¿Cómo le dirías a tu ídola que es tu ídola? ¿Cómo le demostrarías con tres palabras la profunda admiración que sientes por ella, lo muchísimo que la respetas? Podrías hacerlo a lo José Luis López Vázquez en Atraco a las tres («Un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo»), pero eso añade canas a tu ya canosa melena (si la conservas). O podrías actualizar tu vocabulario, aproximarlo al de tus churumbeles y decir «¡Qué madre eres!».
Así es como los centenials reconocen la maestría, el poderío y lo suprema que le parece una persona, identificando toda esa excelencia con —esperamos— lo más preciado para ellos: una madre. Además de admiración y respeto, la expresión tiene también un sentido de aprobación, un ¡ole tú! en toda regla. La Rosalía es madre, Villano Antillano (la artista trans que se marcó la BZRP Music Sessions #51) es madre, Sofía Vergara entrevistada por Pablo Motos… «¡imagina no decir madre!» y tu amiga Yoli, que le ha dado un zasca al machirulo de turno, es más madre aún.
Según la edad del Z con el que hables, también podrá usar ser padre si se hace referencia a la admiración por un hombre. Aunque aquí hay dos variantes.
Los más jóvenes, chicos y chicas, sí lo usan referido a un personaje conocido al que admiran. Y tanto a madre como a padre le añaden el posesivo para reforzar aún más el mensaje, junto al intensificador puto, pero solo para padre. De esta manera, evitan que se confunda con el insulto en el caso femenino: «¡Es que Ricky Edit es mi (puto) padre!» frente a «¡Es que Nathy Peluso es mi madre!».
Sin embargo, entre los Z que ya van a la universidad, solo sus amigos son sus padres, y se lo dicen cuando les han salvado de un marrón o les han hecho un superfavor: «¡Jo, tío, eres mi padre!».
La periodista Lucía Franco, en un estupendo artículo publicado en El País el pasado mes de febrero, explicaba: «La palabra se instauró en la cultura drag queen [al igual que servir coño] para hablar de quienes actuaban como mentoras de las más jóvenes, como referentes dignos de imitación y admiración. Ahora, en la cultura anglosajona se utiliza también para señalar la presencia de una figura femenina empoderada». Para que luego digan que los jóvenes ya no sienten respeto por nada.