Otro scalextric que llegó a su fin

9 de noviembre de 2015
9 de noviembre de 2015
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Hubo un tiempo en el que un inmenso scalextric de 384 metros de longitud cortaba el paisaje de la madrileña Plaza de Cuatro Caminos como una lámina de cemento. 3.700 toneladas de pesadilla urbanística, que en 2004 fueron troceadas en 105 bloques, acabando así con un desliz arquitectónico repetido en varias ciudades del mundo, desde São Paulo hasta Nápoles, en la década a caballo entre los años 60 y 70 del siglo pasado.
Tal vez muchas personas ni recuerden aquella silueta gris, que ocultaba con su estructura pesada y grosera el azul brillante del cielo de Madrid. Es muy probable que los más jóvenes ni llegasen a conocer el scalextric, inaugurado en plena época franquista, allá por 1969.
Baltar Perimetral (03)
La labor de los fotógrafos, pacientes historiadores de la imagen, es fundamental para rescatar del olvido pedazos de nuestra historia contemporánea. A 8.140 kilómetros de distancia, en Río de Janeiro, el fotógrafo Luiz Baltar comenzó a documentar en 2009 el entorno surgido alrededor de la Perimetral, el enorme scalextric desmontado entre 2013 y 2015.
La Perimetral era un inmenso puente elevado de 5,5 kilómetros. Por su monumental superficie pasaban a diario cerca de 40.000 vehículos, en un intento de reducir los tiempos de desplazamiento y de huir del tráfico enloquecido de la ciudad tropical.
«Era como una enorme avenida suspendida, que atravesaba el centro de la ciudad desde el aeropuerto Santos Dumont hasta la estación de autobuses. Esta vía desgarró el paisaje urbano y la región portuaria, de gran importancia histórica porque aquí es donde nació realmente Río de Janeiro. Por el muelle de la Emperatriz entraron casi dos millones de esclavos africanos. Cerca del puerto nació el samba. Es un área muy importante para la vida cultural de nuestra ciudad», cuenta Luiz Baltar.
Baltar Perimetral (07)
La construcción de esta arteria condenó esta parte de la ciudad a la degradación y al abandono, un escenario de desolación que se vio empeorado tras la contracción de la actividad portuaria. Sin embargo, la capacidad de regeneración de las ciudades es infinita y, con el tiempo floreció en el medio de este desierto urbano, entre naves y edificios abandonados, un submundo underground.
Luiz, que siempre usó la Perimetral para desplazarse de la zona norte, donde vive, a la zona sur, donde trabaja, comenzó a retratar este universo paralelo. «Aunque deprimida econonómicamente, la región siempre mantuvo cierta vitalidad cultural, ligada a la vida bohemia. Había muchas ocupaciones urbanas, incluso huertas donde algunos grupos punk cultivaban su comida», cuenta Luiz.
Baltar Perimetral (04)
Durante años, el fotógrafo retrató este mundo paralelo. «Comencé a vislumbrar los cambios que podrían llegar con el destrucción de la Perimetral y decidí registrar todo este proceso. De repente, pasé a analizar esta región con una mirada de documentalista. Me interesaba tanto la remoción de la estructura, repleta de las intervenciones artísticas, como de las comunidades que vivían a su alrededor», asegura Luiz.
Ha sido un trabajo amplio a lo largo de seis años, que ni siquiera está concluido. «Me mueve la curiosidad del documentalista que sabe que esta región va a desaparecer para siempre, que va a perderse algo muy atractivo visualmente. De aquí a 20 ó 30 años este registro puede ser muy importante. Es la memoria visual de una ciudad que está cambiando. A lo mejor, en un futuro próximo no consigamos recordarla tal y como era», reconoce Baltar.
Baltar Perimetral (02)
El desmantelamiento de la Perimetral, iniciado en 2013, representa la extinción de un tipo de urbanismo que anteponía la circulación de los coches a la felicidad de los peatones. Atrás quedan las ideas revolucionarias de Le Corbusier, que a principio de 1920, cuando estudiaba las transformaciones urbanas que caracterizaron el cambio de siglo, llegó a defender que «la ciudad que alcanza la velocidad alcanza el éxito».
«Si dejamos de lado los costes y el tipo de proyecto, basado en un tipo de arquitectura espectáculo, ha sido algo muy positivo para la ciudad. Se ha recuperado un nuevo espacio para el paisaje y para el ser humano, incluso para los moradores en un barrio que siempre fue caro para los cariocas», dice Luiz.
Baltar Perimetral (06)
Antes de la degradación, la Plaza Mauá conoció una época de esplendor. En los años 1950 llegaban a sus muelles navíos repletos de viajeros intrépidos, deseosos de conocer los placeres que la entonces capital de Brasil ofrecía, junto a los encantos de su naturaleza tropical. La leyenda cuenta que aquí estaban los mejores burdeles de América Latina.
Esta plaza hoy es la estrella del proyecto del Porto Maravilla, que pretende recuperar toda la antigua región portuaria. Está dominada por el estilizado Museo del Mañana, de Santiago Calatrava, a punto de abrir su puertas. Junto a la Plaza Mauá, inaugurada en septiembre de este año, los cariocas acaban de reconquistar el derecho a mirar hacia horizonte y el contacto directo con la Bahía de Guanabara. Pero no todo son ventajas.
Baltar Perimetral (09)
«La región portuaria es vista por el Ayuntamiento como un área importante para un proyecto diferente de ciudad: una urbe moderna, pensada para mega-eventos. Por eso, fue entregada a los empresarios para ser ordenada según otros criterios: más rascacielos y oficinas, y menos calles para los moradores», explica el fotógrafo. «Éste no deja de ser un planteamiento un poco ajeno al pueblo carioca, que es callejero y fiestero, que ama frecuentar la calle», añade.
Como siempre acontece en Río, los cariocas acaban adueñándose del espacio, aunque haya sido planificado con otra finalidad. «En la Plaza Mauá los niños del Morro da Providência, la primera favela de Río de Janeiro, están usando este escenario para jugar, para darse un chapuzón en el mar… La modernidad que han querido plasmar con el Museo del Mañana ya está conviviendo, de facto, con los niños descendientes de esclavos, que están dando un nuevo significado a este espacio», reflexiona Luiz.
Baltar Perimetral (05)
Baltar ha optado por una edición abstracta, casi poética de su trabajo fotográfico. «Es fruto de una mirada más distanciada del momento actual», admite. La fuerza de sus imágenes quizás resida, además que en sus líneas desgarradas y desgarradoras, en haber recuperado la memoria de un barrio degradado, un patito feo del paisaje urbano que nunca mereció la atención de ningún historiador o documentalista. «Para mí es muy importante haber registrado todo eso, porque nunca nadie lo hizo antes», destaca el fotógrafo.
Reúne en su archivo un tesoro de más de 2.000 fotos, que quiere retomar de aquí a unos años, cuando la mutación de Río de Janeiro haya llegado a su fin. «Necesito más tiempo para poder volver a mirar estas imágenes desde la distancia correcta. Y todavía falta que pasen muchas cosas: ni siquiera se han celebrado los Juegos Olímpicos. Yo, mientras tanto, sigo fotografiando», concluye Luiz.
Baltar Perimetral (01)

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