‘La fabulosa señora Maisel’: detrás de un hombre mediocre hay una mujer brillante

«¿Quieres ser cómica? Ningún hombre irá a ver si eres graciosa. Mientras hablas, todos los tíos estarán pensando en follarte. ¿Quieres ser cómica? Tienes que ser gorda o tener pito».

Son los consejos que Midge (Rachel Brosnahan) recibe de una estrella del monólogo en La fabulosa señora Maisel.

Midge es bonita a la manera de las mujeres bonitas de las películas a caballo entre los años 50 y 60. Podría haber salido de un catálogo de moda de grandes almacenes diseñado por la agencia de publicidad Sterling Cooper (Mad Men).

«¿Eres monologuista porque no sabes cantar?».

Es otra pregunta que Midge debe replicar durante los ocho capítulos de La fabulosa señora Maisel. Una mujer puede soñar –si es bonita y tiene cierto talento– con ser actriz o cantante. La otra opción es el matrimonio. ¿Subirse a un escenario como Bob Hope?

Antes de la charleta de la estrella y las dudas de otros hombres y mujeres, Midge se ha regenerado. Ha pasado de esposa modélica y económicamente dependiente a mujer autosuficiente y segura de sí misma. La primera secuencia del primer capítulo nos da una pista:

«¿Quién propone un brindis en su propia boda? Yo».

Es la primera línea de diálogo de Mitch. Nos advierte: esta joven esposa un tanto aniñada e ingenua no es la mujercita que creéis y que ella misma cree ser.

A continuación Midge relata cómo a los seis años decidió estudiar literatura rusa y llegó a una prestigiosa universidad femenina:

«Era un lugar mágico donde resolvería los misterios del universo y conocería a mujeres brillantes, almas gemelas. Pero aquellas aventuras eran el preámbulo de mi destino final: conocería a un hombre».

Un mujer brillante detrás de un hombre mediocre

El matrimonio es una no-historia que conocemos por otras películas y series… y la vida misma, aunque esté edulcorada con un tono y un ritmo propio de los musicales de Stanley Donen. El mismo brindis que mezcla relato y escenas del pasado tiene aire a Cantando bajo la lluvia.

Así pasa la futura protagonista de querer desentrañar la vida a complacer a Joel, su marido: atenta y hermosa las 24 horas. Además, alienta el sueño de Joel de ser monologuista a pesar de que él carece de talento y método. Detrás de un hombre mediocre, una mujer brillante que se desvive por él.

Debacle y resurrección

La noche que el marido abandona a Midge ella comienza a vivir. Un punto de giro clásico en las historias protagonizadas por mujeres: la debacle.

¿Por qué no comienza La fabulosa señora Maisel con los sueños de Midge? Porque ella aún no sabe lo que quiere y ha sido educada para ser una esposa (además judía) en los años 50.

Aquella noche Midge se sube borracha al mismo escenario en el que el marido intentara arrancar unas risas. Tan solo se desahoga, pero consigue carcajadas donde su pareja fracasara. Aquí Susie (Alex Borstein) encuentra una oportunidad de entrar en el negocio de la representación artística con Midge como única cliente.

‘La fabulosa señora Maisel’ es una historia de sororidad

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La relación entre Midge y Susie es un acierto del guion. Susie, además de representante, es mentora. Pocas veces la ficción muestra como una mujer es la maestra de otra mujer. (Se prefiere el binomio de hombre maduro y mujer joven). Aquí está la mano de Amy Sherman-Palladino, creadora de la serie (también de Las chicas Gilmore) y directora de seis de sus episodios.

Susie ha estado entre bastidores en el mundo del espectáculo en cafés-teatro de los suburbios. Conoce a todos arriba y abajo, aunque sigue comportándose como una fan ante ciertos personajes. A diferencia de los mentores pétreos en todo momento, Susie es vulnerable. Unas veces ofrece apoyo emocional a Midge y otras recibe apoyo de ella.

La técnica del humor

El talento está bien pero no siempre sale al rescate. Es necesario el trabajo. Susie revela a Maisel los trucos y las técnicas de los monologuistas. El episodio 7 es una lección acelerada de los entresijos del monólogo (stand up comedy): Midge parte de escenas corrientes de la realidad para conseguir chistes y refinarlos actuación tras actuación.

Mientras Susie y Maisel encauzan sus carreras, la vida continúa molesta.

Los planes y la vida

Maisel debe recomponerse tras la ruptura. Soporta a sus padres y a sus suegros, que buscan la reunificación familiar. Hace malabarismos entre su trabajo como dependienta de grandes almacenes, los hijos y el monólogo.

Podría tener una vida acomodada con sus padres de clase media alta neoyorkina con sirvienta europea. Ella es como una de las protagonistas (una buena chica) de una película escrita y dirigida por Jean Negulesco (Cómo casarse con un millonario), que de repente decidiera salirse del camino trazado. Trabaja por dignidad: para hacerse cargo de sus gastos, pero esto no resta méritos a Midge ni al mensaje. Y quiere ser cómica porque ha encontrado la vocación; y por ovarios contra las dudas de su entorno.

El estatus de Midge permite que la serie esté centrada en su debacle amorosa y su resurrección en un mundo copado por hombres. Aquí hay una crítica importante (válida aún hoy): la comedia que debería tener como función derribarlo todo es el reino de los hombres. Los hombres hacen y deshacen.

Por esto Maisel es una bomba: es una intrusa. Arremete contra el machismo, las modas y los convencionalismos sociales. A raíz de esto surge otro tema: la censura. Ella usa un lenguaje considerado obsceno. No es raro que congenie con el dinamitador Lenny Bruce, con el que se cruza en ocasiones.

La fabulosa señora Maisel rara vez aparece en los recientes listados de series feministas. (Quizá se deba a que es una producción de Amazon Prime Video). Es cierto que ella mantiene el apellido de casada, pero es necesario ver hasta el último capítulo para captar (más que saber, captar) el porqué. También debería estar en listados (si los hay) de series que alegran el espíritu. Entre tanta oscuridad, Midge Maisel es una luz que brilla.

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