Era de noche y en la vieja biblioteca ya no quedaba nadie. Uno de sus libros de geometría se había quedado abierto justo en la página del problema que consistía en unir cuatro puntos: a, b, c… y d.

Quizá porque sabía lo que le esperaba. O quizá era por la lluvia que golpeaba las ventanas. El caso es que d tenía miedo. Mucho miedo…

Ver acercarse a la pluma ebria de tinta no hizo más que incrementar esa sensación en la letra minúscula.

La a, claro, fue su primera víctima. Sobre ella, la pluma descargó buena parte de su tinta. La primera de las letras desapareció para siempre bajo un borrón.

Con una simple línea, la pluma llegó hasta la b. Y de ahí a la c. Tres grandes manchas de tinta, unidas por dos rectas, cubrían los espacios otrora ocupados por cada una de las letras.

Ahora, la d esperaba temblorosa su turno… Pero la cuarta letra del abecedario decidió rebelarse. Si la pluma quería acabar con ella, tendría que ir a buscarla….

Fue en una tienda de libros, ojeando un cuaderno de ejercicios para niños, donde a Rafael Velásquez se le ocurrió escribir una historia como la que cuenta en su corto ‘d’.

“Era el típico problema donde con una línea se debía cruzar por todos los puntos/letras para completar una flor. Vaya destino, pensé. Ser un punto eternamente esperando a que una línea te cruce. Casi inmediatamente después no pude evitar pensar cuán divertido sería que, por un momento, uno de esos puntos se sublevase y decidiera no formar parte de la figura”.

Con su corto, el escritor y director venezolano podía resarcirse del ‘trauma’ causado por todas esas historias de perseguidores y perseguidos que suelen entretenernos en nuestra infancia: el gato y el ratón, el coyote y el correcaminos, el inspector y la pantera…

d es una fábula sobre la justicia, sobre cómo tendemos a querer que los perseguidores se vuelvan perseguidos, y que pase lo que pase no se puedan salir con la suya”, comenta Velásquez para definir su historia.

Para la realización, contó con el director de animación René Alex para quien lo mejor del proyecto era la flexibilidad que le permitía el poder dar vida a objetos, a priori, tan carentes de ella como una letra o un punto: “Como nadie tiene una idea preconcebida de cómo se mueve una pluma ni mucho menos un punto geométrico, no hubo mayor problema en dar vida a los personajes”.

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Patrick Thomas

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