Eugenia, jubilada, coleccionista de patrones de crochet (por si acaso), pintora ocasional, habla con su comadre por teléfono:
—El médico me ha dicho que tengo un bultito en la espalda.
—Acuérdate de que yo tuve uno… —dice la comadre—. Y era una bolita de grasa.
—Bueno, que me voy al desavío a comprar pizza barbacoa para los nietos, por si vienen el domingo.
De vuelta del desavío, Eugenia pilla en la parada del autobús a la vecina de abajo (cardado reciente, maquillaje ni caro ni barato, colonia regalada por una nieta).
—¡Mira ella! —dice Eugenia.
—A ver si me sale un querío —dice la vecina
—¿En el hogar del pensionista?
—Uy, esos no me duran. ¿Y a ti qué te ha dicho el médico?
—Que tengo un bultito en la espalda, que hay que observarlo.
—Eso que te lo miren otra vez —con aspavientos—. A la hija de la pescadera le salió uno… Y mira.
—Esa chiquilla fumaba mucho.
—¿Y qué tiene que ver eso con la espalda? —dice la vecina.
—Algo tendrá que ver: fumar no es bueno. Me voy que tengo, que meter las pizzas en el congelador.
Manolo, el marido de Eugenia, habla alto con un amigote por teléfono:
—El médico me ha dicho que puedo tener sonrosis… sonrosis o algo así (…) Que no beba, pero el vinito con la comida, que no me lo quiten.
—No hace falta que lo jures —Eugenia ordenando el congelador.
—Al Juanito, el de los jamones de Carmona, le dijeron que le quedaban dos días, y todavía está dando por culo.
Cuando Manolo acaba, Eugenia telefonea a la hija.
—Mamá, que acabo de salir, que estoy en el autobús (…) Que no me entero, que te llamo luego.
Eugenia dormita en el sofá, mesa camilla, telediario de la noche. Manolo, con un cigarro (lleva tres seguidos).
—¿Qué te pasa, mamá? —las primeras palabras de la hija al teléfono.
—Nada, te llamaba por una tontería: que el médico me ha dicho que tengo un bultito en la espalda
—¡Eso no es una tontería!
—El médico ha dicho que puede ser una cosa o puede ser otra —Eugenia, como quién dice «no sé si ponerme el rojo o el azul».
—¿Nada más que ha dicho eso?
—Nada más —dice Eugenia.
—Tú tranquila, que igual eso no es nada —dice la hija.
—Si yo estoy tranquila: la que está nerviosa eres tú —dice la madre.
La hija de Eugenia busca en internet:
bultito en la espalda
Entre los primeros resultados hay páginas de preguntas y respuestas cruzadas entre ignorantes de la medicina. «No te preocupes», escriben unos; «eso puede ser cáncer», otros; «reza a Dios para que no sea nada», alguno.
Cuanto más lee la hija de Eugenia, más suspira. Para de leer cuando el marido pregunta qué hay de cenar. Esa noche, no duerme. Tampoco duerme el yerno de Eugenia: escuchó un ruido en el coche y, por lo que leyó en internet, el coche puede salir ardiendo en cualquier momento o puede que no sea nada.
La nieta grande de Eugenia no pega ojo porque no funciona la tableta comprada dos días atrás. Intercambia mensajes con una amiga:
Mis padres m diran q lo estropeo todo [la nieta de Eugenia]
Pero esta en garantía
descambiala [la amiga]
Uff. He leido en internet q s imposible descambiar algo a sta gente.
Un monton de gente protestando [la nieta de Eugenia]
El nieto pequeño de Eugenia no duerme. Intercambia mensajes con un amigo:
bueno yo aora tengo un problema
ai abajo
me duele mucho [el nieto de Eugenia]
ve al medico [el amigo]
k no ktengo k ir con mi madre
a ver si se kita solo [el nieto de Eugenia]
oee [el amigo]
no se lodigas a nadie [el nieto de Eugenia]
La señora Eugenia duerme plácidamente, como Manolo, su marido.