Kelli Anderson ha creado un libro que, entre otras muchas cosas, incluye en su interior un planetario que se ilumina con la linterna del móvil. Un trabajo imaginativo, de impecable factura, que demuestra que se puede explicar ciencia con unos cuantos papeles bien plegados.
«Me interesa mucho aprender cómo influyen mis trabajos en el mundo que me rodea. En algunos casos eso se limita a saber cuál es el efecto del color rojo en un logotipo. En otros casos supone saber cómo funciona una mesa o todo un restaurante», explica Anderson que, a pesar de desarrollar también su trabajo en campos como la ilustración o la animación, se encuentra más cómoda con la definición de «diseñadora»: «Es un término suficientemente amplio como para adaptarse a mis intereses y a todas las cosas que hago que, a veces son dibujos, a veces trabajos de diseño y en otras ocasiones libros».
Uno de esos libros es This book is a planetarium, un libro desplegable que incluye herramientas como un altavoz, un espirógrafo, un calendario perpetuo o un instrumento musical que funcionan perfectamente y que tienen una particularidad: están hechos con papel.
«El papel es un material fantástico justamente porque nadie espera nada de él. Por eso pensé que, si era capaz de hacer algo con papel que realmente funcionase, sería una magnífica vía para conseguir que el lector se interesase por cómo funciona lo que se le está contando», indica. «Esto es así porque la tecnología moderna, dado que no se puede ver el mecanismo, no ayuda a que nos conectemos con el mundo físico y lo entendamos. Sin embargo, el papel no tiene partes ocultas y eso permite ver más claramente cómo actúa la física en una guitarra de papel. Con una guitarra eléctrica, por ejemplo, es más complicado».
Resulta paradójico, pero el problema principal con el que se encontró Kelli Anderson a la hora de hacer su libro fue precisamente el choque entre las técnicas artesanales y la tecnología moderna. Muchos de los prototipos, diseñados con técnicas manuales, entraban en conflicto con la producción industrial.
«Todos los prototipos fueron diseñados y producidos en mi estudio con un plotter y montados a mano. Sin embargo, los libros se fabrican en masa. Se imprimen y troquelan en máquinas, pero se encolan y ensamblan en una larga mesa llena de gente que, por muy rápido que trabajen, tienen que presionar con la mano durante diez segundos los puntos de encolado. Por eso, aunque el resultado final responde casi en su totalidad al prototipo inicial, tuvimos que hacer varios cambios para adaptar el diseño a los procesos de producción».
A pesar del innegable trabajo de autor que hay en This book is a planetarium, para sacar adelante un proyecto de estas características es imprescindible dejar el ego a un lado y saber adaptarse a las necesidades de todos los actores implicados. Por ello, además de hacer esos pequeños ajustes en el diseño, Anderson confió en su editor para que eligiera el tipo de papel más conveniente y que mejor encajaba en el presupuesto disponible.
«Salvo que el papel fuera mate, que era una cosa que tenía claro, todo lo demás lo dejé en manos de mi editor, que seleccionó el papel de la variedad que el impresor tenía en su propio almacén», explica. «No se encargó ningún papel especial. Mi empeño por el mate era sencillamente porque los papeles brillantes suelen asociarse con libros para niños y yo quería ampliar un poco más la edad a los lectores a los que iba dirigido el libro».
This book is a planetarium está pensado para todo tipo de audiencias. Desde niños a adolescentes o adultos. En definitiva, para cualquiera que esté interesado en saber cómo funciona el mundo que le rodea y considere que una demostración práctica facilitaría ese proceso.
«Cuando aprendemos física en la escuela se suele hacer recurriendo a abstracciones y matemáticas. Conozco muchos adultos que reconocen haber aprendido más jugando con el altavoz o la guitarra del libro que en clase. Eso es sencillamente porque, en ocasiones, aprendemos más interactuando con algo que leyendo sobre el tema», indica.
Después de conseguir crear todo un planetario, Kelli Anderson ya está trabajando en un nuevo proyecto. Se trata de algo parecido a una pequeña discoteca, también en papel: «Estoy diseñando un tocadiscos de papel que funciona y que está dentro de un libro desplegable. Creo que por cuestiones de tamaño y producción solo podrá reproducir singles de siete pulgadas, aunque estoy en ello. Aún quedan por resolver algunos problemas de diseño pero, por el momento, suena muy bien».
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