La energía solar le hace un corte de mangas al queroseno en el Amazonas

Cuando el sol se pone en el Amazonas, la oscuridad reina. Los sonidos se intensifican, todo parece más amenazador. Urge buscar la luz, pero la electricidad no llega hasta muchas de esas poblaciones. Para alumbrarse, deben recurrir al queroseno. Es lo único a lo que tienen acceso, pero a cambio de la luz que consiguen con lámparas que funcionan con este combustible fósil, altamente contaminante y tóxico, entregan también la salud.

Fuera de sus casas, los ruidos de la selva les recuerdan que la vida tiene que seguir su curso y que no pueden pararse porque no tengan un interruptor que traiga la luz con un clic. Para paliar los gases que desprenden las lámparas de queroseno, muchas veces esas personas salen de sus casas para continuar su actividad al aire libre. Cualquier cosa que les permita respirar y ver sin tener que dejarse los pulmones. La salud es un derecho, pero a ellos no les queda más remedio que renunciar a él para poder iluminarse.

Hasta que un día llegó a esta zona un ingeniero madrileño experto en energía llamado Eugenio García Calderón. Traía en su mochila un sueño, el de hacer llegar una energía limpia y sostenible a cualquier lugar del mundo, y unas pequeñas linternas cuadradas que conseguirían, decía, iluminar los hogares de los habitantes de la cuenca del Amazonas en el municipio de Breves, Brasil, sin necesidad de utilizar el queroseno.

Esas lámparas funcionan con energía solar. Constan de un panel solar que almacena esa energía en una batería que es capaz de dar luz durante ocho horas. «El panel solar dura unos 30 años, la luz led son 50.000 horas, que también son bastantes años, y el cuello de botella está en la batería», explica García Calderón. «La lámpara dura cada día 8 horas. Pero la batería hay que reemplazarla —depende del uso— cada 5 o 10 años después de haberla utilizado. Esa batería se recicla y se pone una nueva o una reutilizada de otra aplicación, pero que también dura 5 años. También es verdad que como la tecnología va mejorando, cada vez duran más. Ya tenemos baterías que pueden llegar a 15 años».

Eugenio García Calderón es el fundador de Light Humanity, una organización que nació en 2018 con el objetivo de combatir el cambio climático y reducir las desigualdades, impulsando proyectos de acceso universal a la energía solar en zonas rurales que dependen de combustibles fósiles.

Como experto en energía, su primer proyecto fue construirse una bicicleta solar con la que dio la vuelta a España. El mensaje que quería trasmitir, en una época en la que existía un impuesto al sol, era que la energía solar no solo era sostenible, sino que permitía hacer funcionar cualquier vehículo. «Se llamó Pedaleo solar», rememora el ingeniero. «Fue una lucha conmigo mismo para construir esa bicicleta y empezar a recaudar fondos con los que montar ese proyecto».

Light Humanity

Para entonces, ya tenía en mente la fabricación de unas pequeñas lámparas solares que consiguieran llevar la luz a poblaciones africanas, su siguiente aventura tras la vuelta a España. Lo que buscaba con Pedaleo Solar era reivindicar una causa: el acceso universal a una energía limpia y sostenible.

Pero se cruzó el amor en su vida. Gracias a su pareja de entonces, que era brasileña, viajó hasta Latinoamérica y allí descubrió las poblaciones que vivían en la ribera del Amazonas. El amor acabó, pero él continuó viajando por el continente para conocer de primera mano la realidad de esas poblaciones y cómo ayudarlas. El resultado son estas lámparas solares que ya han llevado la luz a más de 20.000 personas, han evitado la emisión de más de 38.000 toneladas de CO2 a la atmósfera y están permitiendo cumplir el gran sueño de Light Humanity: acabar con el queroseno en el Amazonas.

