Y no, no nos estamos refiriendo a ese arte, tan masculino, de escribir tu nombre cuando vas al baño, sino al proyecto Water Light Graffiti que recientemente se expuso en las calles de Poitiers. Un gran mural compuesto de LEDS sensibles a la humedad, y que, por tanto, se encienden al entrar en contacto con líquidos.

¿Las ventajas de este tipo de graffiti? El resultado es atractivo, es fácil de usar, y nadie podrá quejarse de que le están poniendo la ciudad perdida.

A pesar de que hoy en día el llamado Street Art es por lo general una corriente bastante aceptada (yo diría que incluso asimilada, sino ahí tenemos el éxito mediático de Banksy para demostrarlo), todavía hay quien lo rechaza por ser sucio y vandálico y estropear la ciudad. La obsesión higiénica de algunas grandes urbes ha llevado en los últimos años a ingentes gastos en limpieza de lo que llaman «pintadas». Evidentemente, graffiteros y artistas del mundo no están contentos ante estas medidas.

Como de costumbre la tecnología creativa viene a poner paz, o al menos a intentarlo. Water Light Graffiti es un proyecto de interacción en el entorno urbano que permite la experimentación efímera, que no requiere conocimientos específicos y al que se le puede extraer jugo creativo.

Su creador, el joven Antonin Forneau, se ha mostrado durante toda su trayectoria interesado en la manera en la que cultura popular puede interactuar con la tecnología, y con este proyecto trata de crear una plataforma accesible y atractiva que de alguna manera pueda transformar la superficie urbana sin generar problemas de convivencia y generando un constante flujo de interacción e información efímera, cosa que de alguna manera siempre ha sido una de las intenciones de los artistas callejeros más conceptuales.

¿Os imaginais que la ciudad estuviera poblada por este tipo de pantallas y los mensajes, pensamientos o creaciones de cada ciudadano, de cada creador, poblasen nuestras paredes en forma de luz?¿Y que cada vez que uno pasase por allí todo fuera totalmente distinto? De momento suena utópico, pero torres más altas han caído. Y además, imaginar es gratis… de momento.

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Patrick Thomas

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