel de la Tierra».
3) Ríos de colores
Nos adentramos en una estancia lúgubre. El ritmo machacón de las máquinas de coser tiene un efecto narcótico y sincopado. En la pared, varios vídeos muestran una escena onírica. Una mujer con un vaporoso vestido dorado se mueve a cámara lenta entre fábricas asiáticas. La imagen se refleja en el suelo, recubierto por una película de agua roja. Nos desplazamos por un pasillo que parece flotar entre este río colorado y conocemos a Kate Davies y Liam Young, autores de Unknown Fields Division.
Este estudio nómada de investigación y diseño se ha realizado a lo largo de una década, recorriendo los países productores de la llamada fast fashion y los paisajes que acusan sus excesos. La finalidad de Davies y Young es mostrar, de una forma diferente, una realidad que de algún modo conocemos, pero que ignoramos. En lugar de apostar por la dramatización (la realidad ya es dramática de por sí), estos dos investigadores muestran la cara más cruda de la moda a través del ensayo y el arte.
4) El mercado de la arena
La arena se compra. Se estima que cada año, el tráfico mundial de este material es de cerca de 18.000 millones de toneladas, una cantidad que multiplica por seis el consumo de petróleo. Entre todos los compradores hay un pequeño país que destaca entre los demás. «Singapur compra el 13% de arena del mercado mundial», explica Charles Lim. Este artista, antiguo regatista olímpico de Singapur, expone en el CCCB su proyecto Estado de mar.
[pullquote ]La finalidad de Davies y Young es mostrar, de una forma diferente, una realidad que de algún modo conocemos, pero que ignoramos[/pullquote]
Lim analiza, a través de mapas, cartas marítimas y vídeos, cómo una de las mayores potencias financieras del mundo lleva robando espacio al mar desde hace décadas. El 30% de su superficie se ha construido de forma artificial, utilizando arena de países vecinos. En los últimos años han desaparecido 24 pequeñas islas del litoral de Indonesia y Greenpeace alerta de que más de 83 podrían ser engullidas por el mar en la próxima década debido al tráfico, legal e ilegal, de arena. La tierra desaparece, y no solo por la subida del nivel del mar.
5) Hombres vs. medusas
Nos adentramos en una obra de teatro documental interactivo. Suena bastante experimental, pero resulta accesible y entretenido. La alemana Rimini Protokoll desarrolla en esta instalación una reflexión sobre las especies ganadoras y perdedoras en la crisis climática. Enfrenta al espectador con su reflejo en un espejo que paulatinamente da paso a un acuario de medusas. Y le abruma con una situación nada optimista. La subida de la temperatura del agua, la sobrepesca y los residuos de plástico vertidos al mar han creado el caldo de cultivo para estos invertebrados, liberándolos de depredadores. En un mundo cambiante hay especies que serán diezmadas. Y otras que prosperarán.
6) Un huerto en el salón, la casa del futuro
Entramos en una casa del 2050. En la cocina, la radio no deja de dar noticias catastrofistas sobre el cambio climático. En las estanterías no hay bolsas de comida, sino plantas y botes de conserva casera. En las neveras no hay carne y pescado, sino cultivos para hacer crecer hongos. Sobre una mesa descansa el pellejo de un zorro, el único animal que los habitantes de este apartamento han podido cazar últimamente. Anab Jain y Jon Ardern nos dan la bienvenida al apartamento del futuro.
Estos dos artistas son los componentes de Superflux, un estudio de diseño especulativo que crea historias para enfrentar al espectador con la realidad del presente para que valore la inestabilidad del futuro. Un dato a tener en cuenta: todos los artefactos y el atrezzo de esta casa (menos el zorro desollado) son auténticos y hechos por ellos.
7) ¿Vivirías en una burbuja en el cielo?
El 9 de mayo de 2013 la concentración de CO2 en el aire superó las 400 partes por millón. Lo hizo por primera vez desde hace cuatro millones de años, cuando el ser humano aún no existía. A partir de este alarmante dato, el artista Tomás Saraceno compone Aeroceno, una instalación que reimagina nuestra relación con la atmósfera valiéndose de especulación artística, arquitectura, astrofísica e ingeniería.
Saraceno borra la línea entre la ciencia y el arte y exhibe una serie de esculturas e instalaciones inspiradas en el aire, diseñadas para introducirnos en una nueva era de sostenibilidad, el Aeroceno.
8) Ideas locas para salvar el mundo
La alcaldesa de Barcelona cabalga por las calles de la ciudad a lomos de un caballo. En las ventanas la gente ha pintado dianas y la edil dispara con un arco una sustancia líquida, invisible para los humanos pero muy vistosa para las aves. Así se evitaría que, en su ciclo migratorio, los pájaros se chocaran contra los vidrios de la ciudad condal. Esta es una de las descabelladas ideas que propone Natalie Jeremijenko.
[pullquote ]Después del fin del mundo necesitaremos nuevos pactos con el resto de la naturaleza[/pullquote]
La ingeniera y artista australiana nos recibe en su Clínica de Salud Ambiental. La estancia es de un blanco inmaculado; de la pared surgen todo tipo de plantas y del techo cuelgan arañas de cristal. Ella está ahí, con su traje rojo de corte oriental, sus gafas de motorista a modo de diadema y su liguero, del que cuelga, como si fuera un revolver, un móvil. Parece un personaje manga. A pesar de su estética y de lo chocante de sus ideas, este taller tiene un punto de realismo.
Pretende que repensemos cómo nos relacionamos con la naturaleza dentro de la ciudad. Después del fin del mundo necesitaremos nuevos pactos con el resto de la naturaleza. Quizá merezca la pena empezar a imaginar cómo serán las ciudades del futuro.