La ilustradora Marta Altés no tira ni un solo lápiz a la basura. Ni uno. Da igual que sea muy pequeño. Los guarda todos en una cajita porque «después de todo el trabajo que han hecho, me da mucha pena deshacerme de ellos», explica.
Con el tiempo, la acumulación de lápices era tal, que Altés se vio en la necesidad de reconocer los servicios prestados por esos lápices de otra forma. Concretamente, con un proyecto personal titulado Little red pencil stories.
«Después de terminar un proyecto en el que usé mucho color rojo, me di cuenta que, de repente, tenía muchos de esos pequeños en mi caja. Cuando terminé la última página del libro, pensé cómo se sentiría el lápiz en ese momento: ¡Orgulloso! ¡Pobrecito, había trabajado muy duro! Así que la primera Little red pencil story que hice fue un lápiz marcando músculo, de forzudo».
A partir de esa primera historia, surgieron las demás, hasta convertirse en una rutina diaria.«Cada mañana antes de empezar a trabajar en mis otros proyectos, hablo un rato con ellos», reconoce.
Aunque pueda resultar llamativo, hablar es un verbo que encaja a la perfección en la relación que Marta Altés establece con sus lápices. Les habla, les pregunta cómo se encuentran y ellos le transmiten sentimientos e ideas según sus diferentes personalidades y estados de ánimo. Sí, los lápices también tienen personalidad, hablan en inglés e incluso tienen celos.
«A medida que va avanzando el proyecto, creo que sí van teniendo personalidades diferentes. Por ejemplo, ahora mismo están lidiando con la llegada de un lápiz nuevo. Lo de que hablen en inglés es porque vivo y trabajo en Londres. Pero ahora que lo pienso, ese detalle hace que las historias puedann llegar a más gente a través de las redes».
En la página web de Marta Altés y en su cuenta de instagram, se publican periódicamente estas pequeñas historias en las que, que quede claro, ningún lápiz ha sido maltratado o sufrido ningún afilado que no fuera imprescindible.
«No he sacado más punta de lo necesario para hacer estos pequeños. Todos trabajaron hasta quedar así de pequeñitos, tanto que es casi imposible dibujar con ellos. Pobrecitos. Por si fuera poco, con este trabajo extra que les ha surgido, se van haciendo más y más pequeños con cada viñeta, ya que les tengo que sacar punta para dibujar la expresión de cara que va bien con el siguiente sketch».
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Por ahora, Little red pencil stories no pasa de ser un divertimento. Aunque su autora no descarta que se convierta en algo más importante en el futuro. «Me encantaría transformar esto en un librito. Quizás cuando tenga más historias preparadas lo haga».
De hecho, si fuera necesario más material, hay todo un universo relacionado con estos pequeños lápices rojos. «Es cierto, también tengo dibujos hechos con los restos de sacapuntas. Es más, creo que sin esto, las historias de los lápices no existirían».
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