Luchar contra el calentamiento global con una bolsita de té

El motivo de que cada verano el calor bufe con más saña puede rastrearse usando una bolsita de té. La temperatura del planeta está aumentando. En febrero de este año, la NASA avisó de qué se había alcanzado un récord mensual de aumento de las temperaturas a escala mundial. Los gases de efecto invernadero tienen gran parte de responsabilidad en los deshielos y las sudoraciones.

Ahora, un proyecto científico nacido en la Universidad de Utrecth (Holanda) asegura haber descubierto un método fiable de medir la emisión de gases de efecto invernadero que mejorará el conocimiento del calentamiento global y que dará la oportunidad de optimizar las medidas que tratan de combatirlo. Y todo, usando una simple bolsa de té.

La idea se llama Tea Bag Index (TBI) y pretende crear una red mundial de curiosos (a los que llaman ciudadanos-científicos) que, mediante un pequeño juego, aporte datos sobre la velocidad real de descomposición de los vegetales. «La descomposición es un importante paso en el ciclo del carbono, el cual afecta fuertemente al cambio climático. Cuando los vegetales del suelo se descomponen emiten CO2, la rapidez de descomposición determinará cuánto de ese CO2 asciende al aire», asegura a Yorokobu Judith Sarneel, una de las responsables del proyecto.

El proceso es sencillo y sólo requiere un par de bolsas de té, alguna herramienta con la que cavar un poco y una báscula de dos o tres dígitos. Luego se entierran las bolsas en el campo o en el jardín, a unos 8 cm de profundidad y con una separación mínima entre ellas de 15 cm. Se dejan ahí durante tres meses, se desentierran, se limpian, se secan y se pesan. Los datos (localización y peso) se anotan en la base de datos de TBI.

Durante este año, unos 150 usuarios de más de 50 países del mundo se han incorporado a la investigación: «Publicamos el método en 2013 y estamos felices de ver que el experimento crece y crece», celebra Sarneel.

El sistema se les ocurrió después de haber dedicado mucho tiempo a optimizar el diseño de las bolsas de basura con las que medían la descomposición de las plantas. «Durante un descanso para tomar té, nos dimos cuenta de que el material de la infusión era del mismo material que usábamos en nuestros experimentos; caímos también en la cuenta de que el té era también un vegetal útil», recuerda Judith Sarneel.

calentamiento global

«El sistema es barato, fácil y divertido», dice Sarneel. A primera vista, el método parece absurdo y poco fiable; sin embargo, desde TBI lo avalan con la experiencia científica de sus componentes. Antes de desarrollar TBI, todos enfocaban su carrera en la ecología. Según cuentan, el aspecto que garantiza la bondad del sistema es el mismo que despierta la sospecha de que están intentando vender algo: siempre usan la misma marca de té.

El motivo no es comercial, sino científico: necesitan emplear un único modelo para que la muestra sea válida. «Tener el mismo material es importante, de lo contrario no podríamos comparar datos de diferentes localizaciones. Otros tipos de té se descomponen de forma diferente». También hace falta que las bolsitas sean de plástico, cosa que no ocurre con todas las marcas: «Como las bolsas en sí no se descomponen, toda la masa que pierden se debe a la descomposición del té», matiza la responsable de TBI.

Así, a base de roiboos o té verde (son las únicas variantes que utilizan) buscan mejorar la calidad de los datos obtenidos por la investigación científica habitual. Y todo a pesar de la facilidad con que los usuarios pueden profanar el método científico (equivocándose al hacer la medición, enterrando las bolsas de mala manera, secándolas mal o, directamente, inventándoselo todo).

Los teinómanos de Utrecht defienden las virtudes del proceso: «Los modelos climáticos cuentan cómo nosotros afectamos a la tierra y al clima, esto nos empuja a tomar partido y actuar para prevenir grandes los cambios perjudiciales. Hasta ahora, estos modelos dependían de ratios de descomposición estimados. Nosotros queremos sustituirlos por datos reales», defiende Sarneel. Sin las bolsas de té y la voluntariedad de los ciudadanos, una recolección de datos como la que plantean costaría cientos de miles de euros.

Por otra parte, confiesa que no se trata sólo de recabar información: «También creemos que es importante incrementar la conciencia de la gente sobre el cambio climático. Incluso cuando nuestros ciudadanos-científicos no logren completar el experimento, lo consideraremos un éxito porque habrán aprendido algo».

El equipo no pierde una sola oportunidad de expandir el proyecto: participan en convenciones científicas e invitan a las escuelas a participar. Cuando se le pregunta a Sarneel por el objetivo final, por el gran sueño de TBI,  a pesar de que nos responde por correo electrónico, se la intuye gritando y levantando los brazos: «¡La cobertura global!».


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Patrick Thomas

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