Las tipografías que se cultivan en Argentina

Venían de Mendoza, Rosario o Buenos Aires pero, finalmente, coincidieron en la universidad de la capital argentina. En un país en el que, a la vuelta de clase, lo normal es hablar del descenso de River o de lo último que dijo Cristina Fernández de Kirchner, ellos mataban el tiempo hablando de anatomía de letras, trackings o cajas. Todos se estaban especializando en diseño tipográfico y aquello fue el inicio de Huerta Tipográfica, un proyecto que unió sus carreras.

La Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de Buenos Aires quedaba un poco retirada del centro de la ciudad. Pablo del Peral, Carolina Giovagnoli, Sol Matas y Andrés Torresi comenzaron a compartir colectivo de regreso a casa y formaron piña. “Nos reuníamos después de ir a clase para comer y dibujar tipografías. Así empezamos a cooperar presentando nuestros trabajos y pensando nuevos proyectos”, cuenta Sol Matas.

En 2009, fundaron Huerta Tipográfica “de manera tímida, bautizando el proyecto, creando unas tarjetas y una web”. El grupo, que se generó como un espacio de reunión y colaboración, se convirtió rápidamente en el medio con el que los cuatro diseñadores expresan su veneración hacia la tipografía. Ven a este campo del diseño como un producto cultural y están muy motivados por participar en el auge que está experimentando la disciplina en el país americano.

“En la actualidad se está promoviendo el barrio de Barracas como distrito centrado en el diseño, principalmente para promover su incorporación como herramienta de competitividad. Se están gestando muchas actividades en torno al diseño gráfico, al diseño industrial, a la moda y a los medios audiovisuales”, explica Matas. La creadora cree que internet y la tecnología están democratizando la producción y distribución de tipografías aunque “el cambio en los modelos de creación, producción y distribución no siempre significa una mejora de calidad en el campo tipográfico”.
Para Huerta Tipográfica, el proceso de gestación de un trabajo suele comenzar con una investigación que dote de un sentido a la idea que quieren desarrollar. Les gusta mirar a los referentes históricos y tomar buena nota de lo que ya se ha hecho, pero insisten en reinterpretar todo lo que ven para convertirlo en algo nuevo.

Posteriormente, pasan a la etapa de dibujo, en la que moldean el primer vistazo que ofrece la fuente al usuario. “Puede comenzarse en el papel o directamente en el ordenador. Aquí se definen las pautas estructurales y las rasgos estéticos del proyecto”, detalla la diseñadora argentina.

A partir de ahí, y con la definición de unos cuantos signos, los diseñadores comienzan a ver el comportamiento de las palabras y los párrafos. Es entonces cuando comienza la etapa de producción de la tipografía. Las letras no hablan únicamente según se combinen. Sus líneas determinan un carácter, otro mensaje implícito, que puede enriquecer el significado de lo que se escribe. “Aquí es donde se terminan de poner a prueba las tipografías y se realizan todos los ajustes necesarios para que todo funcione correctamente en las distintas plataformas”, remarca Sol Matas.

Explican estos hortelanos del carácter que “los nuevos formatos como las webfonts —en particular, el catálogo de Google— han sido piezas importantes en la producción de fuentes en Argentina este último año”. La difusión que tiene la plataforma de Google ha hecho que muchos amantes del diseño tipográfico dieran el salto del amateurismo a un enfoque más profesional de esta labor. “Es muy difícil dedicarse a la profesión si se focaliza en el mercado local porque es casi inexistente”, lamenta Matas. Por fortuna, el aperturismo tipográfico que están proporcionado las nuevas posibilidades que ofrece el diseño web está otorgando oportunidades a los creadores de letras.

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Patrick Thomas

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