Por qué deben existir las cucarachas, aunque no es un drama si pisas una

Miguel Delibes de Castro publica 'Gracias a la vida. La naturaleza indispensable', para explicar la importancia de la biodiversidad y el peligro que corremos si se pierde
28 de octubre de 2024
28 de octubre de 2024
10 mins de lectura
Miguel Delibes de Castro biodiversida

Hace algo más de 20 años, Miguel Delibes padre y Miguel Delibes hijo escribieron conjuntamente La tierra herida, una conversación entre ambos sobre los problemas ambientales que sufría nuestro planeta, como el calentamiento global, el aumento de la población humana o la contaminación.

Pero cuando Miguel Delibes de Castro planteó a su padre la gravedad de la pérdida de la biodiversidad, el escritor discrepó con el biólogo: «[…] La desaparición de especies es muy triste, pero no dramática, no creo que nos afecte demasiado».

Esta anécdota sirvió a Delibes de Castro para constatar lo difícil que resultaba, incluso para personas sensibles y formadas como su padre, «valorar adecuadamente la biodiversidad, la plétora de seres vivos». Hacernos entender por qué nos equivocamos al pensar que no pasa nada si se extinguen ciertas especies y que aprendamos a valorar la vida en todo su conjunto es el objetivo que busca conseguir con Gracias a la vida. La naturaleza indispensable, publicada por Destino.

Miguel Delibes de Castro biodiversidad
Foto: Javier de las Heras

Quedé con Miguel Delibes de Castro en un céntrico hotel madrileño para hablar de la biodiversidad y de su importancia, que es lo mismo que hablar de la vida en su sentido más amplio. Escucharle no solo es ilustrativo, sino un delicado placer, ese que se siente cuando se habla con un sabio que no hace alarde de todo cuanto sabe, sino que se esfuerza en trasmitir todo su conocimiento amablemente, como esa lluvia delicada que va calando despacito, sin molestar.

Habla pausadamente, sin prisa. Como si a lo largo de su extensa trayectoria como biólogo todo él se hubiera empapado de esa calma que transmiten los bosques, los ríos, la naturaleza en su conjunto. Conoce bien el peligro que supone esa pérdida de biodiversidad, pero, su mensaje es esperanzador. Aunque considera necesario, de vez en cuando, lanzar alguna soflama tipo «¡Vamos al desastre!» para hacer reaccionar a la población. Aún hay tiempo, solo tenemos que aprender a mirar y querer actuar de una manera diferente.

El mensaje de Gracias a la vida es claro. Ninguna especie que nos rodea, animal o vegetal, está ahí por casualidad o por adorno. Un árbol en un bosque o en un parque no es un elemento decorativo con el que hacer fotos increíbles para nuestro Instagram; está haciendo cosas: está reteniendo suelo, captando agua, enfriando y refrescando la ciudad, produciendo el oxígeno que respiramos…

Tampoco una cucaracha o un piojo están ahí para molestarnos y complicarnos la vida, por mucho asco que nos den. La suya es una función de control de población, como lo son también los murciélagos y ciertos microbios. Todo ser vivo cumple una función, incluso aquellos que nos dan más repelús y a los que Delibes de Castro dedica especial atención en este libro (murciélagos, buitres, lombrices, escarabajos, microbios…). Y si desaparecen, puede que nuestra vida continúe, pero seguramente lo hará de una manera que no nos guste.

«Yo me centro más en este aspecto muy parcial, pero en conjunto, si no existiera o se deteriora mucho esa biodiversidad, no tendríamos ni aire para respirar, ni agua para beber, ni comida… —detalla Miguel Delibes de Castro el objetivo de su libro—. Es absolutamente imprescindible para nuestra vida que exista la vida que nos rodea. Lo que tiene más debate, y es un debate razonable, es cuál es el límite». Es decir, cuánta pérdida de biodiversidad es admisible e inocua.

«En la naturaleza hay cierta redundancia. Si un árbol desaparece, otro hará una labor relativamente parecida. Alguno ha llegado a proponer: “Yo acepto que los árboles son importantes, pero vamos a dejar solo eucaliptos, que nos dan pasta de papel, etc.”. Ese es el debate de dónde están los límites. Pero ya estamos perdiendo mucha biodiversidad y notando que nos perjudica».

Miguel Delibes de Castro biodiversidad

Sin embargo, alguien puede argumentar que esto, en el fondo, es una cuestión de evolución. Igual que se han extinguido especies, han llegado otras nuevas. Entiendo que no es así, ¿no?

Hay una frase de un biólogo mexicano de origen español, Gonzalo Halffter, que cuando le dijeron que era ley de vida que se hubieran extinguido ciertas especies, respondió: «Sí, pero entonces ni mi familia ni yo estaríamos aquí». Y eso tiene dos versiones.

