Ninguno de los grandes directores de cine del siglo pasado estudió cine. Y qué decir de los escritores. Ninguno que se precie acudiría jamás a uno de esos inventos llamados Talleres de Escritura, como no sea para impartirlos.
Hoy día los títulos pueden adquirirse en internet por precios muy asequibles, y de casi cualquier disciplina imaginable, para enmarcarlos y adornar las paredes del despacho desde el que prestar el servicio a los clientes.
Si usted nunca ha dudado de esos diplomas que decoran los gabinetes, consultas o recepciones, con sello, firma, greca y rubro oficial, y si nunca se le ha ocurrido comprobar su autenticidad o jamás se ha preguntado si su obtención ha sido fraudulenta, es usted una persona muy confiada.
Adquirir un título en el mercado negro es mucho más barato que cursar un máster, aunque si no dispone de ahorrillos suficientes, pero sí de una buena impresora con escáner, paciencia y conocimientos básicos de Photoshop, tampoco hace falta acudir a internet. Basta con tener acceso a un título original de otra persona que se lo preste para analizarlo. No es tan difícil, y además, como se enmarcan y cuelgan en las paredes, nadie puede evaluarlos mediante el sentido del tacto.
Hay profesiones que ni siquiera sabemos que existen o especialidades que rayan en la ciencia ficción. Tecnología y Gestión de boleras, Piratería Informática Ética, y muchos vinculados con el mundo del cine, como Análisis Social del Universo Harry Potter o Estudios Jedi y su Impacto en el Mundo Moderno; o Filosofía en Los Simpson. Aquí el título parece irrelevante, pero no lo es tanto en profesiones más ortodoxas.
[pullquote ]Adquirir un título en el mercado negro es mucho más barato que cursar un máster[/pullquote]
En las películas de prisiones, ese subgénero que tantos buenos ratos nos ha brindado, a menudo aparecen los falsificadores como los reclusos que caen más simpáticos al espectador, y que además son respetados por el resto del patio. Los hay de papel moneda o de pasaportes, claro, pero se pueden falsificar muchas cosas hoy día con poco esfuerzo, y las titulaciones son una de ellas.
En casi todas las profesiones relacionadas con las nuevas tecnologías los títulos carecen de importancia, pues se da por hecho que el mundo real avanza a mayor velocidad que los programas de estudios. Y qué decir de los idiomas. Si uno habla ruso, no precisa un título que lo demuestre sino un ruso con quien charlar.
Responda con sinceridad: ¿prefiere contratar a un profesional experto y capaz, pero carente del título preceptivo, o a alguien que obtuvo el preciado papel pero cuyas habilidades son limitadas? Las profesiones relacionadas con la salud son las más peliagudas, pero existen muchas otras susceptibles de engrosar nuestro peso académico sin el oneroso peaje de pisar las aulas.
Son abundantes los lugares de la red, sin necesidad de descender a la deep web, donde encontrar o encargar estos documentos tan ansiados. Este es uno de mis favoritos, sobre todo por los comentarios, donde pueden leerse mensajes del tipo «Necesito urgente comprar título de ingeniero que sirva en México».
No es delito imprimir estos documentos ni venderlos. Sí lo es utilizarlos pero en distinto grado, dependiendo de la disciplina en cuestión. Si usted compra un título de fisioterapeuta, se pone a dar masajes y deja parapléjico a Usain Bolt, entonces tendrá más problemas que si le deja parapléjico pero con un título legal. Pero no muchos más. Y si dando la vuelta al ejemplo, Usain Bolt prefiere ponerse en manos de un cuñado de su confianza que carece de título, nadie podrá impedírselo.
¿Y si se presenta como arquitecto y se le colapsa un edificio? Con titulación o sin ella, el problema es el derrumbe, no que el título sea falso.
[pullquote ]No es delito imprimir estos documentos ni venderlos. Sí lo es utilizarlos pero en distinto grado, dependiendo de la disciplina en cuestión[/pullquote]
Por otra parte, si en un curriculum vitae se lee que Fulano «estudió Geología en la Universidad Pompeu i Fabra», no significa que terminara el ciclo y obtuviera la correspondiente cartulina enmarcable.
Hoy día hay tantas universidades y tantos lugares creíbles donde emplazarlas que una opción que elude el delito de falsificación es el de inventarse la universidad en sí, lo que evita la denuncia por usurpación. La ideal es la Universidad de Miskatonic, y los lectores y aficionados a H.P. Lovecraft sabrán por qué. Pero también sirve tener un título expedido por la Technical Center for Advanced Space Engeneering of Michigan que, por supuesto, es imaginaria.
Si usted utiliza un título de una universidad que no existe, pero que suena creíble, es mucho más seguro que si decide encargar en el mercado negro un título en Harvard o en Oxford. Además, si elegimos universidades tan conocidas, no resulta descabellado que algún día se produzca un encuentro fortuito con un verdadero exestudiante de ellas.
—¿Harvard? ¿En serio? ¿Y dices que en 2008? Entonces te acordarás de Mr.Pendergast, ¿verdad?
—Pues no caigo…
Lábrese un futuro, elija esa profesión que siempre quiso desempeñar y comience por encargar el correspondiente título. Ver el flamante documento enmarcado en su pared le brindará la suficiente motivación para ir perfeccionando sus habilidades en el campo elegido. Y quizá hasta termine matriculándose.
Hola esperó usted tenga un lindo dia
Me encantó tu artículo n.n
Gracias por la lectura!!
Me parece interesante.
Dios es amor
¿Por qué Yorokobu tiene a gente tan mala escribiendo en sus páginas?
Aquí encontramos a Antonio Dyaz haciendo gala de su ignorancia:
«Ninguno de los grandes directores de cine del siglo pasado estudió cine. Y qué decir de los escritores. Ninguno que se precie acudiría jamás a uno de esos inventos llamados Talleres de Escritura, como no sea para impartirlos».
Habría que decirle a Antonio que antes de escribir barbaridades como estas, se dedique a estudiar un poquito las biografías de directores de cine y de escritores. Podría comenzar, por ejemplo, por grandes como Roman Polanski y Raymond Carver.
Un saludo,