Mi cerdo y yo

27 de diciembre de 2013
27 de diciembre de 2013
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No se lo van a creer, pero el otro día alguien que me quiere bien me regaló por mi cumpleaños… un cerdo. Vivito y coleando. Entro así en el selecto club de celebrities que tienen un cerdito, las llamadas ‘cerdebrities’. Pero mi cerdo no es tan cursi como el de Paris Hilton, el mío es negro, con un mechón blanquecino en la testuz. El caso plantea un interesante debate sobre la eugenesia. Porque ¿alguno de ustedes sabe realmente lo que es un ‘mini pig’?

(Opinión)

mi cerdo y yo
El autor con su nuevo cerdito. ¡Oink!

La verdad es que vivir con uno de estos animalitos ofrece el consuelo de pensar que se le ha salvado de las garras de la investigación, pues muchos son utilizados para experimentación médica y sometidos a terribles pruebas, dada su proximidad fisiológica y anatómica con el ser humano. De hecho, este fue uno de los motivos por los que se los empezó a criar y cruzar a mediados del siglo pasado, en el Reino Unido, a partir de cerdos vietnamitas.

Luego en los años 80 se empezaron a poner de moda en la Gran Manzana. Y su tamaño ha seguido disminuyendo, por los sucesivos cruces selectivos en busca de la mascota perfecta. Es decir, no se permite reproducirse a los que exceden de cierto peso, y de ese modo, generación tras generación, los cerditos nacen cada vez más pequeños. Así, y como ya hiciera Mendel con sus famosos guisantes, se obtuvieron las bases genéticas de lo que hoy se conoce como TeaCup Pig o cerdito de la taza de té, bebida que por lo visto adoran, aunque todavía no he tenido ocasión de comprobarlo

La eugenesia en las mascotas no es un asunto nuevo, ya que las razas de perros y gatos más exclusivas y caras (y mi cerdo lo es) tienen su origen en procedimientos parecidos.

En la parte negativa, todos los foros advierten de que nadie puede garantizar que tu amado cerdito no se convierta en un gorrinazo de ciento veinte kilos que aterrorice al vecindario y que exija una parte de tu cama sin pagar el alquiler.

Todo el mundo sabe más o menos cómo se comporta un gato o un perro… incluso un periquito o un pez de colores. Pero un cerdo es otra cosa… Solo dice “Oink”. Casi de manera textual, y siempre con el mismo volumen, por lo que no es fácil saber en qué está pensando. Todavía no me he atrevido a sacarle a pasear por la Plaza Mayor, al lado de casa; no quiero que me llamen hipster.

Creo que de noche el pobre no ve tres en un burro, pero es muy educado y no se le ocurriría mancharme la alfombra sin antes advertírmelo de manera vehemente “Oink Oink Oink!”. Sin embargo, y dado que busca lugares que desprenden calor, ayer me encontré con la desagradable sorpresa de que había defecado sobre el router. Avisé a Movistar de la incidencia, pero creo que no me tomaron en serio.

He entrado en foros inimaginables buscando respuestas, por ejemplo en Cerdilandia, que no tiene desperdicio por lo apasionado de sus comentarios.

Bien es cierto que ya no podrán celebrarse reuniones de la cúpula del Mossad en mi apartamento y el rabino del barrio me retirará el saludo, pero tengo que admitir que un cerdo es un animal estupendo.

Agradeceré de ustedes cualquier sugerencia o consejo, pues ando bastante despistado y quiero ser un buen padre para él. Porque todavía no le he puesto nombre, pero su apellido ya siempre será Dyaz

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