La cara B de los pioneros gráficos

27 de enero de 2014
27 de enero de 2014
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No toda innovación llega haciendo mucho ruido. Frecuentemente se produce ocupando terrenos muy pequeños, minúsculos incluso, como fue el caso de las cajitas de fósforo que Pepe Cruz Novillo elaboró en 1968. Un encargo que se podría haber resuelto de manera rutinaria acabó siendo un valiente ejemplo de las posibilidades que tenía la intersección entre el diseño y la ilustración en una época en la que esta disciplina apenas contaba con reconocimiento en la sociedad española.

El blog Pioneros Gráficos encierra esta y muchas otras microhistorias sobre las figuras que contribuyeron a construir el grafismo en España. Es muy probable que te hayas cruzado con sus obras e identidades gráficas a lo largo de le península, pero aquí se busca lo menos conocido.

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«Es un espacio para dar a conocer trabajos que tuvieron menos repercusión de figuras cuyas obras son ampliamente conocidas. Intento que no sean imágenes entrañables. Es fácil caer en la nostalgia dejando pasar la calidad. Solo busco cosas que aporten de verdad», Emilio Gil, creador del blog. El diseñador veterano ya ha ejercido como comisario en numerosas exposiciones y libros dedicados a esta generación. Su publicación, que lleva dos años en línea, es una oportunidad para seguir divulgando este tema «y no cerrar capítulo a un periodo tan fascinante».

– En el interior del blog se encuentran piezas como las gráficas que Enric Huguet realizó para los Laboratorios Uriach. Según Gil, Huguet siempre consideró la profesión de diseñador gráfico como la de «un poeta y un lingüista de las imágenes visuales del mundo. La poesía da emoción y calor al mensaje. La lógica del lingüista introduce claridad a través de la correcta articulación del mensaje. En toda obra debe haber emoción, sentimiento y claridad».

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– En 1955, solo dos años antes de la colocación de la primera valla con la silueta del toro de Osborne, su autor Manolo Prieto dibujó una serie de viñetas para la revista Toros en El Puerto que apenas han recibido difusión. «Tuve la suerte de poder entrar en su estudio. Era un espacio austero con un tablero inclinado. No tenía ayudante y me pregunté cómo fue capaz de crear tanto completamente solo. Es impresionante», cuenta Gil sobre el diseñador y artista gaditano.

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– En el caso de los carteles de San Isidro entre el año 1939 y 1975, Gil rescata trabajos de diversos diseñadores en los que se «manifestaban una alegría y conceptualidad moderna, alejándose de la influencia religiosa que pudiera emanar de la figura del santo patrón como condicionante».

El fundador de Tau Diseño los contrapone con una tendencia actual hacia carteles meramente informativos: «cumplen con su efímera misión anunciadora y no generan patrimonio artístico, que es el verdadero legado que nos dejaron estos pioneros gráficos».

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– En los últimos años se ha hablado bastante sobre estudios de diseño que están produciendo buenos trabajos sin estar en Madrid o Barcelona. Murcia ha sido uno de los casos más reseñados reforzando la noción de que es posible llegar lejos sin estar en las grandes capitales. Pero ya en los años 50 y 60, Amador Garrell realizó una serie de obras muy interesantes en la ciudad de Granollers donde pasó casi toda su vida.

«Garrell desplegó a lo largo de cuatro décadas una actividad profesional estrechamente relacionada con la vida comercial, cultural y ciudadana de su localidad. Su trabajo es una magnífica síntesis entre lo local de sus contenidos y lo universal de sus recursos, en línea con las corrientes gráficas internacionales del momento», resume el responsable de Pioneros Gráficos.

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– En diseño editorial, la revista Tele Guía, que se editó entre 1964 y 1968, fue una revista para jóvenes con una apuesta atrevida por la parte gráfica. Un contraste radical con el conservadurismo que imperaba en esos años.

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– Con sus encargos para la industria farmacéutica durante los años 60, Antoni Morillas demostró que era posible experimentar en un sector tan rígido: “cuestiones como la identidad de artista no le interesaban tanto como la experimentación gráfica y plástica por sí misma, que desarrollaba para enriquecer el proyecto de diseño”, en palabras de la historiadora Anna Calvera recogidas por Pioneros Gráficos.

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– De una serie de carteles de Fermín Garbayo realizados para la Gran Corrida de la Beneficiencia, Gil destaca la valentía de unos recursos gráficos que se convirtieron en piezas de arte. «Toros y toreros que se convierten en ‘criaturas de papel’ como le gustaba llamar a los personajes de sus carteles».

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Con estos y muchas otros trabajos que reseña en su blog, el diseñador y divulgador quiere seguir reivindicando el talento de esta generación que logró tanto con muy pocos medios. «No tenían herramientas ni tenían lo digital para trabajar a gran velocidad. Eran procesos lentos y uno se relacionaba con empresas que como mucho tenían 20 tipografías. Sin embargo los resultado era muy potentes. Jugaba a la contra y a favor. Te obligaba a buscar soluciones por otro lado».

Sin las fuentes constantes de estímulos que proporciona internet ni acceso a muchos medios internacionales, «ninguno tenía excesivo interés en estar a la moda y eso les permitía saltarse el guión cuando querían. No tener ese peso les otorgaba mucha libertad creativa».

Frente a «la obsesión por la especialización actual», Gil resalta la versatilidad de estos creadores. «Muchos de ellos acabaron perdiendo interés en el diseño y se pasaron al arte». Estas inquietudes a la vez alimentaban la calidad de sus trabajos profesionales.

«No intento hacer de abuelo cebolleta diciendo que todo lo que venía antes era mejor. Procuró que tomemos lecciones de ellos. Que tomemos nota de los que aportaron. Está claro que no son circunstancias iguales. La oferta de diseñadores era muchísimo menor. Posiblemente en estos momentos cada año están saliendo 800 diseñadores al mercado, si sumamos escuelas y posgrados particulares. En aquel entonces solo entraba gente que se había empeñado en serlo porque no existían estudios. La demanda era menor».

Otro aprendizaje que Gil saca de esta era es la necesidad de que el diseñador vuelva a trabajar más de cerca con clientes que tienen el poder de tomar las decisiones. «Ahora se pasa por muchos intermediarios e interlocutores que no tienen la última palabra. Aunque había pocos clientes que entendían el valor del diseño, cuando llegaba uno se producían situaciones mágicas como el caso de Huguet, donde se puede ver un gran entendimiento con el señor Urtiach que le encargó los trabajos directamente».

Gil continúa buceando en archivos, visitando estudios y recibiendo material interesante para seguir alimentando el blog con el propósito firme de seguir divulgando sobre los pioneros gráficos. «Es una cuestión de justicia reconocer lo que hicieron».

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