Llega la Navidad. Un señor gordo con barba en pijama rojo, tres ricos inmigrantes o el propio niño Jesús traen regalos a los niños buenos. Pero si se han portado mal, un poco de carbón dulce y asunto arreglado. En Austria, que son gente tan seria que es de los pocos países europeos que mantienen con las tres grandes agencias crediticias la máxima nota, tienen un incentivo mayor para que los infantes se porten bien. Si los niños son egoístas y malvados, una horda de demonios Krampus les pegará con varas y los llevará al infierno.
Los Krampus están cubiertos de pelo, tienen cuernos, pezuñas y una larga lengua roja. Armados con un matojo de ramas, golpean a los niños malos. Para los casos extremos cargan con una cesta a la espalda para llevárselos al infierno. En la víspera del día de San Nicolás-6 de diciembre-, cuando en las calles se escucha el ruido de los cencerros, es que viene el Krampus.
La folklorista Nora Witzmann, del Austrian Folklore Museum, explica que el Krampus es uno de los acompañantes de San Nicolás. Los demonios cargan con cadenas, símbolo de que están bajo su control. La leyenda de San Nicolás, obispo de Myra (Demre, Turquía) muerto en el siglo IV, habla de un protector de los pobres y un donante de regalos.
Entre los siglos XII y XIV se empieza a relacionar al santo con fiestas paganas y el día de celebración de San Nicolás se fija para el 6 de diciembre, dando lugar a la tradición de hacer presentes a los niños ese día.
A principios del siglo XVI, el reformista Lutero, decidido a atacar la veneración de los santos, promueve el día 25 de diciembre como día de recibir regalos bajo los auspicios del niño Jesús (Christkind). Pese a los diversos ataques eclesiásticos, Krampus sobrevive en las altas montañas de los Alpes. Pero cuando Krampus gana en popularidad es a finales del siglo XIX y principios del XX con las tarjetas navideñas ilustradas con este demonio mientras castiga a niños, acompaña a San Nicolás o se lleva a respetables señoras con libidinosas intenciones.
El libro The Devil in Design recoge una gran selección de estas imágenes. La Primera Guerra Mundial paró la producción y la tradición del Krampus fue prohibida en Austria por la dictadura de Engelbert Dolflfuss en 1934. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Krampus volvió a aterrorizar a niños y mayores, tanto que a mediados de los 50, bienpensantes educadores del país, creyendo que los infantes podían quedar traumatizados por la aparición del demonio, hicieron campaña contra él.
Desde 1990, la tradición ha cobrado un nuevo impulso y se comienzan a organizar cada vez más desfiles con Krampus como protagonista, llegando a doblarse el número de asociaciones que participan en estos actos. Recientemente han cruzado el charco y pueden encontrarse algunas krampus parades en EE UU, siendo la pionera como tantas otras veces San Francisco.
Witzmann habla de la necesidad del Krampus como una figura educacional, un compañero necesario de San Nicolás para los niños malos. Una rutina de poli bueno/poli malo en la que uno lleva la lista de los que se portan bien y el otro la de los que se portan mal. Pero Krampus no es el único extraño compañero de viajes de San Nicolás. Este santo, que tiene su deriva en Santa Claus por la pronunciación neoyorkina del nombre holandés de Sinterklass, tiene otros acompañantes que llevan a la web St Nicholas Center a “aborrecer estos personajes y tener la esperanza de que San Nicolás solo sea acompañado de los ayudantes necesarios por razones prácticas [sic].
En parte de Francia y Luxemburgo está el Housécker, un malvado carnicero condenado a seguir a San Nicolás como castigo por atraer a los niños perdidos a su tienda; en Alemania está Knecht Ruprecht, un asistente que le lleva los regalos y una vara para los niños malos; en las tradiciones checas y eslovacas un demonio acosa a los impúberes hasta que es detenido por un ángel… Polis malos para hacer más bueno a San Nicolás.