Los GIF son una expresión artística de primer orden. De hecho, son la primera gran expresión artística de la era de internet. Sí, ha habido intentos anteriores de generar arte con la red: desde las titubeantes primeras experiencias de Roy Ascott, que datan ni más ni menos que de 1983 (algo así como la Antigua Roma si tomamos como referencia el timeline digital), y que empleaba una red cerrada; hasta los trabajos de la firma londinense HI-RES, fundada a mediados de los 90 y que es la responsable de algunas de las webs publicitarias y corporativas más interesantes del ciberespacio, precisamente porque siempre han intentado aprovecharse de los mecanismos y los lenguajes propios e intrínsecos de Internet. Quizá su pieza más brillante sea la web que programaron en el año 2000 para la película Donnie Darko y que merece ser descubierta y navegada de arriba abajo porque, pese a los 14 años que han pasado desde su creación, sigue siendo un estándar de frescura e innovación.
Con todo, y salvando algunas excepciones como las que hemos nombrado, la mayoría de los creadores que se adentraron en el mundo del web-art lo que hacían era replicar conceptos volcados de otras expresiones artísticas tradicionales, esencialmente la pintura y el cine. En realidad, es perfectamente lógico, porque a la velocidad a la que avanza la tecnología es difícil establecer un marco, unas herramientas y un lenguaje estable, cuando el año próximo esas herramientas y mecanismos van a quedar obsoletos.
Fue precisamente uno de estos avances tecnológicos el que dio forma al GIF. El advenimiento de la banda ancha a mediados de la pasada década permitió que los vídeos de alta calidad, que antes tardaban horas en cargar, apareciesen en nuestras pantallas en cuestión de segundos. Quizá se deba a que, precisamente por la baja velocidad, los primeros vídeos que tuvieron éxito en la Red eran de corta duración; o a lo mejor se trata de que, pese a que ahora existen casos que lo contradicen, como el long-form, la cultura de internet siempre apostó por el consumo de corta duración e inmediatez, fenómeno agudizado bajo el imperio de las redes sociales.
Sea como fuere, lo cierto es que las imágenes animadas de escasa duración han arrasado la Red como un maremoto. Uno de los primeros ejemplos que apostó por el video corto en la Red, fue el del notodofilmfest, que lleva ya 13 años en activo y en aparente plena forma. Posiblemente el último caso de expresión mediante vídeos de metraje mínimo sea el de Vine, que seguramente daría para otro artículo, y donde encontramos desde estupideces sin ningún interés, hasta las piezas más sintéticas y más inteligentes de la creación audiovisual contemporánea. Como las que crea Zach King. Y en apenas seis segundos.
Por el contrario, el GIF se separa de estos fenómenos precisamente por su medio. En realidad, tanto los cortos de notodofilmfest como los microvídeos de Vine podrían proyectarse en cualquier pantalla televisiva, mientras que el medio intrínseco del GIF es el navegador. Sin internet no hay GIF.
Pero el medio en realidad solo es eso, un soporte y, con frecuencia, los GIF que aparecen en nuestros monitores son solo pequeños trozos de programas de televisión, extractos de películas o fragmentos humorísticos extraídos de otras fórmulas audiovisuales. Sí, normalmente con gatitos como protagonistas. Sin embargo, hay creadores dedicados al GIF que producen piezas de enorme valor narrativo y/o estético, elevando el formato a verdadera expresión artística. Como decíamos al principio, a expresión artística de primer orden.
En Yorokobu ya hemos visto varios ejemplos de este tipo de GIF en otras ocasiones. En este artículo nos vamos a acercar a dos artistas que, aparte de generar contenido de gran calidad visual, han entendido con delicadeza y precisión cual es la naturaleza definitoria del GIF.
ABVH
A principios de 2014, Internet fue tomado al asalto por una serie de GIF que animaban ni más ni menos que los grafitis de Banksy. El autor era al artista serbio ABVH, que como el objeto de su inspiración, prefería ser conocido a través de un seudónimo. Todas las obras de Banksy tienen un enorme interés, no en vano, es posiblemente el artista más importante de nuestro tiempo; pero quizá las más notables son las que interactúan con la realidad preexistente. Partiendo de esa base, los GIF más interesantes de ABVH son los que exploran esa interacción con la realidad.
Como vemos en el estupendo GIF sobre un original del colectivo italiano BLU, ABVH no solo anima a Banksy, sino que trabaja casi con cualquier original estático, generando resultados tan turbadores como fascinantes. Desde carteles clásicos de cine hasta cuadros de Johannes Vermeer. Con todo, quizá su proyecto más ambicioso sea la serie Viejo Belgrado.
Tomando como base viejas fotos turísticas de la capital serbia -cuando aún era Yugoslavia-, ABVH insufla realidad a un territorio que parecía acotado para la memoria. La yuxtaposición entre las estéticas y los colores setenteros (incluidos los bordes de las fotos) con los imaginativos añadidos del artista balcánico produce un resultado divertidísimo. Una suerte de posrealidad ligera y juguetona.
Sin embargo, hay una capa más. Porque detrás del innegable cachondeo de las animaciones subyace una sutil pero vigorosa crítica hacia un pasado que no siempre fue mejor, pero que podría haberlo sido. Y que, de hecho, aún podría serlo con un poco de imaginación y un mucho de trabajo.
Erdal Inci
El fotógrafo turco Erdal Inci es, posiblemente, el artista que mejor ha entendido las posibilidades y la naturaleza de la fotografía animada.
Y del bucle.
Porque si algo define a un GIF y lo distingue de cualquier otra expresión de microvídeo es el bucle. La repetición infinita de un movimiento.
Las referencias de Inci se remontan a videoartistas clásicos como Bill Viola o Pipilotti Rist, porque el creador turco es un artista puro. Un explorador total de su medio, sus mecanismos y sus herramientas.
En la serie Clones, Inci emplea decenas, cientos de microvídeos que graba él mismo, para luego tejerlos con extrema precisión en bucles eternos. Así, los espacios urbanos convencionales se distorsionan generando nuevas realidades misteriosas e hipnóticas.
Quizá el «arte con mayúsculas» aún no esté preparado para acoger al GIF en sus museos y sus galerías, pero desde luego, el mundo sí que lo está. Porque hay artistas que trabajan en un medio que no existía hace veinte años, porque saben que viven en una realidad que no existía hace veinte años. Y, semiocultos en la maraña de internet como guerrilleros en medio de la selva, disparan sus piezas hacia nuestros territorios. Piezas guiadas por miradas curiosas e inquisitivas. Por ojos precisos y conscientes que están transformando el cosmos cultural que compartimos cada día miles de millones de personas. En cada microfragmento alterado de realidad. En cada bucle.