La niña recién nacida a la que salvaron unos magos reales de Madrid

magos reales

El 11 de mayo, cientos de miradas, iluminadas por la luz blanca de las pantallas de los teléfonos y los portátiles, se empañaron. Una historia apareció en Twitter. Era un cuento real, ocurrido en Madrid: un padre, una madre, una niña nacida con el corazón enfermo, y una cadena de médicos que hicieron magia, que lo consiguieron.

«Hace cuatro meses, mi hija Marina nació con una cardiopatía congénita y la operaron del corazón con un mes (…). Os cuento la historia para que nos sintamos orgullosos de los profesionales que tenemos en la Sanidad española», esos fueron los primeros mensajes del hilo en que Alberto Lizaralde, padre, creativo y fotógrafo, relató los meses de hospital.

La historia no pertenecía a ninguna de esas pupilas que se sobrecogían en el metro o buscaban un pañuelo escondiéndose tras el monitor de la oficina, pero despertó algo: unas ganas locas de abrazar al primero que te cruces por la calle y desearle, honestamente, lo mejor para su vida. Somos ya tan cáusticos, tan proclives al conflicto, que hemos conseguido que ciertas palabras esenciales suenen cursis, como de rango menor, pero es lo que pasó, y hay que decirlo: se viralizó el amor; la humanidad.

La pequeña se llama Marina y, después de un duro trayecto de hospital, está en casa con sus padres. «Está sonriendo mucho, que es importante», cuenta su padre. Aún le queda camino, pero menos pedregoso.

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Foto: Alberto Lizaralde

«Hay que llevarlo despacito. Tiene muchas medicaciones. Entre mi chica y yo tenemos el teléfono lleno de alarmas que nos saltan cada dos por tres para ponerle medicación. Tiene achaques normales del proceso; después de tanto tiempo en el posoperatorio, el cerebro ha desaprendido, no sabe comer y hay que alimentarla a través de una sonda. Pero son cosas secundarias, no vitales».

Al otro lado del teléfono, la voz de Lizaralde rezuma energía, calma, esperanza. Con ese ánimo, habla del día en que empezó todo. Ocurrió en el Hospital Clínico San Carlos. Fue un buen parto. Trasladaron a la niña y a Macarena, su madre, a la habitación y comenzaron las visitas familiares.

Un extraño ruido

Dos horas antes de darles el alta, un doctor acudió a practicar una revisión rutinaria. Auscultó a Marina. «Dijo que oía un ruidito extraño que no le gustaba. Era sábado. Decidió darnos el alta y que volviéramos el lunes a una revisión». Conforme lo dijo, el sanitario dudó y realizó otra prueba para medir el oxígeno en sangre. Al ver el resultado, prefirió retrasar el alta. «Eso lo convirtió en la primera persona que le salvó la vida», escribió Lizaralde.

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Foto: Alberto Lizaralde
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Foto: Alberto Lizaralde

A partir de aquí comienza una cadena de magos (como él los califica) que han logrado que Marina, hoy, esté en casa y sonriendo. Los enviaron a la zona de neonatos: «Una sala con un montón de incubadoras, de niños prematuros… Ahí empezó un poco el calvario», recuerda. La segunda persona que salvó a su hija fue la cardióloga que la diagnosticó: estenosis pulmonar severa, la sangre no se oxigenaba correctamente.

La especialista hizo un dibujo para que comprendieran cómo funcionaba el corazón de Marina. «Te derrumbas, se te nubla la vista, es muy difícil de asimilar; piensas que te vas a casita con tu hija y te dicen que tiene un problema bastante importante». Por la tarde, una ambulancia los trasladó al Hospital de La Paz, referencia en pediatría.

Allí, intentaron solucionar el problema con medidas menos invasivas. Probaron con un cateterismo para reparar la válvula del corazón. No funcionó. A los diez días lo intentaron de nuevo. Marina empeoró. Solo quedaba una opción. «La operación era extracorpórea. Tenían que parar el corazón, empalmar las arterias a una máquina que oxigena la sangre y la devuelve para que el resto del cuerpo siga funcionando. Para quienes no entendemos, es magia», explica.

Durante todo el proceso, recibieron un bálsamo de sonrisas, de palabras de comprensión y de ayuda por parte de los profesionales. «Ese cariño te aporta todo. Primero, por el pavor que te da saber que tu hija tiene algo y se puede morir mañana, y segundo, porque estás entregándola a unas personas que no conoces de nada. Da muchísimo miedo, pero ellos te transmiten todo el rato que no te preocupes, que la van a mimar, a darle todo lo que necesite, a pelear por ella… Te tranquilizan, te hacen sentir bien, relajado».

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Foto: Alberto Lizaralde

Alberto decidió contarlo en Twitter como agradecimiento. Unos padres querían recordar a todos los que intervinieron en el peregrinaje: médicos, enfermeros, celadores... «Incluso el personal de limpieza: entraban por las mañanas diciendo hola, niños, cómo estáis, con una sonrisita, qué tal habéis pasado la noche… ¡que es que no tienen que hacerlo, no es su trabajo, pero lo hacen!».

Pensaron en enviar flores, en invitar masivamente a churros una mañana, pero Lizaralde recordó las fotos que había estado tomando durante todo el proceso. Él es fotógrafo, hace unos años publicó Everything will be ok: «Trataba sobre cómo la vida te va dando hostias y tienes que ir navegándola, para arriba y para abajo».

De modo que retratar el viacrucis fue algo natural. «Normalmente, fotografío lo que vivo y luego le doy forma. En este caso, empecé a hacerlas con el móvil y no sabía muy bien por qué, pero era algo importante en mi vida y la de mi pareja. Necesitaba documentarlo porque, aunque sea fuerte, cuando pasa el tiempo, se olvida».

Hacer fotos como forma de procesar la realidad: «Me ayudaba a verlo todo un poco desde fuera. No le daba ninguna interpretación para los demás, eran fotografías para mí».

Pero si algo quebró esta historia al aparecer en la red, fue la carga posesiva de la vida y del lenguaje: el para ti o el para mí. Este cuento real de magos reales y magia real está bañado de hermandad y de solidaridad. Alberto y Macarena lo habían comprobado nada más llegar a La Paz.

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Foto: Alberto Lizaralde

Entre los padres que esperan se funda una comunidad. «Se crea un círculo. Llegas. Eres novato y estás perdido, pero hay otros padres igual que tú que llevan allí dos meses y te dan bastante apoyo, te dicen que estás en un sitio maravilloso, que la gente es la hostia. No te dicen que saldrá todo bien, porque puede que no, pero te animan».

Entonces se adquiere una conciencia, una responsabilidad: «Cuando llevas tú dos meses y ves que entran otros padres, tomas el relevo y hablas con ellos y les ayudas». Por ellos, por los que esperan todavía, por los que alivian las esperas, por los que esperarán en otros rincones del mapa, Alberto y Macarena escribieron el primer tuit y el segundo… También, por quienes acortaron su espera y, ahora, esperaban saber qué había sido de Marina: «A raíz de esto, nos escribió la primer cardióloga que atendió a Marina. Nos dijo que se había estado preguntando qué sería de nosotros».

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