Corría el año catapún, a mediados del siglo XIX, y aunque parezca mentira la gente todavía no se hacía selfies para conmemorar los eventos más triviales de sus vidas. Tampoco había guerra entre canonistas y niconistas. Había otras guerras. Y, por supuesto, los turistas no llevaban una cámara enorme colgada del cuello. ¡Ay! Lo que hemos cambiado… Fue en esa época cuando arrancó la práctica de la fotografía en España y comenzó a popularizarse entre las clases más pudientes. Tener un retrato se convirtió en símbolo de prestigio social (quizás no hayamos cambiado tanto) pero la primera técnica, el daguerrotipo de Louis Daguerre importado de Francia, acarreaba el problema de que no era replicable. Fueron dos viajeros extranjeros, que no turistas, el galés Charles Clifford y el francés Jean Laurent, quienes mejor explotaron comercialmente las nuevas técnicas fotográficas en nuestro país y contribuyeron a popularizarlas.
Resulta muy curioso que las carreras de ambos siguieran ciertos patrones comunes. Primero Clifford y luego Laurent, ambos recorrieron el país tomando instantáneas que a la postre aportarían un gran valor documental e histórico. Los dos ostentaron el título de Fotógrafo de su Majestad la Reina (Isabel II) y desarrollaron parte de su negocio en el mismo estudio de la calle San Jerónimo en Madrid.
Charles Clifford comenzó su andadura fotográfica como daguerrotipista de estudio y como fotógrafo transeúnte por toda la península. Se ganaba la vida vendiendo retratos, tomando fotografías y enseñando la técnica durante sus viajes a pintores miniaturistas e interesados locales que luego acabarían por afianzar y difundir el revolucionario invento por toda España. En 1852 se pasó al calotipo, la primera técnica que producía un negativo posteriormente replicable en numerosos positivos. Y en 1856 a las placas de vidrio de colodión húmedo que reducían el tiempo de exposición a dos segundos y proporcionaban mucha más nitidez. La misma técnica que emplearía mayoritariamente Jean Laurent, también un innovador que una década más tarde perfeccionaría el positivado con papel leptográfico.
Hay que entender que con estas nuevas técnicas el proceso fotográfico se agilizó y abarató llegando a más estratos de la población, no solo a las élites. La fotografía se consolidó como el medio de representación y perpetuación visual de la burguesía y la clase media. La sensación de memoria visual familiar se incrementó con los álbumes familiares y los árboles genealógicos fotográficos así como la imagen de los niños y de los muertos se materializó e inmortalizó más allá de los recuerdos. Numerosas fotos de reyes, políticos, emperadores o toreros comenzaron a venderse en establecimientos especializados inaugurando el culto visual a las celebridades. También se descubrieron las posibilidades propagandísticas de la fotografía que fueron utilizadas por la Corte de Isabel II durante sus viajes para promocionar su mandato.

Charles Clifford, a la postre considerado como un gran fotógrafo de paisajes, monumentos y obras públicas, fue el elegido por la Reina para registrar la construcción del Canal de Isabel II y para acompañar a su Majestad durante los llamados viajes isabelinos, dedicados a afianzar la Monarquía en un país afectado por la actitud levantisca de los carlistas y por las exigencias de los liberales progresistas. Los viajes se realizaron a Valladolid, Toledo y Extremadura (1858); Alicante, Baleares y Barcelona (1860), y Andalucía y Murcia (1862).
El francés Jean Laurent, que había llegado a España en 1857, pronto se asentó en el estudio de la calle San Jerónimo que había regentado Charles Clifford y comenzó su negocio como retratista. En 1858 realizó su primer gran reportaje, sobre la línea ferroviaria de Madrid a Alicante, por encargo de la compañía MZA.

A partir de entonces viajó por todo el país recogiendo miles de placas fotográficas de obras de arte, celebridades, edificios emblemáticos, tendidos ferroviarios y obras públicas, paisajes y vistas panorámicas. Todas ellas positivadas y recogidas en sus catálogos. En el de 1861 ya figuraba como J. Laurent, Fotógrafo de S. M. la Reina. Tal y como había sido Clifford, aunque la carrera de este terminaría con su muerte en 1863. Laurent seguiría haciendo fotos hasta bien entrada la década de 1880. A ambos les debemos que la imagen de aquella época perdure todavía hoy en nuestras retinas.
Con la información de Proyecto Clío y de Wikipedia.
Fotos de los archivos de la BNE.