A Julio Camba no le gustaba escribir. Habrรญa preferido morirse de hambre antes que ser escritor. Asรญ lo dijo, pero hizo justo lo contrario. De un hombre que no soportaba leer en bibliotecas porque le daban ganas de fumar y que no fumaba en cuartos para fumadores porque le daban ganas de leer, no sorprende que no tuviera ningรบn interรฉs en el ejercicio metรณdico de su oficio. Ni que para escribir renegara de los escritorios. Para leer preferรญa la cama, a poder ser, una de un hotel; y tambiรฉn una visera verde.
Cuando escuchaba y volcaba sobre el papel, el periodista gallego se sentรญa tan peluquero como calamar y avestruz. Y tambiรฉn temรญa volverse idiota.
Camba quiso desmitificar los tรณpicos que envolvรญan su trabajo y por eso no dudรณ en burlarse de la inspiraciรณn y admitir que no decรญa mรกs que tonterรญas por el bien comรบn. Asรญ lo expuso en una de sus columnas: ยซLa cuestiรณn es pasar el rato, y yo no quiero callarme una tonterรญa que pueda divertirnos a todos para dรกrmelas de hombre serio y sesudoยป.
Pero esas tonterรญas estaban especialmente reservadas al escritor diario. Aquel que se enfrenta al papel en blanco todos los dรญas y tiene que entregar una columna irremediablemente antes de irse a dormir, tiene derecho a no decir genialidades โni a vivirlasโ constantemente.
ยซSi hoy escribimos una tonterรญa, tambiรฉn ayer hemos escrito otra y es de esperar que maรฑana lancemos una nueva. Nuestra tonterรญa tiene una perfecta continuidad en el tiempo, y el lector no la advierte porque ha olvidado su comienzo y no adivina su finยป, escribiรณ.
Su proceso creativo, si le hubiรฉramos preguntado a รฉl, posiblemente habrรญa sido inexistente. Pero las columnas recogidas por Francisco Fuster en Maneras de ser periodista (Libros del KO), permiten vislumbrar a un hombre cuya creatividad siempre aparecรญa en un cafรฉ o en la calle, nunca ante paisajes bucรณlicos. Para crear, Camba necesitaba el bullicio de la gente. Asรญ lo resumรญa รฉl: ยซEn plena naturaleza soy hombre muertoยป.
El peligro de volverse idiota
Camba creรญa que los escritores se volvรญan idiotas cuantos mรกs seguidores tenรญan. Un dรญa recibiรณ una carta de un admirador. Era un seรฑor de un pequeรฑo pueblo de Guadalajara. El arousano comenzรณ a sentir miedo ante la posibilidad de defraudar al รบnico hombre que le habรญa halagado por carta.
Cada vez que empezaba a escribir, pensaba en รฉl. A medida que avanzaba, se preguntaba si ยซle gustarรก este tema al seรฑor de Guadalajaraยป. Borrรณ, rehizo, y llegรณ a una conclusiรณn: ยซAhora comprendo por quรฉ tantos escritores malos tienen tantos y tan buenos admiradores. Con dos admiradores mรกs, yo me volverรฉ completamente idiotaยป.
[pullquote author=ยปJulio Cambaยป] A mรญ me parece, cuando escribo, que escribo en un escaparate, como unas muchachas que escriben en unos escaparates de Londres para hacer la rรฉclame de unas plumas estilogrรกficas, y que todo el mundo me ve. Entonces me siento invadido de vergรผenza[/pullquote]
รl ya se sentรญa observado cuando escribรญa, porque se dirigรญa a sus lectores como si con ellos compartiera una tertulia de bar. Lo que รฉl querรญa era que, cuando escribiera desde el extranjero, sus lectores acudieran a su cita diaria con รฉl como quien acude a un buen amigo para preguntarle si es verdad lo que dicen los periรณdicos.
El seรฑor de Guadalajara solo vino a acrecentar esa sensaciรณn en un hombre que, al menos al principio, era tรญmido. La vergรผenza quedรณ tambiรฉn reflejada en una columna en la que lamentรณ dedicarse al texto corto: ese era el que se leรญa.
