Si a tu jornada laboral le sobran horas, busca un plan B

Jornada laboral con horas de más

¿Cuántas de las horas que debes pasar en tu puesto de trabajo dedicas realmente a tus obligaciones? O lo que es lo mismo, de las X horas que dice tu empresa que debes permanecer allí, ¿cuántas pasas mirando internet porque has terminado con lo que tenías que hacer, pero no te puedes ir a tu casa?

Vale, es verdad. En muchos trabajos, eso de que te sobran horas no es real. Es más, son la demostración empírica de la Ley de Parkinson («El trabajo se expande hasta llenar el tiempo de que se dispone para su realización»). Pero no es algo imposible, al menos en ciertos oficios.

Rob Walker, periodista experto en temas de recursos humanos, trató de buscar soluciones a esa situación en la que la obligación de pegar el culo a la silla hasta cumplir con el horario laboral convierte el trabajo en algo tremendamente aburrido. Y lo hizo en el artículo What to do about your incredibly boring job.

Jornada con demasiadas horas libres

Para Walker, la pregunta clave que debemos hacernos es qué preferiríamos hacer con esos ratos muertos en los que no tenemos nada que hacer. Pero remarca que somos nosotros mismos quienes debemos plantearnos esa cuestión porque no van a venir desde arriba a preguntarnos amablemente cómo podrían hacernos felices laboralmente ni se van a preocupar en reorganizar nuestro trabajo y las horas que pasamos en él para que sean productivas al cien por cien.

Una opción sería el escaqueo. Dedicarte a tus cositas en internet, siempre y cuando tengas la suerte de no trabajar en una compañía que controle el tráfico en la Red de sus empleados. («Sí, eso existe. lo he vivido», comenta con humor Enrique Tellechea). Tampoco ayuda mucho que tu pantalla del ordenador pueda verse desde cualquier ángulo. Ahí, especula jocosamente Tellechea, te queda solo una opción: escapar, salir pitando de la oficina con cualquier excusa, desde el «Me necesitan en…» o «Me han llamado de…» hasta el sobreactuado pero muy eficiente golpe de efecto de un enérgico «¡Al final tengo que ir yo a arreglarlo!». Cualquier excusa es buena para darte un garbeo por la oficina o fuera de ella, si le echas el morro suficiente y te buscas una reunión urgente con algún proveedor o potencial cliente.

Pero como suponemos que eres una persona seria y responsable, quizá sea mejor inclinarte por estas otras opciones.

SÉ AMBICIOSO, MY FRIEND

Ya sabes que te aburres, que te sobran horas que podías dedicar a otras cosas mas productivas. Indaga entonces qué proyectos interesantes se están haciendo en tu empresa y pide entrar en ellos. «Si lo que realmente te satisfaría es un día de trabajo más desafiante, desafíate a ti mismo», sugiere Walker. Habla con tu jefe sobre ello y piensa en las habilidades que te gustaría adquirir que ahora no tienes. Eso supondría un estímulo que te sacaría de la rutina y daría otra gracia al curro. Y si esos proyectos no existen, dale vueltas a la cabecita e idéalos tú.

Pep Torres, que además de su propia agencia creativa trabaja como director creativo de marketing en una consultora londinense, proponía en otro artículo de Yorokobu esa misma proactividad para evitar, también, caer en el aburrimiento. Es algo que, además, te hará ganar puntos de cara a tus jefes. Y te mantendrá entretenido en esos tiempos muertos que puedes tener durante tu jornada laboral. «Cuando tú tienes una idea, sea en el sector que sea (aunque sea el más aburrido), que pueda tener sentido te dejan espacio. Funciona en cualquier sector», asegura.

En definitiva, se trata de ser ambicioso.

NEGOCIA UN CAMBIO DE JORNADA

Seguro que has oído hablar de ello: la semana laboral de 30 horas (con sus luces y sombras) donde trabajas de lunes a jueves y el viernes libras. Así es la jornada laboral de Álvaro Martín, desarrollador de software en una pequeña consultora de informática en Madrid que trabaja principalmente para la Administración Pública.

