De Joseph Kyselak a Urvanity 2021: Breve historia del arte urbano

26 de mayo de 2021
26 de mayo de 2021
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A pesar de que con cada nueva obra que se vende por una millonada parece que el arte urbano acabe de entrar en museos y galerías, lo cierto es que hace décadas que encontró su lugar en el mundo del arte. Ya en el año 1979 el artista Lee Quiñones era el primer grafitero en exponer de forma individual en una galería, la galleria Medusa de Roma.

Porque, si el arte urbano se ha consagrado ya como una disciplina más del arte, el principio de su bum tuvo lugar en los años 80. Pero tampoco se puede decir que en aquel momento acabase de nacer. Ni mucho menos.

Como cada primavera, la ciudad de Madrid saca el arte urbano de las calles (o no del todo) y lo mete en las galerías. El día 27 de mayo se abren las puertas de Urvanity 2021. La feria, que este año celebra su quinto aniversario, ofrece una amplia muestra de lo que hoy está gucci, a través de los artistas y galerías que exponen en el COAM y de acciones como las Montó Urvanity Walls que ya han empezado a desplegarse por la capital. Urvanity 2021 abre sus puertas en el COAM y nos da la oportunidad de hablar de arte urbano, y de todos sus hijos, hijas y demás herederos, y también, un poco de sus predecesores.

PINTAR EN LAS PAREDES

Se puede argumentar que el arte urbano nace en la prehistoria con las primeras pinturas rupestres. Al fin y al cabo, la esencia es esa. Ahí están las raíces. Las pinturas rupestres, los jeroglíficos egipcios, los mosaicos romanos. El ser humano lleva pintando en las paredes casi desde que dejó las aguas para empezar a caminar.

Pero el verdadero germen del arte urbano es el grafiti, a pesar de que, en esencia, hayan terminado siendo dos tipos de expresión diferentes. Y el grafiti nace mucho antes de lo que uno podría esperarse, concretamente en el siglo XIX. Es entonces cuando el viajero austriaco Joseph Kyselak se aficiona a dejar constancia de su presencia allá donde va mediante la escritura de su nombre en la superficie que le pille más a mano. Es esta versión primigenia del takeo (castellanización del tag inglés) la que da inicio a una nueva etapa en la relación pictórica que los seres humanos tienen con las paredes.

De acuerdo con la leyenda, el hábito de Kyselak de estampar su nombre por todos los lugares por los que pasaba llegó a ser tan conocido dentro del imperio austrohúngaro que el propio emperador Francisco I de Austria le convocó a una audiencia. Tras la bronca del emperador, Joseph Kyselak se comprometió a dejar de firmar allá donde fuera. Solo después de que Kyselak abandonase su presencia, descubrió Francisco I que el trotamundos había grabado su nombre sobre la mesa imperial de audiencias.

Con el tiempo, la acción de escribir en las paredes para convertirlas en testigo del paso de uno se extendería y daría lugar a casos como el de la inexplicable presencia de un tal Foo en el frente británico durante la Primera Guerra Mundial. Este meme germinal —la pintada de un hombre narigudo que asoma por encima de una línea, acompañado de la inscripción «Foo Was Here»— hizo su aparición en todos los lugares en los que casualmente habían estado los integrantes de las Fuerzas Armadas Australianas que habían acudido en respuesta a la llamada de la madre patria inglesa.

Décadas más tarde, «Kilroy Was Here» se convertiría en el meme heredero que los americanos dejarían estampado por la Europa ocupada al ritmo de su avance por el territorio durante la Segunda Guerra Mundial. La contienda fue dura y el meme funcionó como una forma de subir la moral de las tropas. Los soldados americanos recién llegados lo encontraban escrito en las paredes de las calles, en los graneros de las granjas liberadas, en el suelo de los búnkeres conquistados, prueba de que otros como ellos habían estado en la misma tesitura. Con el avance de la guerra aquel «Kilroy Was Here» se convirtió en un emblema, un símbolo de que la voluntad de los americanos podía llevarlos a cualquier lugar.

De acuerdo con los rumores, ni Hitler ni Stalin lo encontraban tan inspirador. Se dice que el primero llegó a preguntar que si no sería ese tal Kilroy un habilidoso espía americano. El segundo, siempre según las malas lenguas, lo encontró escrito en un retrete VIP de la Conferencia de Postdam, a la que acudió para la firma de los acuerdos de ocupación y reconstrucción de Alemania. El descubrimiento fue tan desagradable para el líder de la URSS que habría pedido al NKVD (el Comisariado del Pueblo de Asuntos Internos) que encontrasen al autor de la pintada y lo apiolasen.

