Iba el siglo XIX hacia su fin cuando se oyó un golpe en la mesa. Un puñado de intelectuales españolas quisieron romper con una tradición milenaria que las encerraba en su casa: estaban hartas de que las vieran como madres antes que mujeres; esposas antes que maestras; úteros antes que personas.
Al comienzo del XX empezaron a sonar sus voces en los periódicos, en mítines y en alguna manifestación. En los albores de la revolución soviética, algunas mujeres pidieron, incluso, que el Estado se hiciera cargo del cuidado y la educación de los niños. Para muchas intelectuales rusas, la maternidad era una cadena a la pata de la cama y a los platos del fregadero.
Llegaron después las guerras mundiales y no hizo falta discurso alguno: las mujeres se hicieron con las riendas de las ciudades mientras sus maridos pegaban tiros y demostraron que, además de madres, podían ser médicas, empresarias, ingenieras o lo que hiciera falta.
El deseo de muchas mujeres por dejar de ser vistas como madres y poder vivir igual que los hombres fue creciendo desde entonces. En la década de los sesenta, en Estados Unidos, pedían a gritos desencadenar el sexo de la procreación; pedían libertad sexual y libertad para decidir si parir, abortar o tomar pastillas anticonceptivas.
A finales del XX, en España, no era fácil encontrar a una mujer que se presentara, antes que nada, como madre. Lo habitual era identificarse por la profesión, las aficiones o algún adjetivo que a una le calzara bien. «¿Presentarnos como madres? Nunca. Decías tu nombre y tu profesión. Algunas mujeres todavía se presentaban como “señora de”, pero eso sonaba ya muy rancio», indica Mari Carmen García, profesora jubilada de 74 años. «Yo jamás oí a una mujer presentarse como madre. Quizá porque no tenía ningún valor social».
Ocurría así hasta hace bien poco. Pero, de pronto, Twitter dejó ver una prueba escrita de que algo estaba cambiando. En las biografías de esta red social, cada vez hay más mujeres que se presentan como madre y hombres que se definen como padre. Esto podría parecer una minucia si no fuera porque, en realidad, representa un profundo cambio de valores: para muchas mujeres, la maternidad vuelve a situarse ante todo lo demás. Y, por primera vez, hay hombres que ponen su paternidad por delante de su profesión.
De madre por obligación a madre por elección
La visión de la maternidad (qué supone tener hijos, cómo se vive…) ha cambiado de forma radical en los últimos 30 y 40 años. Montserrat Lacalle i Sisteré, profesora asociada de Estudios de Psicología en la Universidad Abierta de Cataluña, ve una razón clarísima: «Antes las mujeres no se lo planteaban. Era algo que tenían que hacer. Ahora es una decisión. Hay estudios demográficos que indican que casi el 35% de las mujeres que nacieron en los años 70 no son madres».
A eso se suma que «la mujer tiene que conciliar la vida familiar y profesional, porque en los últimos años ha adquirido un rol laboral que antes no tenía».
Además, «hoy abordamos la maternidad de otra manera: leemos, nos informamos… Hace 80 años, las mujeres no leían sobre maternidad y educación. Y los niños se han convertido en el centro de las actividades culturales. Las familias deciden qué van a hacer el fin de semana en función de las agendas de sus hijos», dice Lacalle i Sisteré. «Antes el niño hacía lo que hacían sus padres. Y si se aburría, se aburría. Ahora los padres vamos a los sitios donde se divierte el niño. No podemos quedar con nuestros amigos porque nuestro hijo tiene una fiesta de cumpleaños».
Para la psicóloga, «estos factores han llevado a que ser madre o padre ya no sea algo natural, que forma parte de nuestra biología y está integrado en nuestro ciclo vital. Hoy se ha convertido en algo más artificial: lo pensamos, lo meditamos, lo decidimos, hacemos el esfuerzo… Es como un rol que has adquirido sabiendo el esfuerzo que supone y entonces toma una entidad diferente a la que tenía antes. Creo que eso es lo que acaba haciendo que muchas veces nos definamos por ese rol». Aunque matiza que «esto no significa que los padres de antes no se ocuparan de sus hijos y no los educaran de forma correcta».
Lacalle i Sisteré remata: «A todo esto hay que añadir la importancia que tienen las redes sociales en nuestra vida. Vivimos en un mundo donde hay que enseñar a los demás lo felices que somos, lo bien que lo pasamos. Este “voy a mostrarme hacia afuera” incluye esa parte de “soy madre”, “mi niño es precioso”».