Para ello, establecen un sistema de microcréditos con los que ayudan a esas familias riveirinhas a financiar las lámparas para que consigan pagarlas en un año. «Al final, lo que dejan de gastar en queroseno por lo que dura la vida de la lámpara les sale muy bien», explica García Calderón. «Hay que hacerles una educación financiera y ayudarles a echar cuentas. Decirles lo que se gastan en queroseno y lo que se ahorran con esa lámpara que les va a durar años». Las ventas en España y Europa de los Solar Cubes, que es como han bautizado a estas lámparas solares, financian su fabricación y distribución.

El equipo de Light Humanity ha crecido desde su fundación. Solo en el Amazonas ya hay 20 personas trabajando, todas pertenecientes a esas comuninades brasileñas. Porque parte del éxito del proyecto está en implicar a esas poblaciones en la fabricación y distribución de las lámparas, así como en la organización empresarial. «La mayoría son mujeres multiplicadoras de luz, como las llamamos. Las formamos para que sean capaces de hacer la distribución, dar esa financiación a las familias, hacer esas prorratas, y se encargan del mantenimiento y reparación de las lámparas. Y ahora también las queremos involucrar en la fabricación, que sea algo más artesanal».

Tanto, que están experimentando con prototipos de Solar Cubes hechos con cáscara de coco y otros materiales diferentes, dependiendo del país en el que se fabriquen. Las que se venden y distribuyen ahora desde España están fabricadas con ABS (siglas en inglés del acrilonitrilo butadieno estireno), un plástico mucho más resistente que los demás y que tiene parte de material reciclado.

Pero el ingeniero madrileño afirma: «Queremos evitar utilizar el plástico básicamente porque requiere unos procesos industriales que consumen una energía X y que no se pueden trasladar por igual a todos los lugares. La intensidad energética de la fabricación del plástico es bastante más alta, aunque es verdad que cuando ya lo magnificas y lo haces a gran escala, reduces bastante la huella ecológica. Pero la idea es hacerlo a nivel local y eso va a costar. Ya tenemos prototipos y ahora es ver cómo podemos fabricar miles de ellas».

Light Humanity tiene una tienda online en la que es posible comprar estas lámparas y otros productos que funcionan también con energía solar. Pero para conseguir su propósito de hacer llegar esta energía también al Amazonas y a comunidades indígenas de Perú, Ecuador y otras partes del mundo, cuenta también con donaciones y otro tipo de ayudas.

Una es el apoyo de empresas como las bodegas Ramón Bilbao, que les ayuda a visibilizar el proyecto con la venta de un pack específico que incluye dos botellas de Ramón Bilbao Reserva y una Solar Cube. Por cada pack que vendan, la bodega se compromete a enviar una lámpara solar al Amazonas. Esta colaboración forma parte de su campaña Descubriendo Sueños Únicos, que arrancó en 2019 con el objetivo de poner en valor ideas que contribuyeran al desarrollo de iniciativas emprendedoras y sociales.

En otras ocasiones, otro tipo de negocios ofrecen sus tiendas online y físicas para vender los productos de Light Humanity a margen cero o con un margen de beneficios mucho menor para que lo recaudado se destine directamente a la producción de estas lámparas. Y también cuentan con la ayuda oficial de organismos como la Oficina de Cooperación Internacional de Brasil y la Agencia de Cooperación Española.

QUE LA LUZ LLEGUE TAMBIÉN A LA CAÑADA REAL EN MADRID

Tener luz en una gran ciudad como Madrid es algo que tenemos tan asumido que por eso resulta increíble que se den situaciones como la de la Cañada Real. Mientras el gobierno autonómico, el nacional y las compañías energéticas siguen pasándose la pelota de un tejado a otro, Light Humanity ha intentado paliar los problemas derivados de la falta de suministro energético en esta zona de Madrid.