TRENES Y PLANTILLAS

Pero si bien estos ejemplos son precursores de toda esta cuestión de pintar en las paredes, lo cierto es que fue en los años 60 y 70 en Estados Unidos cuando se sentaron las verdaderas bases de lo que acabaría siendo el arte urbano. Es entonces cuando los takeos dejan de ser suficiente para alcanzar la notoriedad y los artistas urbanos comienzan a competir en base a la calidad de sus composiciones. Es en ese momento en el que artistas como el puertorriqueño Lee Quiñones empiezan a desarrollar un estilo de arte urbano que desborda la simple escritura del nombre y se expande a objetos pictóricos más desarrollados.

En esas décadas no solo se sentaban las bases de las que beben los artistas que llegan a Madrid de la mano de Urvanity, sino que también nacían las carreras de artistas que posteriormente alcanzarían el Olimpo del arte. Es el caso de Jean-Michel Basquiat, del que se cuenta que 1978 le pillaba takeando trenes del metro de Nueva York puesto de peyote.

También Europa comienza a presenciar el nacimiento de la carrera de los pioneros del arte urbano como Blek Le Rat, artista francés que, a partir de los primeros ochenta inundó las calles de París de imágenes de ratas, «el único animal libre de la ciudad». En un intento por adaptar lo que había visto en un viaje a Estados Unidos en el 71 al carácter de la capital francesa, Blek Le Rat se hizo conocido por su uso de las plantillas, que a su vez influiría posteriormente en la obra de artistas como el inevitable Banksy.

Breve historia del arte urbano
Ballerina de Blek Le-Rat. Fotografía de Wikipedia.

Los años 80 en Estados Unidos vieron la eclosión del arte urbano. Tanto por la proliferación de pandillas y artistas que bombardeaban la ciudad con sus obras, grafitis y takeos como por un desaforado desarrollo del mercado artístico que aupó al arte urbano a las galerías y paredes de las personas pudientes. Es en esta década en la que se desarrolla parte de la obra de artistas americanos del espray como Lady Pink, ecuatoriana criada en el barrio de Queens, o Richard Hambleton, que se dedicaba a pintar siluetas amenazadoras por las calles de Nueva York. Es también en los 80 cuando artistas que anteriormente habían frecuentado las cocheras de trenes y los callejones encuentran lugar en los círculos artísticos más vanguardistas de la ciudad como Keith Haring o el propio Jean-Michel Basquiat.

También en España, una vez desintegrado (a medias) el régimen franquista, comienzan a despuntar las primeras manifestaciones del grafiti en los años 80. Ejemplo de ello es Juan Carlos Argüello “Muelle”, cuya firma todavía puede encontrarse en algunos puntos de Madrid y que vuelve a estar de actualidad por la subasta de varias de sus obras por parte de la galería Durán (que también estará presente en Urvanity a través de su unión con Monkey Garage).

EL MAINSTREAM

Por supuesto, el resto es historia. El mainstream, las marcas y las galerías de arte abrazaron este tipo de expresión y lo sacaron de las calles, propulsándolo a una nueva etapa en la que podemos encontrar performances como la de Banksy en la galería Sotheby´s de Londres.

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Muchos de los artistas que hoy están en activo beben de todas estas referencias. Pero la frontera entre el arte urbano y el tradicional es cada vez más difusa. No hay más que echar una ojeada a los feeds de Instagram de muchos de los artistas que están estos días en Urvanity para ver lo lejos que están de los takeos de Kyselak. El uso del color, el nivel técnico de muchas de las obras, incluso los motivos elegidos hacen que los códigos propios del arte urbano hayan adquirido hoy nuevas dimensiones y brillen con una luz a la que posiblemente no hubiesen podido llegar de seguir en las calles.

En total, en el COAM (del 27 al 30 de mayo) estarán presentes hasta 25 galerías con artistas internacionales de talla mundial como Brusk, mastodontes nacionales de talla internacional como Belin o Ibon Boy y estrellas mundiales de talla universal como Yoon Hyup. Cachorros de un movimiento que echó a andar sin saberlo, allá por el siglo XIX, cuando un viajero quiso dejar constancia de sus andanzas, pero que es hoy, ya, otra cosa.

Sin embargo, la esencia sigue estando ahí, solo hay que fijarse. Firmas de artistas con tipos propias de maestro del takeo, paletas de colores más propias de MTN 94 que de la casa Royal Talens y motivos que podrían verse estampados en un vagón del metro.

Pero, sobre todo, la pulsión de pintar en las paredes.

 

*Imagen portada: Grafiti de Joseph Kyselak en Schwarzenbergpark, Viena

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