Tiene el formato de una Moleskine. Menudo, discreto. Pero, en su interior, este libro contiene una bomba que dinamita algunos puntales de la cultura de este país. Este país en el que Unamuno dijo “¡Que inventen ellos!” y los absolutistas gritaron “Muera la libertad y vivan las cadenas”. Este país que, durante las últimas décadas, vanaglorió las oposiciones, el trabajo por cuenta ajena y el pelotazo elevado desde el humo. En este país ha caído un obús: No busques trabajo.
Risto Mejide es el autor de las 233 páginas (en una cuenta atrás) que abordan 50 excusas que detienen a una persona sin trabajo a autoemplearse. Una opción que pocas veces pasa por la cabeza de individuos angustiados por un mundo que, de repente, se le ha caído encima. Puede que el pasado pese demasiado sobre la decisión de montárselo por su cuenta. De las sombras de años y siglos antiguos se alimenta, a menudo, la determinación de no emprender (… ¿o es miedo incluso?).
“Algunos de nuestros antepasados nos han hecho mucho daño”, indica Mejide. “Los que tenían el título de hidalgo no podían trabajar. No se manchaban las manos con trabajo”. Y no había pocos. En el censo de 1787 contaron 722 794 hidalgos dentro de una población de 9 307 804, según la Wikipedia. Es decir, un 7,7% de la sociedad.
El pasado reciente tampoco ayudó. En los últimos 30 años se ha glorificado la cultura de un self made man (hombre hecho a sí mismo) desde el pelotazo y el humo. “Cuando yo era pequeño se hablaba de Mario Conde como un ejemplo y mira dónde está ahora”, comenta. “Esas referencias nos han hecho mucho daño. Y también nos ha dañado ser una generación bisagra. Nos educaron en la seguridad. En la idea de un trabajo fijo, una pareja para siempre, una casa en propiedad… Ahora se ha caído todo eso y tenemos que volver a armarlo en nuestra cabeza. Nuestros hijos crearán otro paradigma”.
Lo que nadie advirtió a muchos adultos con una situación actual llena de grietas es que “ya no se juega como antes”. “No hay opción de arriesgarse. Estás en el riesgo”, indica Mejide. Y esa certeza se puede expresar también en una frase que escuchó en una película: “Espera lo mejor, pero prepárate para lo peor”.
El presente reciente ha dejado una enseñanza para siempre jamás. “Tienes que vivir la vida como si fuera un eterno plan B”. Y ahora es el momento de llevarla a la práctica en un país agredido por el austericidio. “Estamos en un estado de emergencia. Hay 2 millones de familias sin ingresos y 6 millones de parados. Es en estas situaciones de emergencia cuando surgen los saqueos, las violaciones… Cuando ya no tienes nada es cuando luchas por sobrevivir. Si nadie hace nada por ti, eres tú el que tiene que hacer algo”.

Esta alerta salta ya en las primeras páginas de No busques trabajo. “Desconfía”, escribe el publicitario. De los políticos, sindicatos, expertos, medios de comunicación, de este país y, por supuesto, de él mismo. “Me fío más de los chimpancés” que de los expertos –relata–. “Son, normalmente, más fiables y baratos”.
La afirmación viene respaldada por un estudio que llevó a cabo Philip Tetlock durante 20 años. En ese tiempo el profesor de psicología de la Universidad de Pensilvania monitorizó las predicciones realizadas por 284 expertos (asesores gubernamentales, periodistas, personas de prestigio…).
En 2005 publicó sus conclusiones. “No eran más fiables que lo que habría elegido un mono”, cuenta Mejide. “La mayoría de los expertos son justo los listos que nos metieron en este lío. Ya fuese por acción, omisión o miopía, ellos son cómplices de la que nos está cayendo Y si no, pregúntale a don Luis de Guindos a qué se dedicaba antes de convertirse en nuestro flamante ministro de economía y competitividad”.
Es “la muerte de la predicción”, recalca desde la terraza de un hotel en Madrid. “Antes, el corto plazo podía llegar hasta los siguientes cinco años. Eso ya ha terminado para siempre. Nos hemos quedado sin capacidad de predecir las cosas”.
La confianza se ha desplomado en este país. Y entonces es cuando, según el tertuliano, “en el único que puedes confiar, lamentablemente, es en ti mismo”. Es entonces cuando hay que salir de la madriguera y crear uno mismo su trabajo. El pasado más reciente ha dejado algo claro. No se puede encontrar lo que no existe. No tiene sentido buscar trabajo porque hoy, en este país, apenas hay.
Dice Mejide que el autoempleo es una de las actitudes más demandadas en las grandes y pequeñas empresas en la sociedad del conocimiento y, en su libro, relata que en EE UU, el 65% de los jóvenes se autoemplean. En el conjunto de Europa el porcentaje es del 40% y en España, tan solo de un 3%. Hay a quien la cifra le basta. “España ha sido y va a seguir siendo un país de emprendedores”, dijo la ministra de Empleo, Fátima Báñez, el pasado mes de abril.
Pero hay quien cree, como el autor de este libro, que en este país hay ciertas creencias que apuntalan esa cultura de adoración al empleo por cuenta ajena. Y ahí, en esos pilares, es donde Mejide mete el proyectil con la intención de “desmontar algunas creencias, confirmar otras” y “demostrar que estar parado no significa lo mismo que quedarse quieto”.
El libro tiene su origen en una columna que el catalán escribió en El Periódico el pasado 19 de mayo. El artículo tuvo un eco inmenso en otros medios y en los hilos de las redes sociales. Mejide decía que “buscar trabajo es ya una patraña, un cachondeo, una mentira y una estúpida forma de justificar la ineptitud de nuestros políticos”. Aconsejaba desterrar el verbo “buscar” y utilizar en su lugar el verbo “crear”. “Utiliza el verbo reinventar. Utiliza el verbo fabricar. Utiliza el verbo reciclar. Son más difíciles, sí, pero lo mismo ocurre con todo lo que se hace real. Que se complica”.
Decía que es “mentira” que no haya trabajo. “Trabajo hay. Lo que pasa es que ahora se reparte entre menos gente, que en muchos casos se ve obligada a hacer más de lo que humanamente puede. Lo llaman productividad. Otra patraña, tan manipulable como todos los índices”. Pero no todo estaba perdido. “Mejor búscate entre tus habilidades”, escribe. “Mejor busca qué sabes hacer. Qué se te da bien. Todos tenemos alguna habilidad que nos hace especiales. Alguna singularidad. Alguna rareza. Lo difícil no es tenerla, lo difícil es encontrarla, identificarla a tiempo. Y entre esas rarezas, pregúntate cuáles podrían estar recompensadas. Si no es aquí, fuera. Si no es en tu sector, en cualquier otro”.
De esa reflexión surgieron voces que pidieron estirar la columna aún más. “Este libro nace de la petición popular”, explica el licenciado en dirección de empresas. “Lo escribí para que la gente mueva el culo. Intento influir en las personas con lo que sé hacer: comunicar. Influir es el mayor reto y a la vez la mayor responsabilidad. Influir, sea cual sea la decisión que tome el que te escucha. Ese es el mejor regalo que te puede hacer la vida”.
Y para atizar conciencias utiliza el fuste de la ironía y lo mordaz. Lo hace porque sabe que con estas dos varas consigue provocar. “Es lo más honesto que puedes hacer por alguien. Ayudarle a que haga algo. No es la provocación por la provocación. Provocar para molestar es estéril. No sirve para nada. El objetivo es conseguir que alguien tome una decisión”.
Foto de portada: Kheel Center, reproducida bajo licencia CC.