Aryz es uno de esos artistas contemporáneos que viajan de proyecto en proyecto por medio mundo. Su obra es reconocida por un uso especial del color. Empezó pintando por pura diversión en zonas poco transitadas, bajo puentes y vías de tren. En 2010 le invitaron a pintar una gran fachada en Italia, desde entonces su trabajo empezó a verse más.
«Cuando comencé a pintar no tenía acceso a muchos colores, ahora me dan toda la gama que quiera, pero me sigue gustando utilizar los tonos que usaba. Cuando pintas en la calle estas imponiendo tu trabajo al espectador y es un poco agresivo de por sí. Me da la sensación de que un uso excesivo de colores vivos es una manera aún más agresiva visualmente. Prefiero pensar que es el espectador quién busca la pieza», comenta.
Aryz nació en California de casualidad. Su padre estudió en Stanford tratando de evitar el servicio militar impuesto en España y allí, en el corazón de Silicon Valley, conoció a su madre. Con pocos años fue a un pueblo cercano a Barcelona. De familia con bagaje artístico, pasó brevemente por la facultad de Bellas Artes. «Creo que hoy día tenemos la suerte de tener acceso a todo tipo de información y no considero necesario tener una carrera para saber de algo», apunta.
El californiano catalán creció bajo la influencia del graffiti, viendo batallas de break dance y las paredes escritas de Barcelona. Al poco de empezar a pintar, su talento le llevó a hacerlo junto a artistas que admiraba, primero de su pueblo y luego del mundo entero como Os Gemeos. Pero además de los hermanos brasileños, admira el trabajo de otros contemporáneos como Gehard Demetz, Henrique Oliveira, Blu, Boris Tellegen, Neo Rauch, Barry Mcgee, Escif…
Su nombre artístico es fruto de una mala interpretación. «En uno de los primeros graffitis que vi en una revista, leí Aryz, pero en realidad la primera letra era una N… como al final resultó que no estaba agenciado me lo quedé para mí. Aryz se parece a uno de mis apellidos y lo empecé a usar como firma», explica.
No le gusta el término street art. Prefiere llamarlo muralismo contemporáneo y quiere dejar claro que el tamaño en este caso sí importa. «Si eres malo en un formato pequeño, cuando lo hagas en grande va a ser igual de malo, pero la mierda se verá más».
Enfrentarse al lienzo en blanco puede ser más difícil que hacerlo en una pared. Dice que el contexto de la fachada y la textura de cada superficie pueden ayudar a la pieza, mientras que en un lienzo o un papel está solo el artista contra el vacío.