En 1998 Nike lanzó en EEUU una de las campañas más increíbles que recuerdo: What If We Treated All Athletes Like Skateboarders? Uno de los spots mostraba a unos runners perseguidos por correr en el centro de la ciudad. «Some people swim, some people run bikes, we choose to run», se quejan cabizbajos los protagonistas del anuncio. Y lo hacían porque se sentían incomprendidos. La gente los miraba con desprecio a su paso. Incluso les increpaban. Hasta les multaban. Por hacer deporte.
167 napos. Han pasado 23 años desde esa campaña y eso es lo que le costó a Dário bajar en monopatín desde Cuatro Caminos hasta la biblioteca de Tribunal Barceló hace unos días. Para una vez que decide estudiar… 150 € la multa, más 15 € de apremio, más 2 € en costas. En total, 167 €, señor Almeida. No es la primera que le toca el premio, aunque la intención de esta carta es que sea la última.
El skate no es solo un deporte flamantemente olímpico (sí, el tiro con arco también lo es, aunque no defienda el derecho de ir por la calle como militares persas). El skate es también una forma de vida y un sistema de movilidad sostenible. Así que permítame, señor alcalde, que me emplee en su defensa porque Madrid puede ser una ciudad mejor. ¿Me acompaña?
Según la ordenanza de Movilidad Sostenible de la capital, los monopatines se pueden utilizar en las aceras y en zonas peatonales (a velocidad de peatón). También en los carriles bici, aunque, por motivos de seguridad vial, se podrá restringir su uso incluso en estos espacios.
Lo que le pasó a mi amigo Dário, el que todavía está pendiente de pagar los 167 €, fue un cúmulo de varias circunstancias que no terminamos de entender, pero la autoridad presente lo sentenció muy bien mientras le firmaba el papelito: «Si quiere cumplir las normas, es lo que hay. Si no, se va al campo». Fin de la cita.
Dário está triste porque no entiende esta persecución. Pero todo esto le preocupa también y mucho a Sergio, que cada día coge un autobús desde la Plaza de Castilla a Tres Cantos y a quien el conductor no le ha permitido nunca subir con el skate en la mano porque, suponemos, puede ser peligroso. Le exige que lo lleve en una funda especial.
Tampoco entiende nada Diana, a quien más de una vez le han pedido el DNI por estar sentada con su tabla en la plaza que hay frente al Congreso de los Diputados. Sentada. Sin patinar. Esto mismo le ha pasado en varias ocasiones a otros colegas de Diana en la plaza de la Luna o en la de Santo Domingo. Sospechosos habituales.
La gente no va a dejar de patinar por la calle porque, además, en Madrid no hay skateparks suficientes. Dentro de la M30, solo hay dos espacios para mayores de 14 años, uno en Legazpi y otro en Tetuán. Mucha gente piensa que las últimas reformas de las plazas de Felipe II o Colón, meca de skaters de toda Europa en los 80 y 90, uno de los objetivos era cerrar el grifo a los monopatines.
El spot de Nike del que le hablaba al comienzo de esta carta lo grabaron a finales de los años 90, pero tiene el mismo guion que la historia que le acabo de contar de mi amigo. Él y otros skaters más quieren reunirse con usted en el Palacio de Cibeles para hablar con sensatez de todo esto. Solo ponen una condición para el encuentro: no piden un relator, pero sí que se comprometa a que nadie les va a multar por ir en monopatín desde Cuatro Caminos hasta su despacho de la calle Alcalá.
Dário lleva haciendo skate desde los 5 años y nunca ha tenido un accidente en la vía pública. Podrá parecerle un macarra, pero cuando lo conozca —porque estoy convencido de que accederá a la reunión que le proponemos—, se dará cuenta de que es la viva imagen de lo que Miguel Trillo ha retratado tan bien durante muchos años. Y no podemos permitir que desaparezca de las calles de Madrid.