Por un lado, la versión de que, cuando se han extinguido otras especies, han pasado cosas muy graves; y ahora pasarían también. Como no estábamos ahí, no nos han afectado, sin embargo, si ahora se extinguen, la vida va a seguir, pero nosotros lo vamos a pasar mal.

Y la otra faceta de la frase de Halffter era que no estábamos aquí, luego no lo podíamos impedir. Y ahora podríamos. Invoca tanto nuestra responsabilidad como las consecuencias que puede tener para nosotros no evitarlo.

Cuando se han extinguido otras especies, el mundo ha cambiado. Si no se hubieran extinguido los dinosaurios, no habrían evolucionado probablemente los mamíferos y no estaríamos aquí. Si no hubiera chocado el meteorito hace 66 millones de años, no hubieran florecido los mamíferos y seguro que los humanos no hubiéramos evolucionado. O sea, que ha tenido consecuencias muy gordas. Si ahora se extinguen muchas especies, la naturaleza seguirá funcionando, pero, a lo mejor, una naturaleza de microbios u otra especie que no es la que queremos.

Hemos aprendido mucho en el libro sobre la utilidad de especies como los escarabajos, las lombrices, los buitres, los murciélagos, los hongos, las malas hierbas… Pero de otras me sigo preguntando qué utilidad tienen, como las cucarachas, o las ratas en la ciudad, o los piojos… Esas que se convierten en plagas.

Hay una cosa que debería haber dicho y no he dicho. Si una especie se vuelve plaga en el mundo, como la nuestra…

Miguel Delibes de Castro biodiversida

¿Somos plaga?

Somos una plaga. Somos una especie que ha crecido desmesuradamente y que consume muchos recursos, produce muchos residuos… Todas las que viven con nosotros y a nuestra costa se convierten en plagas también. Están aprovechándose de un ecosistema alterado. Que haya tantas cucarachas o tantas ratas —que, además, han venido de otro sitio, las hemos traído los humanos— o tantos piojos, no quiere decir que sean necesarios. Si no hubiera tantos humanos no estarían. Están funcionando en un ecosistema humanizado aprovechándose de él. Lo podíamos decir también de las gaviotas que comen en los vertederos.

No tienen un papel regulando el funcionamiento de la naturaleza como tienen las especies silvestres. Es el caso también de las especies domésticas. Esas nos vienen bien, pero, de alguna forma, las vacas, las ovejas y las gallinas también son plaga. De las especies de aves del mundo, la inmensa mayoría, con mucha diferencia, son gallinas. Hay diez mil o doce mil especies de aves en el mundo, pero una especie, la gallina, son casi todas. Entre las aves es una plaga también.

Lo que quiero decir es que cada especie tiene su papel, pero algunas lo están jugando con nosotros, como comensales que viven con nosotros, y no son tan necesarias. Me preguntas qué función cumplen piojos y garrapatas. Bueno, tienen un papel controlando las poblaciones. Un capítulo del libro se llama “Gracias a los murciélagos” y se refiere al control de poblaciones. Los parásitos, las enfermedades, los depredadores tienen un papel evitando que ninguna población crezca mucho y se vuelva plaga. Ahí es donde tienen un papel las garrapatas, los piojos o los microbios dañinos. Su papel es más bien controlar a otros y mantener las poblaciones más o menos estables.

Miguel Delibes de Castro biodiversidad

Remarca en el libro que no se debería hablar de biología en términos económicos, pero lo que nos escuece a los humanos es el bolsillo. No sé si los biólogos pecan de no mostrar con datos económicos, que es lo que golpea e impacta a la gente, qué supone esa pérdida de biodiversidad. Un ejemplo serían los acuíferos de Doñana…

Por un lado, este planteamiento económico es importante porque, como digo en el libro, al menos es pedagógico, es el que llega a la gente, es útil, como intento que sea este libro. Básicamente, para los ciudadanos occidentales, un mundo capitalista que da mucha importancia a lo monetario, a lo económico.

Pero, por otro lado, ahora mismo, en el IPBES, el equivalente al IPCC del clima, pero de la biodiversidad, dan mucha importancia a las contribuciones no monetarias, es decir, a que la naturaleza da felicidad, armonía, calma a las personas; les genera sentimientos religiosos, eleva el ánimo, hace rezar… Y lo hace a muchos miles de millones de personas que viven muy al margen del capital, de los bancos. Si atendemos a todo el conjunto de la humanidad, lo del dinero es relativo. Pero para nosotros es la clave de todo el funcionamiento, la religión es el dinero.

Esto tiene un punto de vista muy traicionero que se deriva de nuestro sistema económico, que no busca solo el bienestar, sino que busca incrementar el capital. Destruir produce más dinero que conservar, y esto es tremendo.