En un primer momento, cuando surgió este problema hace ya meses, la organización distribuyó allí de forma urgente y como emergencia una cierta cantidad de sus lámparas solares. Ahora, con algo más de calma y de tiempo, están creando otro tipo de sistemas para llevar la electricidad a esa zona. «Lo que estamos haciendo ahora son los sistemas solares y familiares donde utilizamos baterías de vehículos eléctricos y paneles solares reutilizados. Y en lugar de costarles este sistema 6.000 o 10.000 euros que costaría en el mercado, a estas familias les cuesta 2.000 euros. Ya hemos llevado esa energía a 12 familias y estamos esperando para dársela a otras 60», explica Eugenio García Calderón.

Pero reconoce que queda mucho por hacer. «Son familias que tienen poca capacidad de pago y tenemos que conseguir la financiación para que alguien nos preste el dinero y podamos nosotros prestárselo a los habitantes de la Cañada Real. Que esos 2.000 euros los puedan pagar en tres años, 70 euros cada mes, en función de los ingresos que tengan (renta mínima de inserción, pensiones sociales, trabajos esporádicos…)».

«Esas baterías y paneles solares reutilizables las lanzaremos también en packs para que cualquier familia en España los pueda comprar igualmente», añade el ingeniero madrileño. «Porque ahora mismo hay muchos materiales reutilizables que no se están aprovechando y es fundamental, sobre todo ahora, con esta ola que nos viene de vehículos eléctricos y sus baterías, que dejan de ser útiles en un coche, porque pierden kilómetros, pero aún les quedan 20 años de vida útil ya que son baterías muy buenas pensadas para durar, que en una casa te pueden servir».

Y DESPUÉS DE LAS LÁMPARAS, BARCOS SOLARES

De vuelta al Amazonas, el de las lámparas solares no es el único proyecto que Light Humanity quiere poner en marcha allí. Ahora proyecta llevar y fabricar barcos solares.

Su idea es construir dos tipos de barcos. El más sencillo funciona con pedaleo, como los patines de playa que estamos acostumbrados a ver. En el caso del que proyectan, tendría una capacidad para 25 personas y está pensado como barco escolar.

El combustible de estos barcos que recogen a los niños de distintos pueblos a lo largo del río para llevarlos a la escuela se agota a mediados de cada mes. Cuando esto ocurre, los pequeños no pueden ir al colegio hasta que se consigue financiación para volver a comprar ese combustible. Un barco a pedales puede ser la solución.

«No queremos hacerles dependientes de baterías y de paneles para que puedan tener una movilidad más rápida que ir remando», explica García Calderón. «En los brazos tenemos solo un cuarto de la potencia que tenemos en las piernas. La idea es trasladar esa potencia al transporte. Darles esas herramientas para que puedan hacer esos hidropedales en los que pedalean muchos a la vez, y alcanzar una velocidad apenas sin esfuerzo. Intentaremos hacer barcos que sean familiares, hasta 5 personas, y otros con mayor capacidad, hasta 40 personas, que tengan unos 15 o 20 metros de eslora».

El siguiente paso, comenta el fundador de Light Humanity, sería instalar en esos hidropedales motores de bicicleta supereficientes y poco potentes que funcionaran con paneles solares, y ayudar, de esta manera, al pedaleo.

«Y el siguiente paso, aún mayor, sería ponerle unos paneles más grandes, una batería más grande, quitarle los pedales y que sea un barco puramente solar y eléctrico que les permita conectarse con la ciudad más cercana, porque ya es un viaje más largo como para hacerlo pedaleando».

También están poniendo en marcha el Centro de Innovación para la Soberanía Energética, cuyo objetivo es conseguir que sean esas propias comunidades ribereñas las que desarrollen y pongan en marcha este tipo de soluciones, y que puedan compartirlas a través de esa plataforma. De esta manera, conseguirían coordinarse entre sí para poder innovar.

Cae la noche otra vez en el Amazonas. Los ruidos de la selva rompen el silencio que trae la oscuridad, pero ya no son tan amenazadores. La luz del sol brilla dentro de las casas riveirinhas y aleja los miedos que a veces acompañan a la noche. Otra energía es posible. Solo hacía falta soñar con hacerla realidad.

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