El fin de la privacidad

4 de noviembre de 2013
4 de noviembre de 2013
2 mins de lectura

Recuerdo remotamente a Jesús Hermida contando el caso Watergate y la dimisión de Nixon en una televisión de colores recientes. Un presidente de EE UU se vio obligado a dimitir por un caso de espionaje a miembros del partido demócrata. Lo que comparado con las informaciones que se han hecho publicas en los últimos meses como Wikileaks o el caso Snowden hacen del Watergate un asunto político casi menor.

(Opinión)

Se ha hecho publico que más de 60.000.000 millones de llamadas fueron espiadas en España y que el CNI facilitó ese espionaje, o sea, los servicios secretos a los que damos la confianza para que nos protejan. Y nuestro presidente del gobierno acabará por decir aquello de los hilitos del Prestige, una vez más. Lo que parece una actitud más que pasiva, cómplice o en el peor de los casos, servil.

Hace tiempo que desde las Ciencias Sociales se habla del final de los estados nación, del final de la soberanía nacional… pero lo que es más evidente es que el final de la privacidad como derecho es una constatación indiscutible día a día. Es cuestión de tiempo que también la privacidad se cosifique y acabe por convertirse desde un derecho democrático –al igual que la salud y la educación–, en producto de mercado que haya que comprar.

La lógica de nuestro tiempo lleva a que los abusos contra los derechos y las libertades se disfracen como proyectos de seguridad, con el riesgo de que estos se conviertan en un asunto menor y supeditado a miedos fabricados. Mientras nuestros gobernantes miran a hacia otro lado, esquivan sus responsabilidades como tales, más allá de disciplinar y humillar a la población de forma reiterada gracias a la mayoría absoluta que se les dio, o teatralizan una reacción solo nos quedan dos hipótesis:

1) que nuestros gobernantes son incompetentes y, por tanto, ocupan de forma ilegítima esa responsabilidad o

2) que son cómplices, conjuntamente con las compañías de telecomunicaciones a las que les deberían estar pidiendo explicaciones, del espionaje de la NSA en España. El hecho de que no lo hagan y las noticias que van saliendo de las informaciones del caso Snowden hace decantarse con claridad por una de las dos hipótesis.

Mientras, en España nos espían y no pasa nada… Hoy he encontrado casi casualmente en Twitter el perfil de Medea Benjamin, una activista de la que nunca había oído hablar, que ayer estuvo en la comparecencia del jefe de la NSA en el Congreso de EE UU. Reconozco que hay cosas que me encantan de EE UU, una de ellas es la idea fundamental de que todos los norteamericanos creen de forma consistente que son dueños de su destino, que los acontencimientos y como la realidad se despliega debe ser consecuencia de su voluntad y actos.

Y que, por tanto, ese fatalismo tan nuestro, tan español y tan europeo, no tiene cabida. Creen en ideas fundamentales o incluso básicas y luchan por ellas con valentía. Eso les hace ser lo que son con todos sus defectos y virtudes como país donde la libertad, incluso de forma neagativa en ocasiones como sucede con las armas, es un derecho individual y colectivo socialmente indiscutible. La prueba: miles de Medea Benjamin.

Este post fue publicado anteriormente en el blog de Miguel del Fresno, Intelecta.

Imagen de portada: Surian Soosay, reproducida bajo licencia CC.

No te pierdas...