Joven profesional español/a: se acabó lo que se daba. Así que, como Antonio Molina, cantas Adiós mi España querida y te preguntas a dónde escapar. En Europa se está muy bien, pero, ay, que en Alemania se habla alemán y Oscar Wilde dijo que la vida es muy corta para aprender alemán; y en Dinamarca hace un frío que flipas; y en Francia están los franceses. Están los países árabes, pero no me gusta el couscous y en Australia hablan un inglés que no entiendo ni yo, y eso que hablo un inglés co-jo-nu-do. Así que dices: va a ser Latinoamérica.
Y el Nuevo Continente está ahí, cruzando el charquete. Siete pelis y tará: las ex colonias con su mazo de dinero en pocas manos, su sección de ofertas de empleo gordita, su construcción masiva, sus periódicos necesitados de buenos periodistas, sus agencias de publicidad, sus hospitales. Todos buscan profesionales en los que gastar sus sueldos.
O sea, te buscan a ti.
Increíble: el mundo dio vueltas tan rápido que todavía estamos atontados. Así como ayer llegábamos toditos en masa con la camiseta ‘Mother patria’s dream’, hoy tú te vas con la de ‘I wanna be sudaka’.
No te voy a mentir, joven profesional español/a: emigrar, al principio, es un zurullo pinchado en un palo. Luego ya, al cabo del tiempo, eres menos idiota, menos ciego, menos ajeno, menos, sí, extranjero y llega un día que eres como yo: una chulapa nacida en Ecuador.
Como cualquiera de nosotros, torpes migrantes, hubiésemos agradecido de rodillas un pequeño manual que explicara las particularidades de la cultura española (Spain is different) para así no hacer el ‘gilipuerto’ tantos años, ahora que tú vas a rehacer las Américas te quiero regalar -desde la humildad- estos…
Tips para sobrevivir en Latinoamérica:
– Me ca(pip) en la pu(pip), jo (pip), qué hijo de (pip): Si esto fuera una de esas listas de Do’s and Dont’s, el Don’t se saldría de la página. En Latinoamérica no se puede blasfemar; o se puede, vamos, pero a riesgo de infinidad de perversos exilios sociales. Un profesor español de una universidad ecuatoriana, enajenado por la mala atención de su proveedor de internet, clamó frases que contenían la palabra hostia, la palabra santa, la palabra cago, la palabra dios, etcétera. La leyenda asegura que ese profesor fue despedido porque varios alumnos lo escucharon “ofender el cuerpo de Cristo y eso no puede permitirse en una institución decente”. Insisto: la blasfemia, amigo, no está igual de bien vista fuera de las fronteras españolas, así que reedita los tiempos de “jolín”, “jopelines”, “mecachis en diez”, “mecachis en la mar salá” (ponga aquí su eufemismo favorito). No valen ni las expresiones más inocentes: una señora a la que un español respondió “de puta madre” cuando le preguntó si se había sentido a gusto, palideció, se erizó y ahogó un alarido de espanto. Puta y madre NO deben ir en la misma oración JAMÁS.
– La sagrada familia: Puede que en España, si tu amigo no se casa o no gana el Príncipe de Asturias, nunca conozcas a sus padres. Eso, en Latinoamérica, no va a pasar porque los padres están ahí; contestan tu teléfono móvil, radiografían a tus amigos. Si es un cumpleaños: los padres. Si es un paseo a la playa: los padres. Si es una mudanza: los padres. Es mejor que recuerdes el primer tip de esta lista cuando te presenten a los padres de tus amigos. Multiplica por mil los cuidados lingüísticos si se trata de los padres de la chica o el chico que te hace tilín, si no quieres ser conocido como ese español trompasucia que me trajiste esa vez a la casa.
– Con la iglesia hemos topado: En Latinoamérica se cree en Dios. Es así. Aunque luego veas que cristianamente no se comporta ni Dios, a la iglesia hay que obedecerla. Podría escribir un tratado sobre la teocracia latinoamericana, pero tú quédate con la idea de que, en general, el ateísmo está mal visto y hablar de lo tonto que es ser creyente, peor.
– ¿En tu casa o en la mía?: Olvídate de esas liberalidades (allá se piensa: “los españoles son muy descocados”); aunque tengas más de treinta años (incluso cuarenta), la chica que te quieres llevar a la cama vive con sus padres y esos padres están convencidos de que esa hija es virgen. Ojo, llevar a la cama, allende el Atlántico, a veces quiere decir llevar al altar.
– Escotazo, pero no topless: Imagina las peores escenas de acoso. Imagina la cárcel latinoamericana. Imagina España en los años cuarenta. La doble moral imperante en nuestras sociedades latinoamericanas hace que sea permitido -e incluso deseable, según el país- el escote mortal, pero cuidadito si se ve el pezón; el pezón es el enemigo. Marca teta con licras apretadísimas, pero déjate la parte de arriba del bikini, anda.
– Sigo siendo el gay: Imagina las peores escenas de acoso. Imagina la cárcel latinoamericana. Imagina España en los años cuarenta. Si eres gay, igual prefieres replantearte el destino migratorio. No digas luego que no te lo advertí.
– Solo los latinoamericanos critican Latinoamérica: Un italiano criticó una vez el uso indiscriminado del cilantro en nuestros platos: nadie volvió a saber de él. Los latinoamericanos podemos decir lo que sea, LO QUE SEA, de nuestros países, de nuestros presidentes, de nuestra comida, de nuestro tráfico, de nuestra inseguridad, de nuestra fealdad, de nuestro barroquismo, de nuestra ignorancia, de nuestra pequeñez, de nuestro proveedor de internet, de nuestros camareros. Pero, ¡ay, ay, ay!, que no se le ocurra a un extranjero criticar a la Pacha Mama, a la tierrita chica. No muerdas la mano que te alimenta, joven profesional español/a. Esa mano se llama Latinoamérica y tiene sus mugres y sus hongos y sus pestilencias, pero las lavamos (o no) nosotros.
– La higiene: Corre el rumor en Latinoamérica de que el español, ese ente generalizado que puede o no ser real, es guarro. No se escandalicen, ustedes también tienen sus perfiles: que el Argentino tal, que el boliviano cual, que las brasileñas pascual. Hazte un favor, amigo, – y, de paso, a todos tus compatriotas- y báñate mucho, échate colonia, sé un pincel. En Latinoamérica somos más formales, más engominados, más ridículos (esto lo puedo decir yo, recuerda, pero tú no). Allá, como te ven te tratan: es chungo, lo sé, pero real.
– El concepto del no: A simple vista es fácil. Sí es sí y no es no. Claro, eso lo piensas tú, amigo español, que vives en un plano de franqueza que es epidermis pura, sin eufemismos o los menos posibles. Al otro lado del charco las cosas no son tan así. Puede ser es no. Puede ser es sí. Quizá es no. Quizá es sí. Mañana mismo es no. Mañana mismo es sí. Ahoritita es sí. Ahorita es no. Ármate de paciencia porque el lenguaje de Latinoamérica es un acertijo y, a veces, la excesiva amabilidad, una fachada de ineptitud. Allá no nos gusta decir que no, pero eso no significa que vamos a cumplir con lo que nos pides. Recuerda: en Latinoamérica no se vive, se persevera.
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María Fernanda Ampuero es escritora.
Foto: My Humble Opinion