Hace unas semanas estuve en el Offf Barcelona (sí, llego un poco tarde con el artículo, pero chica, así es la vida). Podría hablar largo y tendido de la gran organización del festival (no es #publipagada, es que, cuando las cosas se hacen bien, hay que valorarlas). Bien los horarios, bien los tiempos, bien las salas, bien el market, bien la selección de ponentes, bien el ambiente, bien el staff, bien los asistentes. Equilibrio, buen rollo y gente bien vestida, el paraíso para los ascetas.
Pero vengo a abordar un tema para mí crucial y que se nos olvida mucho: la generosidad creativa (bueno, en general, la generosidad, pero ese es un melón más grande que abrir). La creatividad es el proceso de las conexiones imposibles, conectar cosas que no se habían conectado, ideas, materiales, pensamientos, personas. Es un proceso personal, propio, individual. Cada uno desarrolla sus sistemas y caminos porque cada uno piensa como piensa.

Para que la creatividad fluya son necesarias las referencias, muchas de ellas las conseguimos en charlas. Y es fantástico escuchar a otros explicar cómo crean, cómo se inspiran, cómo abren su mente. Pero no siempre es lo que nos encontramos. A veces asisto a conferencias donde personas a las que admiro mucho muestran solo el resultado de sus procesos: su web, sus trabajos, sus obras. Que es genial, pero eso ya está en Google.
Lo realmente interesante, lo valioso para el público, no es el resultado, es el proceso. No privarnos de ese halo de inspiración y pensamiento que les hace crear maravillas que admiramos. Cuando trabajé en agencias de publicidad, de las primeras cosas que me dijeron fue «ten cuidado con que no te roben tus ideas», y yo pregunté, ingenua de mí, «¿quién me va a robar las ideas?». La respuesta lapidaria fue «tus compañeros» (espero/deseo que esto ya no sea algo que siga pasando).

A mí eso me traumatizó, siempre he sido una bocachancla de mis pensamientos, vomitando lo que tenía en la cabeza a otros para que me ayudaran a hacerlo más grande, o mejor aún, poder inspirar a otros a crear. Y no he dejado de hacerlo. Por eso me desconcierta cuando voy a una charla y lo primero es «buenos días, gracias por venir a mi charla, no hagáis fotos» (este no es un ejemplo del festival OFFF, me ha pasado en otros). O me encuentro un ppt que recoge lo que uno encuentra en 10 segundos en Google y un ponente que simplemente describe la sucesión de slides (esto sí pasó en el OFFF).
Mucha gente ha pagado una entrada, un avión y un hotel para verte. Quizá algo así queda escueto. Y por supuesto que hay ponentes muy generosos e inspiradores que destacan aún más debido a la existencia de los otros que no lo son tanto, por nombrar algunos del OFFF: David Wilson, Radim Malinic, Timothy Goodman o Jessica Hische. Gracias por abrirnos las puertas a la tribulación de vuestro proceso creativo.
Crear tiene dos partes. Hacer aparecer algo que antes no existía, que tiene un impacto en la satisfacción personal. Pero también impactar a los demás, inspirándolos

Crear tiene dos partes. Hacer aparecer algo que antes no existía, que tiene un impacto en la satisfacción personal. Pero también impactar a los demás inspirándolos. Esto es la generosidad creativa. Compartir tus secretos creativos para allanar el camino a otros que también buscan pensar. Y si temes que te roben algo preciado, no es verdad. Lo que pasará es que el mundo será un lugar mucho más creativo. Y quizá sea la solución a una realidad que muchas veces parece demasiado hostil.