Las coaliciones no son malas, nos acercan a la normalidad

17 de julio de 2015
17 de julio de 2015
5 mins de lectura

Nueva era política en España. Periodo de inestabilidad. Aprender a entenderse. Obligados a pactar. Estos eran algunos de los mensajes que se mandaban tras las elecciones municipales y autonómicas del pasado 24 de mayo. Finalmente, tras un largo mes de cortejo, devinieron en diversas coaliciones, pactos y acuerdos entre PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos… con diferentes partidos locales y regionales enredando más la madeja. ¿Cuál es su futuro? ¿Cuánto van a durar? ¿Qué motivos hay detrás? Son algunas de las incógnitas que arrojan, preguntas que quizá la ciencia política pueda ayudar a entender.
«Los tipos de Gobierno que se pueden formar son muy diversos», explica Pablo Simón, politólogo del colectivo Politokon; «el más básico y sencillo es el de mayoría absoluta, pero cuando esto no se da se abren dos escenarios posibles». Por un lado, los de minoría, que son en los que un partido es apoyado en momentos puntuales por otras formaciones; y por otro, los de coalición, en los que dos o más partidos políticos cuya suma de escaños llega a la mayoría absoluta firman un acuerdo para gobernar juntos. Cuando la suma de los partidos no llega a la mitad de los escaños del hemiciclo más uno, se denomina de coalición desajustada, como la que se da en la Comunitat Valenciana entre PSPV y Compromís, que tienen el apoyo externo de Podemos.
El último tipo es la gran coalición, que ocurre al juntar dos o más formaciones que tienen muchos más escaños que una mayoría absoluta. Estas responden a tres variedades, según el profesor Josep Mª Reniu, de la Universitat de Barcelona. «Una es el gobierno sobredimensionado que se genera debido a la desconfianza respecto a uno de los socios, como forma de blindarse ante las inestabilidades; otra es para hacer frente a amenazas sistémicas como la crisis actual y la tercera es cuando se abre un proceso de creación de un nuevo Estado, para que la mayor cantidad posible de partidos políticos asuman la corresponsabilidad».
Una vez vistos los tipos de acuerdos, se pasa a analizar cómo pueden formarse. Simón explica que existen dos estrategias: pelear por determinadas políticas públicas o hacerlo por puestos de gobierno y carteras. Aquí entra, lógicamente, el juego partidista y el cálculo electoral. «Los nuevos partidos como Podemos o Ciudadanos, al ser de ámbito estatal, siguen la primera, ya que si entran por ejemplo en la Generalitat de Valencia, saben que puede tener un efecto a sus resultados en el conjunto de España».
Esto se puede ver en Ciudadanos logrando que por fin dimita alguien en el PP. Los regionalistas o nacionalistas suelen pelear por carteras, ya que para ellos lo importante es lograr poder dentro de su zona y siempre van a preferir gobernar. Ambos modelos se entremezclan. «Para Compromís un tema de políticas públicas es la educación en valenciano, por lo que han peleado a fondo por la conselleria d’Educació, para poder aplicar determinadas políticas públicas».
Otro de los factores a tener en cuenta es la supervivencia de estos acuerdos. Según Simón, los que más duran son los de coalición de mayoría, seguidos por los gobiernos en minoría y cerrando la lista las coaliciones minoritarias, ya que «se terminan rompiendo o evolucionando a una coalición de mayoría». Reniu arguye que los puntos de fricción más comunes suelen ser la cercanía a la finalización de los mandatos, cuando los partidos tienen necesidad de marcar posiciones, y la mala gestión de las diferencias.