—Antes todas las personas eran madres, hijos, primos, tataranietos y no tenía ningún valor destacable. ¿Crees que algunas mujeres que hoy se definen como madres lo hacen por una reivindicación o un intento de revalorizar su papel?
—Creo que puede tener que ver con la dificultad que tenemos en conciliar la vida familiar y laboral. Una madre siempre ha tenido un valor muy importante dentro de la familia en todas las culturas: la madre procrea, cuida, protege… Conciliar esto con una profesión está siendo muy difícil. Muchas mujeres quieren decir «hago todo esto y, además, soy madre» porque quieren tener vida laboral y vida familiar. En algunas profesiones, si quieres llegar lejos, tienes que renunciar a la maternidad. Muchas mujeres que estamos teniendo hijos después de los 40 años es porque hemos estado invirtiendo nuestro tiempo y nuestros esfuerzos en otras cosas: una carrera científica o lo que sea. Ser madre forma parte de mi currículum porque, a veces, condiciona mi currículum. Ojalá pronto podamos cambiar esto.
«Mi hijo es lo que da sentido a todo lo demás»
Marta Martín Llaguno, diputada de Ciudadanos por Alicante, se presenta en su perfil de Twitter como «Mamá de Pablo. Catedrática CA y Publicidad. Diputada por Alicante. Miembro Ejecutivo Responsable Cs Universidad». Esa disposición es meditada: va en orden de importancia y permanencia.
«Me presenté como mamá porque, para mí, Pablo es lo que da sentido a todo lo demás, especialmente a la política», indica Martín Llaguno. «Yo me metí en política porque quiero aportar para dejar un mundo mejor a mi hijo (sé que suena ñoño, pero es la verdad). En cuanto a lo profesional, yo soy catedrática (me he chupado cinco oposiciones y me lo he ganado a pulso) y soy mamá. Ahora bien, estoy en política porque la gente lo ha decidido. De la política me iré; de mi hijo y de mi profesión no me desligaré nunca: forman parte de mí».
Carolina Bescansa, una de las personas fundadoras de Podemos, define su identidad en Twitter como «Madre. Doctora en Sociología y Ciencia Política. Profesora en la Universidad Complutense. Convencida de que merecemos un país a la altura de nuestro pueblo». Ese madre al principio de todo tampoco es azaroso. «En este perfil asumo mi papel público y doy a conocer las principales responsabilidades en mi vida. La más importante es la maternidad. Y creo que eso le ocurre a muchas mujeres y muchos hombres. Mencionarlo en primer lugar expresa ese sentido de asunción de responsabilidades».
—¿Es también una reivindicación de la maternidad por las dificultades que hay para trabajar y criar a unos niños a la vez? ¿Es una forma de pedir que no cueste tanto ser madre?
—Creo que es una forma de mostrarnos como personas. No somos solo elementos de un espacio productivo y lo único que nos define no es nuestra posición en el mercado laboral. Es una reivindicación como seres humanos: una forma de decir que es compatible ser madre y asumir grandes responsabilidades. Las mujeres no nos volvemos estúpidas cuando somos madres. Es una reivindicación de las mujeres y de los hombres como personas: somos algo más que una acumulación de títulos académicos o una posición en el mercado de trabajo.
«Tener una vida familiar es más importante que el trabajo»
«Marido, padre, pediatra intensivista, experiencia en paliativos, PhD y escritor. Colaboro en @MasDeUno y @JotDownSpain. Medicina, cine, libros y humor. #PedsICU». Alberto García Salido se presenta así en Twitter y allá donde va. Esta decisión responde a dos momentos de su vida: «Terminar la residencia (mi etapa formativa) y ser padre (me cambió el orden de importancia de las cosas)».
Dice el ganador de la #FeriaDelHilo 2019 (un concurso que reconoce los mejores hilos de Twitter) que un individuo es el camino que ha recorrido. «No soy pediatra y ya está. He sido muchas cosas antes y lo que soy tiene mucho que ver con las personas que me rodean. Tiene mucha importancia lo que rodea a mi profesión porque va a influir en la forma en la que la desarrolle. Antes mi perfil en Twitter era más extenso todavía porque puse primo, amigo, hermano: es una manera de enriquecer mi profesión. Mucho de lo que puedo aportar ocurre en mi vida personal. No cuento mucho sobre mi vida privada, no creo que sea de interés; pero debo ser justo y, antes que pediatra, era muchas cosas y después de pediatra también lo voy a ser. Expresarlo es una forma de reconocerlo».