Después de un periodo de excedencia de dos años, negoció con su empresa un cambio de horario. Y desde entonces, Martín ve su trabajo con más positividad. En su opinión, todo son ventajas. «Al trabajar menos días tengo la impresión de que la semana no es un maratón en el que hay que ir despacio para aguantar mucho, sino más bien un esprint en el que hay que trabajar intensamente durante menos tiempo». Ver el viernes tan cerca le ayuda a mantener la concentración, la intensidad y la motivación. «En este sentido he notado que mi productividad ha aumentado».

Jornada con demasiadas horas libres

Al estar su tiempo de trabajo más concentrado, puede fijar la atención de manera más intensa en los problemas que tiene que resolver. Y el poder compartir el tiempo de la comida con sus compañeros le ayuda a sentirse más integrado en el equipo.

A todo ello se suma el ahorro de tiempo. Al no ir a trabajar los viernes, deja de perder dos horas diarias en transporte, que en un mes, afina con precisión matemática, «suman 8 horas, como una jornada de trabajo». Pero la mayor ventaja para este informático madrileño se encuentra, sin duda, en la conciliación familiar. «Los viernes sirven para desconectar del trabajo y pasar un poco de tiempo de calidad con mis hijos. Es un día tranquilo en el que realmente cargo las pilas y estrechamos lazos en la familia».

En contra, solo dos cosas. Una laboral: «Los lunes me cuesta un poco más acordarme del estado en el que dejé las cosas el jueves anterior. Para ayudarme a aterrizar en la oficina he aprendido a llevar un diario de trabajo donde documento mi trabajo cada día y registro las tareas pendientes para la siguiente semana». Y otra personal: «Trabajar a jornada completa estos cuatro días me impide llevar y recoger a mis hijos del colegio, ya que salgo a las 7 de la mañana y llego a casa sobre las 6 de la tarde».

CONVIERTE A TU EMPRESA EN TU MECENAS

Joshua Glenn, escritor, editor y analista semiótico norteamericano, pasó por una situación parecida en una gran compañía. Para rellenar esas horas vacías de trabajo, empezó a pensar en su empresa como un mecenas, una especie de familia Medici que le proporcionaba «aire acondicionado, material de oficina y acceso a internet», además de algo mucho más importante para él: tiempo libre. Eso le sirvió para preparar sus primeros libros y para relacionarse con personas de su propio trabajo a las que admiraba y de las que podía aprender otra serie de cosas que no estaban relacionadas con su puesto.

Pasado un tiempo, se despidió y cofundó otra empresa donde poner en práctica lo aprendido. «No tenía un plan en particular ni una meta final en mente», comenta Glenn. «Pero era importante para mí usar ese tiempo creativamente, lo cual no es lo mismo que ser productivo».

Algo parecido, aunque por circunstancias diferentes, le ocurrió a Enrique Tellechea y eso es lo que este imaginador corporativo llama «provocar un cambio». Buscar, en definitiva, tu propio camino. Pero mientras ese momento llega, puedes aprovechar ese tiempo muerto para planificar tu futuro.

«Yo recuerdo una hoja Excel que tenía escrita y que se llamaba PLAN B», comenta. «En ella escribí de forma honesta, hace muchos años, las cosas que creo que sé hacer y las personas e ideas que podría iniciarlo. Mi PLAN B hoy sigue ahí y lo he actualizado, incluso ahora que estoy en una fase de éxito profesional y plenamente satisfecho con cómo me van las cosas. Y creo que es mejor escribirlo cuando no lo necesitas que cuando estás desesperado».

Jornada laboral con demasiadas horas libres

«QUE EL MIEDO NO TE ESCLAVICE»

Sin embargo, Pep Torres no opina igual. «No puedes aprovechar el tiempo para hacer tus proyectos porque a ti te pagan para rendir en la empresa». Él plantea una solución más radical: «O hablas con el CEO y le dices, “mire, yo esto lo hago en 4 horas; me sobran 4, qué hacemos” y buscas qué puedes hacer para rendir o has de marcharte. Porque, al final, tienes una única vida y has de vivir cada día como si mañana te fueras a morir».

Y da un último consejo: «Si ves que el trabajo de 8 horas te lo pules en 6, que tu jefe siempre te dice no a todo lo que propones, vete, no pierdas ni un segundo. Que el miedo no te esclavice».

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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