Cuando yo alguna vez he dicho que no se debe contaminar los ríos porque necesitamos esa agua para beber, me han dicho «No, al revés. Hay que contaminarlos mucho porque eso genera riqueza; y luego gastar mucho dinero en limpiarlos, porque eso también genera riqueza y puestos de trabajo». Mientras eso no lo cambiemos, es muy difícil argumentar con el dinero.

Pero lo cierto es que si Doñana se seca porque estamos extrayendo más agua del acuífero de la que se recarga, se van a acabar secando también las frutas y se van a acabar quedando secos también los pozos de los pueblos; va a haber que llevar cisternas. Es decir, conservar los acuíferos tiene un valor económico directo. Luego alguien puede decir, con mentalidad emprendedora, que luego se puede hacer una tubería y traer el agua de no sé qué embalse, y esto es una inversión de tanto y genera mucha riqueza porque es mano de obra, y tal y cual. Pero lo cierto es que objetivamente perdemos.

Yo creo que mientras el sistema no admita las pérdidas de capital natural como pérdidas económicas, tiene poco arreglo.

Miguel Delibes de Castro biodiversida

Quizá es que la biología, los biólogos, tengan que entrar en los programas políticos…

Bueno, hay muchos economistas ya que se refieren a esto y le han dado a alguno el premio Nobel. Hablan de economía verde, de economía de no crecimiento, de poder hacer más cosas con lo que tenemos y no tener esa especie de cohete que nos tira para crecer y crecer siempre.

A mí, en Doñana, me sobrecogió el año que se rompió la presa de Aznalcóllar y se contaminó toda la cuenca del río Guadiamar. La economía provincial subió, mejoró, porque se había invertido mucho dinero para restaurar aquello. Se generaron puestos de trabajo, gente que vivía de eso, empresas de camiones que se llevaban lo tóxico. Hay quien podría decir que una catástrofe cada 20 años nos vendría muy bien porque nos permite crecer. Y eso es aterrador.

Pero esos premios son un poco estéticos, ¿no?, porque no parece haber mucha voluntad de decrecer…

Bueno, yo creo que es más que estético, que vamos por ese camino. De lo que estoy convencido es de que vamos mucho más despacio de lo que deberíamos, pero vamos por ahí. Suelo contar que hace 30 años ningún editor hubiera publicado Gracias a la vida porque lo hubiera considerado un capricho de biólogo, que a la gente no le interesaban estos temas. Y ahora, no sé si acabará interesando o no, pero a los editores sí que les interesa.

Así que sí, sí que vamos cambiando y algo cambia, lo que creo es que no lo sabemos hacer. O que hay fuerzas muy poderosas para que no lo hagamos, aunque queramos. Por eso yo confío bastante en los sociólogos. Y los biólogos lo llevamos diciendo mucho tiempo.

Los biólogos que llegan al Gobierno acaban plegándose a lo que dice la mayoría. Nadie se va a atrever a cerrar una fábrica y perder 500 puestos de trabajo por cumplir el protocolo de Kioto o los acuerdos de París. Habrá que buscar otra fórmula para hacerlo. Teresa Ribera, a la que conozco hace 30 años, era la más luchadora que he conocido contra el cambio climático, cuando apenas se luchaba por ello. Y desde el ministerio ha hecho muchas cosas, pero no puede cambiar del todo las políticas. Entonces, yo confío en sociólogos, en economistas, que encuentren otros caminos.

En una entrevista que me hicieron cuando la pandemia, yo dije: «Bueno, hemos aprendido que hemos parado, hemos sufrido mucho por el dolor, por las enfermedades, miedo…, pero se ha frenado la economía, se han dejado de comprar coches, no hemos salido a la carretera… y no hemos sido mucho más infelices por eso». Podríamos hacerlo.

Miguel Delibes de Castro biodiversidad

Quizá también sea que nos falta contacto con la naturaleza…

Efectivamente. Lo que más me ha gustado de los lectores que me han hablado de este libro es que me dicen que ahora salen al campo y lo ven de otra manera. Lo ven como algo que funcional, que está funcionando.

No es solo un escenario o un teatro que está allí para que yo lo vea, sino que es algo que está haciendo cosas de las que yo me beneficio. Ese asombro y esa manera de entender que está funcionando de un modo que nos viene bien y que no sea casualidad, sino que, si no, no hubiéramos podido aparecer, me gustaría haber sido capaz de haberlo trasladado. Porque sí que es lo que genera empatía hacia la naturaleza.

Creo sinceramente que hay que amenazar un poco a la sociedad; me parece que es necesario meter miedo, decir «¡Vamos a un desastre, hacia una crisis ambiental sin precedentes, estamos cerca del límite!»; creo que esto hay que hacerlo. Y creo que también hay que decir que los animales y las plantas son bonitos y transmitir sensibilidad. Pero me parece importante transmitir conocimientos, empatía, racionalidad… en un aspecto positivo; y eso es lo que yo intento aquí.

No te pierdas...