«En la formación de los gobiernos es casi más importante pactar los desacuerdos, ya que según la capacidad de los socios para manejar las cuestiones sobre las que se tienen puntos encontrados, se podrá dar una situación de crisis que puede generar la ruptura de coalición». Simón añade como factor la composición de la oposición. Un Gobierno de diferentes partidos estará más unido si hay enfrente una oposición también compacta. Volviendo a Valencia, si tienes un acuerdo Compromís-Podemos-PSVP y alguno se sale del pacto, el PP con Ciudadanos te puede quitar el sillón, habiendo más incentivos para no liarla. Si al hacer saltar el acuerdo no se pierde potencial negociador por tener una oposición más fragmentada, es más probable que ocurra.
Otra de las problemáticas que se da en estos acuerdos es a quién los ciudadanos premian o castigan por la acción de gobierno. Aquí, ambos expertos están de acuerdo y señalan la importancia de una buena labor de comunicación para explicar tanto los éxitos propios como los fallos del rival. De hacerlo mal, el socio fuerte puede fagocitar al otro, como saben los partidos que han cometido el suicidio de aliarse con la CDU-CSU alemana y su tendencia a apropiarse del mérito ajeno. La literatura científica clásica sobre el tema dice que el pez grande se come al chico, pero en los nuevos gobiernos, como el de Valencia, con Compromis y PSPV con un número similar de escaños, no queda claro quién es quién en el acuario.
En el tema de las coaliciones, existen ciertos lugares comunes que no resultan del todo ciertos. Simón, en un post en Politikon realizado al alimón con su colega María Ramos, desmonta el que en España falta una cultura del pacto. Aunque es cierto que los gobiernos de mayoría absoluta han sido muy frecuentes y que España es, junto a Rusia y Rumanía, de los pocos países sin haber tenido un gobierno de coalición a nivel estatal, el análisis estadístico arroja que no han sido, irónicamente, mayoría. «De los 170 gobiernos considerados entre 1981 y 2015, solo 67 de ellos (el 39,4%) estaban formados por un partido con mayoría parlamentaria. El resto fueron gobiernos de coalición (34,1%) o en minoría (26,5%)», dice el texto.
Un mantra contra el que advierte Reniu- «parecen hare krishnas»- es el de la coalición de perdedores, muy repetido por el PP allá donde ha perdido poder institucional. «En un sistema parlamentario no existe el concepto de mayorías absolutas, sino de mayorías políticas de gobierno», razona, «y solo habla de coalición de perdedores aquel que habiendo obtenido el mayor número de escaños no puede generar acuerdos, ya que si siendo la lista más votada no se logra una mayoría suficiente, se deben activar esos protocolos». Como dicen los politólogos, qué es mejor: ¿ser fuerte o tener amigos? El PSOE tiene menos votos que el PP, pero ha demostrado ser más sociable.
En España, las encuestas de los 15-20 puntos porcentuales para cuatro partidos parecen apuntar hacia un escenario donde serán necesarias. Reniu cree que todavía está por ver que se rompa el «bipartidismo imperfecto» que tenemos debido a que el sistema electoral «es todo menos proporcional». Según su análisis, PSOE y PP seguirán llevándose, en gran parte de los 52 distritos electorales, los entre 2 y 5 escaños en liza. «Haciendo una proyección, eso da ciento y poco asientos para cada uno y deja unos 90 a repartir entre nacionalistas, regionalistas y los nuevos partidos».

Explica que, aunque parezca un todo, las comicios generales son 52 elecciones simultáneas. «En Ávila, con tres escaños, difícilmente se va a poder hablar de proporcionalidad», arguye; «o Podemos logra un 35% o no se come un rosco». Su intuición razonada es que Podemos quizá crezca más a costa de PSOE y sobretodo IU, quedando por ver hasta qué punto Ciudadanos roba votos al PP. Tras aclarar que su bola de cristal da interferencias, estima que se entraría en un esquema alemán clásico, con dos fuerzas poderosas y un liberal FDP basculando a los dos lados o en un parlamento con dos grandes fuerzas y dos partidos relevantes que tendrían lo que se denomina la ‘llave de la gobernabilidad’.
A este escenario, que algunos tildan de apocalíptico e ingobernable, él lo llama «llegar por fin a la normalidad política europea».

No te pierdas...