«¿Cómo estaba la valla? ¡Abarrotá!». 2014 pasará a la historia como el segundo año al que Fraga no llegó vivo y en activo y como el año en el que El País hizo un remake del sketch del Dúo Sacapuntas. El miedo es un combustible tan válido como otro cualquiera. Menos respetable que el ánimo de mojar el churro un fin de semana o tratar de conseguir un aumento de sueldo, sí, pero tan efectivo como esos. Sin embargo, las tácticas para su propagación pueden moverse entre lo deplorable y lo sublime. He aquí un pequeño manual para infligir el miedo con absoluta eficacia.
El otrora diario progresista abría la edición de hoy con la noticia que pueden ver en la portada que hay la izquierda (la geométrica, no la ideológica). Ignoramos si esos 30.000 malvados invasores han llegado esta semana o llevan ahí mucho tiempo esperando a que sea conveniente reseñar como noticiable que se encuentran en esa posición. La agenda informativa de cada medio la marca cada medio y en el nuestro la urgencia pasa por contar historias acerca de dispositivos para masturbarse. No cabe, en cualquier caso la preocupación. De esos 30.000 inmigrantes, la mayor parte se ahogará sola, solo por fastidiar a la Guardia Civil española.
Llevo toda la mañana tratando de paliar la inherente carencia que tiene el periodismo español en lo relativo al análisis estadístico. Gracias a este artículo de La Vanguardia, a la dedicación y a mi innata capacidad para leer entre cifras, he llegado a una conclusión tremendamente preocupante: si 1 de cada 1000 habitantes del planeta son catalanes, 30 de los 30.000 subsaharianos que aguardan para matarnos también son catalanes. Y, amigos, si hay algo peor que un subsahariano hambriento al otro lado de una valla, eso es un catalán. Esos son los miedos a los que debería apelar el diario madrileño.
Mi sugerencia, como profesional de la comunicación, es abrazar iconos mediáticos con suficiente alcance global como para hacer llegar el mensaje del terror hasta el último rincón del planeta. Estéticamente han de estar despojados de esa cutrez propia de los hippies antiespañoles, ya que un comeflores haciendo reiki nunca ha dado miedo. La premisa de que un traje de Armani nunca le ha hecho daño a nadie es un buen punto de partida. Sería algo así.
La propaganda es la mejor amiga del miedo y el objetivo de todo esto es que no sea necesario que las patrullas fronterizas tengan que disparar pedir amablemente a los desconsiderados invasores que vuelvan al lado de la valla que les corresponde. Han de ser los propios españoles los que, impulsados por el temor, se dediquen responsablemente a repeler las agresiones con las que amenaza el titular de El País. Se trata de un efecto de acción y reacción, es decir, Jorge Fernández Díaz agita su sensual melena y todos los ciudadanos mínimamente patriotas se levantan a la de tres como quinceañeros coreanos con una hemorragia de testosterona.
Por eso, una estrategia del terror que se precie ha de atacar en lo más profundo del subconsciente humano. ¿Y qué hay en los más profundo del subconsciente, allí donde pensábamos que no quedaba nada, ni un recuerdo? Efectivamente, ahí está Leticia Sabater. No sé cómo explicar esto porque tampoco creo que tenga mucha explicación. Es muy complicado no extender el terror con la cartuchera llena de frases como «¿cómo se enrollan los tronquis?». ¡ESTAS SON NUESTRAS ARMAS!
Una vez invocado el maligno, digo la maligna, lo siguiente en la secuencia lógica pasa por la adscripción de las fuerzas ocultas. Si el patriotismo, el sexismo, el mal gusto, Leticia Sabater y las pelotas (las de la Guardia Civil) no son suficientes, lo mejor es pedir refuerzos al más allá, que en esto de meter miedo tienen experiencia.
¿Debemos entonces armarnos de ouija y solicitar el apoyo de fantasmas y ectoplasmas? No. El que da miedo de verdad es Íker Jiménez y su corte de pelo, un tipo que, tras sumergirse en una tonelada de legajos, es capaz de analizar, escrutar, diría yo que diseccionar con la precisión de un maravilloso cirujano, la actualidad más candente combinando el vudú, la burundanga o las posesiones infernales en un piso interior de Vallecas de tres dormitorios. Miedo de verdad.
Aunque no se dejen engañar. El verdadero terror es esto.
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La sociedad nunca podrá agradecer lo suficiente a Rafa Gil el trabajo de sondeo miserable que realiza en las cloacas de YouTube y que inspira mucho del contenido de este post.