Nunca ha andado tanto loco por las calles españolas.
—¿Qué pasa, loco? ¿Qué haces?
En este saludo, antes que un loco, había un tío, un colega, un tronco, un titi. Pero estos vocativos quedaron en la juventud de la generación X, que ahora, en sus cuarenta y cincuenta años, andan en otros asuntos y olvidando muchas palabras de su jerga adolescente.
El loco se ha abierto paso en las conversaciones de los chavales de hoy con la misma dureza y testosterona que tenían el tío y el tronco de sus padres. Mucha de la rebelión léxica de los jóvenes actuales recuerda a la chulería del lenguaje cheli que salió, en los años setenta, de la cárcel y la droga.
El loco ha llegado en las letras de la música trap. Lo canta Yung Beef, en el tema A.D.R.O.M.I.C.F.M.S, del grupo PXXR GVNG:
Me puso las tijeras en el cuello,
Loco, no llevo ni tres eurillos.
https://youtu.be/ur8yFIXYZjY
Ha llegado también por las conversaciones de videojuegos en red y los youtubers argentinos. Parece que en ese país tomó la pista de despegue. «Tenemos el loco absolutamente incorporado. Forma parte de nuestra cultura. Lo utilizamos de forma permanente», dice Juan Roberto Mascardi, coordinador de la Fundéu Argentina y autor del libro Ni tan héroes, ni tan locos, ni tan solitarios.
El loco lleva décadas campando por la música argentina: «Supongo que viene del tango, del fardo… con los distintos significados que en esas canciones se le daba. También es una tradición del rock argentino».
Ya andaba por el tango Balada para un loco que lanzaron el compositor argentino Astor Piazzolla y el poeta uruguayo Horacio Ferrer en 1969:
¡Loco! Cuando anochezca en tu porteña soledad.
Andrés Calamaro lo cantó también en su álbum de 1997 Alta suciedad:
Yo soy un loco
Que se dio cuenta
Que el tiempo es muy poco.
En la música está el reflejo del peso que ha tenido el loco en la cultura argentina desde hace, al menos, un siglo. Pero el origen parece estar en las calles. Quizá en la jerga que nació de los inmigrantes italianos y españoles que frecuentaban los puertos de Buenos Aires, Rosario y Montevideo, a finales del XIX y principios del XX: el lunfardo. Eso piensa el historietista argentino y alto mando de Revista Mongolia Darío Adanti.
En el lunfardo no caben cultismos ni términos elevados, dijo el lingüista especializado en este habla popular Mario Egidio Teruggi. No encajan en los lugares donde se ha hablado tanto: las cárceles, el lumpen. Y por ahí siempre ha vagado el loco más perdonavidas. «A veces se usa de forma macarra. Es muy futbolero, muy de barrio y muy de cárcel», indica Adanti, y cita algunas de estas frases matonas donde vive ese loco que canta ahora el trap español:
—¡Loco, te voy a matar!
—¡Pará, loco!
Adanti recuerda una serie muy popular de los años noventa en Argentina: Okupas. «Un grupo de jóvenes viven en una casa okupada del barrio de La Boca y tienen problemas con las mafias. Todos se hablan todo el tiempo de loco». Ahí, en los guetos, encuentra otro origen: la droga.
—El loco está muy ligado a la borrachera, a la cocaína… Decimos reloco al que está puestísimo de farlopa. Decimos está limado cuando se quedó tonto de tanta droga, como si le hubieran limado las neuras, y de ahí ahora se dice también está limón. Decimos que a alguien se le pegaron los caramelos en el tarro o que se le volaron las chapas (es una imagen de cuando se vuelan los tejados de las casas en los barrios de chabolas porque los vientos fuertes les arrancan las chapas). ¡Qué loco! —exclama Adanti mientras hablamos del loco—. Y esto que viene de las clases bajas se cuela en el habla de las clases medias. ¡Es muy loco! Logran introducir sus palabras en toda la sociedad.
Este loco chulesco no viene siempre con el cuchillo en la mano. Entre amigos, es cordial, aunque intente no parecerlo. Llamar a una amigo loco es una forma de complicidad, pero, cuidao, recubriendo el afecto tras un lenguaje pendenciero.
Dice Mascardi que el loco «siempre ha tenido muchísima presencia en la lengua argentina, aunque ciertos estratos sociales lo utilizan más que otros». Pero, curiosamente, ahora que llega acá, no se oye tanto allá. «Se usa como apelativo, pero no tanto como antes».
El loco que ha llegado a España para meterse en las conversaciones adolescentes es distinto al del otro lado del Atlántico. Aquí, como vocativo, no tiene que ver con el significado que también le dan allí: chiflado, locatelli, piantao o sonado. No es un reloco, ni un serenata, ni un rechiflado. Ni uno que anda mal del mate, ni está mal de la piojosa, ni está de la nuca, ni tiene gente en la azotea, ni tiene un corso en el mate.
Es, sencillamente, la nueva versión del tío, del macho y del nene que hace veinte años iban de calle en calle y de boca en boca.
Lo resumió Serrat en su disco los 80: «Cada loco con su tema.». Es decir, todos lo éramos en mas o menos medida, o no éramos nada ni nadie que valiera la pena., sin tema.
El máximo contacto que tengo con la gente más joven es escuchándolos en el gimnasio, entre mancuerna y mancuerna se saludan cariñosamente diciendo «Bro». Sin embargo las jóvenes no se saludan con «sis», y creo que es el momento óptimo de ponerlo de moda!
Desde Argentina pasó a Chile en los 70 u 80 o 90 y se usa tal como «tío» en España. Ahora está un poco pasado de moda, pero todavía es frecuente.
En México, desde mi infancia en los 90s,hasta la fecha, lo he usado y escuchado, junto con el ‘wei’, que al final se queda en ‘we’. No sé de dónde surge pero es de uso muy común, al menos en mi ciudad de origen. El ‘loco’ lo podemos intercambiar por cualquier descripción que la imaginación nos permita, por ejemplo, en lugar de ‘que onda «loco»‘, lo cambiamos por ‘que onda «maníaco»‘, «pirata», y dependiendo del contexto, por otras como, «corazón», «bombon», «papirrin», etc… es divertido y hermoso.
«He aquí por qué ha conseguido Esquerdo (y la lengua) redimir al loco: él (y ella) le da nombre, tratamiento, palabra, libertad y, por último, le da la razón, primer paso para regenerar su pensamiento.»