Las consecuencias de internet son imprevisibles. Después de acabar con los periódicos de papel, con los discos y los cines, ¡ahora puede que acabe con las ciudades! Eso es lo que sostienen Christopher H. Lim y Vincent Mack en un artículo publicado en la revista digital The Conversation.
Según estos investigadores de la Nanyang Technological University de Singapur, las ciudades surgieron como núcleos de producción y alojamiento de los trabajadores. Por tanto, la desconcentración de esos núcleos provocada por internet, hará que las ciudades pierdan todo su sentido.
«La digitalización y el crowdsourcing agujerean los fundamentos mismos de la economía en las que se basan las megaciudades. Centros que habitualmente combinan fábricas, comercios y servicios profesionales», explican Lim y Mack.
Si bien ese tipo de transformaciones dependerán del tipo de lugar, el nivel de desarrollo del país y las características geográficas (no es lo mismo una ciudad portuaria que una de interior), lo cierto es que todas las megaciudades van a tener que adaptarse a esa nueva realidad.
En una economía de escala como la que prima en la actualidad, agrupar a los actores relacionados con la producción ahorra costes. Sin embargo, los avances tecnológicos están dejando obsoleto ese modelo de negocio y, en consecuencia, los elementos vinculados a ella. Por ejemplo, las ciudades.
Christopher H. Lim y Vincent Mack citan el caso de las impresoras 3D. Un invento aún en proceso de desarrollo que acabará llegando al ámbito doméstico. Cuando esto suceda, el proceso de creación de un bien se reducirá hasta el punto de que solo será necesario un diseñador y un productor-consumidor. Todas las demás actividades intermedias desaparecerán o se simplificarán notablemente.
«Eso supondrá grandes beneficios para las compañías multinacionales e incluso para los consumidores, pero no para las ciudades. En ellas, los almacenes o las zonas industriales resultarán ya innecesarios. También muchos de los empleos que en ellas se realizan. Una consecuencia que será un problema en Occidente pero que puede ser devastadora en las grandes ciudades industriales de China.
Pero no solo se verán afectados los centro de producción. Los centros comerciales, por ejemplo, tienen los días contados a consecuencia de las ventas online. Tampoco se salvarán los bancos, ni los centros de salud. Desde el momento en que muchas de las gestiones se pueden hacer mediante aplicaciones móviles, las entidades bancarias serán innecesarias. Por su parte, el avance de los diagnósticos a distancia, bien con aparatos que monitorizan al paciente, bien mediante consultas a través de herramientas como Skype, reducirán la asistencia presencial.
Si como auguran Christopher H. Lim y Vincent Mack el cambio de paradigma productivo se termina produciendo, ciudades como Tokio, Nueva York, Singapur, Seul, Estambul, São Paulo, Boston, Estocolmo, Tel Aviv o Madrid desaparecerán. Antes de que eso suceda, pasarán por una transición complicada y de tintes apocalípticos. La gran densidad de población de esos lugares, que en el pasado fue uno de sus beneficios, en el futuro será un multiplicador de problemas como el desempleo, la inseguridad y las enfermedades.
Si la cosa ya pinta mal, según Lim y Mack, la cosa puede ir a peor. Dado que el 60% del PIB mundial está generado por solo 600 ciudades en todo el mundo, los problemas en una de esas ciudades podrían provocar fallos en cadena que arrastren a otras muchas.
«No es de descartar que, en 10 o 20 años, el hundimiento de las megaciudades provoque una nueva crisis financiera global con unos efectos mucho peores que la de los últimos años». Quién iba a decir que lo de «No future» se refería a internet.