«El deber de un enfermero no es solo curar los cuerpos, sino también aliviar el dolor y el sufrimiento».
Florence Nightingale
A veces nos acordamos del cirujano que nos salvó la vida, del médico que nos dio un diagnóstico certero, del especialista que nos devolvió la esperanza. Y está bien. Es justo. Pero ¿cuántas veces recordamos a quien nos sostuvo la mano mientras el miedo nos recorría por dentro? ¿A quien nos llamó «cariño» mientras nos inyectaba un calmante? ¿A quien cambió nuestras sábanas, midió nuestra fiebre, aguantó nuestro mal humor con una sonrisa?