—¿Crees que muchas mujeres están pidiendo una revalorización de la figura de la madre?
—En nuestro país, la mayoría de los médicos son mujeres. Lo que veo en el hombre es que tiene una cierta reticencia a reconocer que se encarga de sus hijos. Las mujeres lo han hecho antes y es justo reconocerlo y ponerlo en valor. Los sacrificios que tienen que hacer mis compañeras son brutales comparados con los que tengo que hacer yo. Aunque está bien que ya algunos hombres reconozcan su paternidad como algo importante: no solo ser doctorado en medicina. Pensar que la vida familiar es más importante que el trabajo, porque es más importante, está bien. Yo no soy solo pediatra. Si desaparece algo en mi vida, será mi profesión. Todo lo demás va a quedar: mis hijos, mi mujer, mis primos; y eso tiene que quedar bien claro.
La filósofa Carolina del Olmo se siente «dudosa» ante el asunto. Esta investigadora de la maternidad y la crianza se presenta en Twitter como «Autora de ¿Dónde está mi tribu? Fui parte de Ladinamo mientras duró. Madre de BamBam, Peebles y el ermanito».
Las primeras veces que oyó a una mujer presentarse como «mamá de no sé quién, mamá de no sé cuántos» torcía el gesto: «Me repateaba bastante. Me resultaba cursi, ñono». Al cabo del tiempo lo empezó a apreciar. «Hemos pasado por una temporada tan individualista, en la que nos ha definido nuestro consumo, nuestros gustos culturales o la parte productiva de nuestro empleo, que tiene sentido esta reacción de presentarte con otra cosa: tus ataduras, tus relaciones personales, tus compromisos».
La filósofa le ve una cara positiva: «Es una forma de no definirse por lo que uno consume y de visibilizar los cuidados», aunque la forma de expresarlo le sigue chirriando. «No puedo dejar de verle el lado ñoño cuando la gente se presenta como mamá o papá en vez de madre o padre. O cuando vas al hospital y la enfermera te dice: “A ver, mamá, pasa”. ¿Mamá? Me sigue repateando. No lo puedo evitar».
Pero esa cara A (positiva) viene con cara B (y ahí habitan las sombras). «Tiene una parte negativa: hacer pervivir esa imagen de madre como persona que se anula por el bien de sus hijos, como sacrificio puro, como entrega total. Esa especie de pérdida de identidad, de anulación, que ha hecho tantísimo daño a tantas mujeres. Vale que nos hemos pasado de frenada por el otro lado, pero ¡cuidado!, no nos vayamos a pasar por el lado de antes. Todavía está viva esa idea de la maternidad como anulación de la mujer y hay que tener cuidado con eso. Está muy bien definirte por tus relaciones, pero también eres hija, eres amiga», advierte. «Es positivo valorar otras cosas que no sean consumo y empleo, pero ¡ojo! no vayamos a recuperar esa imagen de la maternidad tan dañina».
Los.hombres tenemos una gran incertidumbre en cuánto a la permanencia en nuestro rol de padres.
Los matrimonios se rompen, pero la paternidad no. Y la primera medida que se impone tras un divorcio no consensuado es una sentencia que convierte al padre en visitador de sus hijos. No siempre es así, y cuando ambas partes son razonables es posible continuar con el papel de padre educador y cuidador que antes tenía, pero en caso de conflicto se le recalifica y se le retiran muchas de esas atribuciones.
Una madre sabe que va a seguir siendo y ejerciendo de madre, un padre no .
La conciliación no es sólo cosa de mujeres. Hay q concienciar a los hombres, a jefes y jefas.
si tienes hij@s debes intentar hacrlo lo mejor, sin angustia
pèro dando lo mejor
idem cn ls demas
el titular es pelin tendencioso contra la maternidad y la paternidad
En la novela «Media vida» de Care Santos hay una escena buenísima entre una señora mayor que fue una «madre liberada» (es decir, fue madre, pero sin renunciar a muchas cosas) y su hija o nuera, no recuerdo bien, que jamás baja a su bebé de los brazos o lo tiene durmiendo cerca y durante una comida familiar logra que todo el mundo esté pendiente de él. Cuando lo leí pensé «en verdad esto sucede», lo he visto muchas veces y me hizo preguntarme qué demonios está ocurriendo.
Buen artículo, por cierto.
RoBOToniA