Cuando mรกs admirado se sintiรณ Camba fue precisamente en la รฉpoca en la que no escribiรณ. รl se reconocรญa escritor poco fecundo y era capaz de arrancar asรญ una columna: ยซHace exactamente 10 meses que el autor de estas lรญneas no lo ha sido de ningunas otrasยป. Tampoco ocultรณ que la pereza era su ยซvicio centralยป y su ยซpasiรณn รบnicaยป. Convertir su trabajo en puro ocio era su รบnico anhelo.
Contra la inspiraciรณn
ยซA mรญ la naturaleza me produce una sola inspiraciรณn: la de dormirยป, escribiรณ pensando en el mar, fuente de inspiraciรณn para tantos. Camba creรญa que era muy fรกcil robar todo el romanticismo al mar. Sacar un poco de agua y dejarla en una palangana era suficiente para que el mar fuera de todo menos inspirador. Bueno, para quienes creyeran en la inspiraciรณn. รl tenรญa claro que eso no existรญa y que, de existir, no tenรญa ningรบn sentido que acudiera a los escritores y no a los cerrajeros y a los panaderos.
Camba decรญa que, cuando se creรญa que un escritor trabajaba solo bajo el influjo de la inspiraciรณn, el profesional de las letras ยซponรญa una cara mรกs aleladaยป. Ese gesto, sumado al aumento de incongruencias, era lo que le permitรญa que ยซse le consideraba mรกs cerca de la creaciรณn genialยป.
Lo fรกcil es concluir que un escritor que no cree en la inspiraciรณn es un hombre metรณdico que, fiel a unas rutinas, se esfuerza a diario por alcanzar el texto perfecto. Pues tampoco. Julio Camba odiaba escribir, o eso quiso hacer creer a sus lectores para quitarse mรฉritos.
Fiel a la creencia de que es el autor el que genera la inspiraciรณn dentro de sรญ, y no alguien que la espera, tratรณ de exponer los medios para obtenerla: ยซEl mรกs comรบn consiste, como ya hemos dicho, en soplar y resoplar, y tiene un carรกcter esencialmente neumรกtico, pero tambiรฉn hay quien se inspira rascรกndose el occipucio o royรฉndose las uรฑasยป.
[pullquote author=ยปJulio Cambaยป]
โฆyo no podrรญa trabajar nunca en una forma metรณdica. Yo no puedo leer en una biblioteca, que es, sin embargo, un establecimiento organizado para la lectura. Leo en la cama, que es un mueble hecho para dormir; pero en una biblioteca no leoยป. ยซY asรญ como no puedo leer en una biblioteca donde me entran ganas de fumar, ni puedo fumar en un smoking-room, donde me entran ganas de leer, asรญ no puedo tampoco escribir en un escritorio.
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ยซยฟPor quรฉ procedimiento se transformaba nuestra conversaciรณn en artรญculos y noticias?ยป, se preguntรณ. Para Camba, los periรณdicos se hacรญan solos. Entre cafeรญna, nicotina y charla, el periodista descubrรญa que el periรณdico, de pronto, estaba hecho. Hablaba la experiencia: ยซYo, el abajo firmante, he โtrabajadoโ durante dos aรฑos en un periรณdico que se hacรญa solo. Ordinariamente, los redactores nos reunรญamos en torno de una mesa muy grande, pedรญamos cafรฉ y comenzรกbamos a charlar y a fumar pitillosยป.

En su intento constante de restar importancia a su proceso creativo, Camba llegรณ a sugerir el paralelismo mรกs escatolรณgico posible con elegancia. Lo dijo sin decirlo: ยซPara hacer un artรญculo yo me encierro por las tardes en un cuarto con un poco de papel. Allรญ comienzo a hacer esfuerzos y el artรญculo sale. Unas veces sale fรกcil, fluido, abundante; otras sale duro, difรญcil y escaso, pero siempre saleยป.
Decรญa Camba que รฉl en sus crรณnicas se veรญa como ยซuna rana que estuviese en un frasco de alcoholยป y que su sistema digestivo producรญa artรญculos como si se tratara de un avestruz. La rana no fue el รบnico animal con el que se comparรณ al hablar de su trabajo. El calamar se le antojรณ muy parecido al periodista por dos razones: ยซPuede tomar a voluntad el color que mรกs le convenga y en que se defiende con la tintaยป.
El avestruz, por su parte, ยซlo convierte todo en cosa de comer y lo digiere todo: el articulista lo reduce todo a un artรญculo periodรญsticoยป. Ese era, en resumen, su problema con el mar: que รฉl podรญa reducir toda su hermosura a una columna.