Las instituciones del ciudadano productor

22 de diciembre de 2014
22 de diciembre de 2014
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Las plataformas, esas organizaciones que establecen lo que está disperso e infrautilizado (habitaciones o plazas de coche, objetos o conocimientos, capacidades y saberes), están redefiniendo las reglas de juego en las industrias —casi todas— en las que irrumpen. Crecen más rápido porque no financian su inventario, que se construye con lo que ya existe; porque dan herramientas a otros para que lo construyan ellos; porque su personal no realiza todas las tareas, sino solo aquellas que los algoritmos y los usuarios no puedan realizar.
La ventaja de las plataformas ya no reside en las economías de escala industriales; el provecho está en la visión, en el enfoque, en la capacidad de generar relaciones entre situaciones que hasta entonces estaban desconectadas. En su capacidad para generar valor al relacionarlas y capturarlas suficientemente para seguir haciéndolo. Dibujar constelaciones y ponerles nombre allá donde los demás solo veíamos estrellas.
Con la ayuda de estas plataformas la escala óptima de producción es uno cada ciudadano. Un alojamiento de una habitación, un restaurante de una mesa, una multinacional de un artesano que vende a todo el mundo, un canal de televisión con un solo artista, un banco con un solo ahorrador y prestamista. O la suma de unos para producir un muchos: los que escriben la Wikipedia, los que se contestan preguntas y dudas, los que participan en las peticiones online para cambiar las cosas o en las consultas de las nuevas formaciones políticas.
[pullquote class=»right»]Estas nuevas instituciones a la medida del ciudadano productor no pretenden ya representar a nadie, sino emponderar a cada uno[/pullquote]
El ciudadano productor, nuevo agente económico, reclama su derecho a producir como lo primero y más fundamental: la regulación de las industrias específicas a las que afecta. Porque nace en un momento en el que lo importante para elegir un alojamiento ya no son las estrellas que miden la anchura de los pasillos, sino el precio y las opiniones de los usuarios, en el que es el GPS el que se aprende las calles, los automóviles pasan la ITV y el carné es por puntos.
Uno puede estar indefenso, muchos es más difícil. Por eso los ciudadanos productores  se organizan entre ellos para valorar a las plataformas y promover el desarrollo de una industria complementaria que les preste consejo y servicios. Vale realmente la pena ver el menú de servicios que les ofrece la nueva Peers.org como ejemplo de esta nuevas necesidades.
En su sección ‘encontrar trabajo’ te pregunta qué tienes, qué sabes hacer y qué te gusta, y en función de ello te propone los tipos de tareas que podrías realizar. Te informa de las condiciones de cada una de las plataformas, de la valoración que le han dado los que ya trabajan para ella y también una estimación de los ingresos que podrías obtener. En su otra sección, ‘gestionar el trabajo’, te ofrece servicios para el trámite administrativo y fiscal, asesoramiento legal y modalidades de seguro adaptadas a estas nuevas situaciones.
Estas nuevas instituciones a la medida del ciudadano productor no pretenden ya representar a nadie, sino empoderar a cada uno; no tienen portavoces, sino foros en los que los productores intercambian opiniones y valoraciones; no exigen pertenencia, sino que ofrecen servicios. Sirven a cada uno, coordinan a muchos, no son unos pocos.

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