Cuando empezamos a escribir en el colegio, primero aprendemos a hacerlo a lápiz y cuando el profesor ha comprobado en nosotros cierta maestría en su manejo, nos pasan a la siguiente y definitiva fase: el boli. Se trata de evitar errores, de hacer que nuestra caligrafía sea casi perfecta para cuando llegue el momento de dejar impresa nuestra huella en el mundo.
Pero ¿cómo sería nuestro proceso de aprendizaje si nos hubieran permitido desde el principio usar el boli y dejar rastro de nuestros errores por el camino?
El ilustrador Jorge Tabanera, más conocido como Gatotonto, aboga por el error, por no borrar, por aprender de los fallos. En su opinión, la equivocación es la base del aprendizaje. «En esos errores, al menos en la ilustración, va creciendo tu estilo, tu concepto, todo. Y el tenerlos guardados en un sitio te permite viajar hacia atrás en el tiempo, volver a visitar años y etapas anteriores y descubrir cosas que habías dejado atrás o experimentos que no salieron y a los que vuelves a intentar dar un sentido».
El lugar donde Tabanera guarda esos errores como un tesoro son sus cuadernos de bocetos, 15 ya en 12 años, a los que llama Cuadernos del infierno. Pasaron de ser el lugar donde se mezclaban las notas de trabajo, los briefings del cliente (Gatotonto, además de ilustrador y profesor en IED, trabajan en publicidad), y sus dibujos, a una herramienta que le permite crecer como ilustrador. Poco a poco los fue separando de lo laboral y los convirtió en un espacio creativo propio, sistematizado y con unas reglas.
La primera, que no hay que darle valor hacia afuera, es decir, que es algo que vale solo para ti, no es un objeto artístico, no es algo que tengas que compartir, sino que es algo tuyo. «Le damos mucho valor a las cosas que creamos con las manos y eso nos bloquea mucho a la hora de crear. Perderle el miedo a eso te hace que seas libre para romperlo, tacharlo, repintar encima. En resumen, se trata de afrontar el cuaderno de bocetos no como una obra artística, sino como una diversión».
La segunda regla es cambiar de técnica en cada uno de esos cuadernos, obligarse a probar otras formas de hacer las cosas. Solo así se pueden descubrir caminos nuevos.
Y la tercera y fundamental: prohibido borrar. «Creo que está bien que el error deje rastro, que deje huellas constantemente. Al final, es un camino que puedes recorrer hacia atrás y por eso está bien que vayas dejando migas».
A Tabanera ese rastro, esos errores, le aportan libertad. «Me siento seguro viendo todo el proceso anterior, es un camino que tengo ya recorrido». Además, le ayuda a perder el miedo, «porque el miedo te bloquea de una manera tremenda», sobre todo al papel en blanco. En sus Cuadernos del infierno, como en cualquier otro cuaderno de bocetos, ese miedo desaparece.
«Ahí me obligo a ser yo mismo», afirma con rotundidad. «Si no tengo una idea, con pintar, con seguir o incluso con sentarme a mirar lo que había hecho para tratar de entender por qué estaba haciendo eso hace dos años o tres está, basta. Además, están numerados y puedo ir viendo mi propia evolución: en un cruce de caminos, cuál escogí, cuál abandoné… Y, a veces, puedes volver a andar hacia atrás y seguir por otro sitio».
Poder mirar atrás y ver cuál ha sido el camino recorrido es fundamental para encontrar un estilo propio, opina Gatotonto. «Creo que un estilo se consolida –y lo consigues– con la repetición. De hecho, creo que el estilo de una persona que se dedica a la plástica, a la ilustración, a la pintura, a la escultura… suele ser una colección de accidentes que haces tuyos». Y ese feedback es mucho más grande si se obtiene a través del dibujo analógico, del lápiz, del boli o del pincel y el papel.
«Al final, eso empieza a acumularse; empiezas a ver si tu línea es siempre del 0,3 o prefieres una línea de pincel que va cambiando con el dibujo; y eso solo lo puedes hacer con el lápiz. Yo siempre digo que me saco la idea que tengo en la cabeza a martillazos con el lápiz. Tú no sabes que estaba ahí, y lo vas viendo, te lo va mostrando el cuaderno. Y cuantas más veces lo hagas, mejor, porque te vas depurando y depurando, y te vas quedando con las cositas con las que te reconoces», explica Gatotonto. «Al final son como tu tono de voz y este es un sitio donde la sacas, donde te escuchas a ti mismo. Son cosas muy pequeñas que yo he visto. Dibujando con boli o directamente con un pincel, te encuentras a ti».
Por eso él ha preferido dejar de lado las enseñanzas que recibió cuando estudió Bellas Artes. «Me he dado cuenta de que toda la educación se ha basado en el acierto: el ejercicio de fotografía perfecta, el dibujo perfecto… Y eso te puede llevar a muchos aciertos, sí, pero si su misión era desatarnos la creatividad, ha habido una parte que nos la han llevado muy atada. Nos han dirigido mucho. No se ha valorado la capacidad de liberarse de nadie. Y no te digo nada trabajando en publicidad: ahí hay cero espacio, no puedes; el mercado no quiere experimentos».
Esa es la razón por la que, aunque se confiesa un enamorado de lo digital, el ilustrador anima a optar por el dibujo analógico para crear estos cuadernos de bocetos: «porque no hay CTRL-Z. Al final, saber que un paso que das lo puedes desandar automáticamente hace que tu cabeza se acomode y no seas valiente para sacar lo que estabas pensando». Es como andar por la nieve, explica Gatotonto, porque puedes ver los pasos que has dado. «Ver dónde te has equivocado, dónde has hecho mal una proporción, a mí me enseña».