Una granja que cabe en una tienda. FARM, en la zona londinense de Dalston, es lo que un letrero de ‘Se venden huevos’ a una carretera secundaria. O era. Un aviso de demolición seguido de unos problema en el alquiler, el Ayuntamiento ha triplicado el arriendo, ha hecho que esta pequeña granja-tienda vea su futuro amenazado.
Desde la ventana se ven las mesas desnudas y algunas bolsas de compost abandonadas en el suelo. FARM, un proyecto de la compañía Something and Son, lideró los avances de la agroecología urbana con un proyecto comprometido con los retos medioambientales, económicos y sociales de Londres.
Muchos son los empecinados que se han propuesto hacer de la ciudad un lugar más sostenible mediante el sistema alimentario. Hay numerosos grupos que fomentan la participación ciudadana para reducir el gasto de residuos urbanos, reusar y reciclar. Además de los jardines comunitarios repartidos por la capital inglesa, pequeñas empresas han iniciado el cultivo de productos frescos y locales gracias al desarrollo de los avances tecnológicos.
La innovación y el diseño llevados a la agricultura son pasos para concebir la ciudad como un ecosistema. «Es lo que se llama metabolismo urbano», César Rizzo, cofundador de AN25.
Esta pequeña empresa gestiona en la actualidad un cultivo de setas mediante el uso de restos de café que recogen en tres cafeterías cercanas. «Los hongos son los principales recicladores de la naturaleza», explica Rizzo mientras pasea por su granja de setas en un local del Mercato Metropolitano de Londres.
El proyecto se basa en un modelo de economía circular y produce distintas variedades como seta de cardo, seta de olmo o shiitake sin necesidad de tierra. Quizás sean las setas más frescas que se pueden encontrar en el sur de Londres pero, según reconoce Rizzo, no cuentan con los recursos para competir en el mercado. Sus ventas se hacen más por el boca-oreja y ya cuentan con varios chefs locales que se han interesado en su producto.
El espacio es escaso para el desarrollo de la agricultura urbana en una ciudad cuya población crece el doble que en el resto del Reino Unido, según la organización Trust for London. «¿Qué es lo que crece en los sótanos de manera natural?», me lanza Rizzo. Así fue como AN25 inició la búsqueda de un sitio para su granja.
El aumento demográfico y la batalla por los tejados londinenses hizo que a principio de esta década muchos emprendedores tuvieran que cambiar su perspectiva. Las cotizadas terrazas estaban en manos de empresas o ayuntamientos que no estaban dispuestas a tomar ningún riesgo.
En el subsuelo londinense se asienta una de las huertas pioneras de la ciudad. Growing Underground encontró en un antiguo bunker de la II Guerra Mundial el lugar idóneo para cultivar berros, hojas de mostaza, cilantro, perejil o rúcula.
Richard Ballard y Steven Dring están detrás de este proyecto en el que todo se controla al detalle. Las instalaciones se asemejan a un laboratorio plagado de luces LED y plataformas que facilitan el cultivo vertical. «Controlamos la luz, la temperatura y la ventilación para conseguir las condiciones óptimas durante todo el año», dice Ballard.
Un bote de yogur, un trozo de algodón y unas semillas. Growing Undergrown realiza sus operaciones como «algo parecido al experimento que hacíamos en el colegio». La simple tarea se une a los avances tecnológicos para sacar partido a un tipo de agricultura que gana adeptos en las grandes ciudades.
La fórmula es compartida por Rootlabs que se dedica a desarrollar sistemas de cultivos sostenibles. La compañía de Sam Cox y Hugo Horlick además anima a la población a cultivar en casa gracias a talleres en los que enseñan sus técnicas. «Queremos hacer que este proceso sea lo más accesible posible a los ciudadanos. Y no hay nada más público que un autobús», dice Horlick.
Rootlabs ha acondicionado un tradicional autobús de dos pisos londinense para su nuevo proyecto, Farmbus, que está aparcado en Mercato Metropolitano. Horlick habla de esta iniciativa entre terrarios, cactus y plantas suculentas que se alinean junto al vehículo. La planta baja es ahora una floristería mientras que en la zona superior se ha instalado una pequeña plantación de fresas e hierbas aromáticas utilizando un sistema aeropónico.
Las raíces están suspendidas en unos conductos que forman parte de un circuito cerrado y son rociadas con una fórmula nutritiva. La aeroponía reduce el uso de agua aunque esta huerta interior necesita también de luces LED para el desarrollo de las plantas.
Propuestas sostenibles, realidades escépticas
Estas iniciativas promueven una visión más sostenible de Londres. Los cultivos no necesitan de tierra ni pesticidas y se utiliza mucho menos espacio y agua que en las prácticas agrícolas tradicionales. Además son una alternativa a los productos importados desde distintos puntos del planeta reduciendo los costes de transporte, refrigeración y almacenamiento.
«No somos la única solución», apunta Ballard. Para cambiar el sistema alimentario actual es clave la aportación de los consumidores. «Cada vez más gente se interesa y se da cuenta que no hay que depender de los supermercados», comenta Horlick.
La decisión está en el que compra y el precio dicta la pauta. Las setas de AN25, las hierbas de Growing Undergorund o las fresas de Farmbus no pueden competir con las grandes marcas. El peaje al planeta lleva a larga consecuencias medioambientales y sanitarias porque «lo barato sale caro».
«Las multinacionales no pagan por la contaminación que produce el cultivo de sus productos», explica Rizzo, cuyas setas pueden comprarse a un precio similar que las de las grandes superficies.
Estas empresas se proponen enmendar el problema de producción de alimentos en las ciudades de manera sostenible. Sin embargo, Paul Smyth, cofundador de Something & Son, es escéptico en cuanto al uso de la agricultura urbana como generador de cambio. «No es una solución suficientemente mayoritaria como para alimentar a la ciudad», dice.
Con proyectos como FARM el consumidor aprende a estimar lo local y se potencia el valor de la procedencia de los productos. Smyth aplaude los avances tecnológicos aunque hasta la fecha solo se pueden determinados cultivos. Y deja algunas preguntas en el aire: «¿Cuánto consumen todas esas bombillas LED?, ¿Cuánto cuesta todo ese material?».
El incremento de huertas urbanas en Londres es una apuesta social, económica y sostenible aunque genera escépticos como Smyth, que cuestionan si la agricultura fue alguna vez algo urbano.
Foto de portada: Farmbus, un autobús acondicionado, cuenta con una floristería y una huerta de fresas e hierbas aromáticas. Foto de Sara Montali.