Cuando a Alejandro Torres Martín (Canarias, 1998) se le pregunta si es rapero, youtuber o gamer, frena su discurso atropellado y empieza a dudar. «Supongo que soy youtuber porque no subo más que canciones a Youtube. Aunque también soy gamer, porque llevo jugando desde muy pequeño y me encantan los videojuegos. Pero sobre todo soy rapero», acierta a concluir, «dentro y fuera de Youtube». La mezcla de estas tres aficiones ha parido a Keyblade, el alter ego de Torres Martín que amasa adeptos a base de vídeos que mezclan la cultura friki con los ritmos sincopados del rap, algo así como si Eminem se sentara a componer con Sheldon, de The Big Ban Theory.
El hip hop es una música callejera que nació como forma de protesta en los suburbios neoyorquinos durante los años 70. Poco queda de este espíritu reivindicativo en los vídeos de Keyblade, sin embargo la esencia del rap se respira en su planteamiento. Las típicas batallas de rap, en las que los raperos miden su ingenio insultándose con frases ingeniosas, se entonan en su canal con protagonistas atípicos. Pikachu le espeta a Agumon lindezas como «puedes comerme mi cola férrea», mientras que el líder de los digimon se mete con el más famoso de los pokémon recordándole que «Ash sigue sin pasar la pubertad después de 16 temporadas que siguen todas igual».
La fórmula se repite variando de personajes: Homer contra Peter Griffin, Sonic contra Mario. Hulk, Superman, Batman, Thor… Son las épicas batallas de rap del frikismo, canciones en las que se mantiene el ingenio y la mala baba típica del género y se introducen elementos atípicos como la cultura pop y el conocimiento de la realidad más friki. La chulería del rap y el orgullo geek en canciones de tres minutos.
Un hobbie hecho negocio
Desde hace unos años, vivir de Youtube es posible. «Antes conseguir entrar en una network [empresas externas a Youtube que administran la publicidad de los vídeos ayudando a monetizarlos] era muy difícil», reconoce Keyblade. «Ahora hay canales con 50 suscriptores que pueden ganar algo».
El portal especializado Socialblade cifra ese algo entre los dos y tres dólares por cada mil visitas, una cifra que se tiene que repartir entre Google (dueña de Youtube), la network que administra la publicidad y el creador de contenido.
Con más de un millón setecientos mil seguidores Keyblade puede vivir de Youtube, pero no se confía. Está estudiando ingeniería informática para que en un futuro no solo cante a los videojuegos, sino que también los diseñe.
«Puede que Youtube desaparezca dentro de unos años», justifica, «puede que yo pierda fuelle». De momento ese día parece lejano. El canal de Keyblade ocupa el puesto 18 entre los más vistos de España. Eso lo sitúa por encima de Antena Tres (en número de seguidores, que no de visualizaciones) y lejos de usuarios como Pablo Alborán (que supera por poco el millón de suscriptores), Melendi (cerca del medio millón) o La Sexta (370.000).
La razón de este éxito hay que buscarla en distintos factores. Más allá de la calidad de su trabajo, Keyblade se dedica a un sector, el de los videojuegos, que tiene especial impacto entre la comunidad de Youtube. Además lo suyo son canciones. Como él mismo explica «un gameplay [partida de videojuego grabada y normalmente comentada por el jugador] lo vas a ver una sola vez, una canción la puedes repetir muchas veces sin cansarte». Así Keyblade sigue sumando visualizaciones, ganando notoriedad y monetizando un canal que nació sin grandes pretensiones.
No se atreve a hablar de fama, aunque en su reciente visita a la feria Madrid Games Week no paró de hacerse selfis y firmar autógrafos. No tiene que pedir la paga y sus padres ya no le regañan por pasarse el día jugando a la Play.
«Al principio les daba un poco igual», reconoce, «ahora son fans a muerte. Quieren ser los primeros en escuchar mis canciones y se leen todos los comentarios de mis vídeos». Por lo demás, Keyblade tiene una vida de lo más normal. Vive con sus padres en Canarias, divide su tiempo entre la universidad, sus amigos y sus nueve consolas. Tiene proyectos en mente. Planea sacar un disco con sus canciones más serias.
«También me interesan la política y la cultura», argumenta, defendiendo que hay un Keyblade más allá de los videojuegos y el anime, elementos que por otro lado defiende a capa y espada. Las auténticas batallas de Keyblade son contra los prejuicios. Contra aquellos que piensan que el rap es música para adolescentes y los videojuegos un pasatiempo menor. «Es arte, puede llegar a ser arte», defiende en una alocución que puede aplicarse a las dos disciplinas.
Prefiere el rap español al estadounidense, la Play a la Wii, y los juegos de Super Mario a los de Sonic, aunque este último le parece más carismático. Keyblade tiene las ideas claras. Pasa las tardes jugando («unas dos horas al día, no más”) o viendo series anime.
«Suelo hacer quedadas por Skype con varios amigos para verlo y comentarlo todos a la vez», apostilla. De estas experiencias le nacen las ideas para hacer canciones, aunque reconoce que también acepta las sugerencias de su nutrido grupo de seguidores.
Cuando tiene en mente la serie o el videojuego sobre el que va a componer se pone a consumirlo con una libreta al lado donde va «apuntando ideas, posibles bromas o detalles que me llaman la atención». Después viene el proceso de composición que compara con una partida de videojuego. «Puede costar más o menos, pero al final la saco». Y por último colgar los vídeos, esperar los comentarios y empezar a pensar en la próxima batalla friki. De momento hay muchas en el horizonte, Keyblade está dispuesto a seguir dando guerra.