Es muy posible que el nombre de Norman Borlaug no te suene. Sin embargo, este hombre ha ayudado a salvar a millones de personas en el mundo. Así como se dice que Alexander Fleming, gracias a la penicilina, ha salvado incontables vidas, el doctor Borlaug lo hizo gracias a la ingeniería y la mejora genética en la agricultura. Sus estudios llevaron a la creación de variedades mejoradas que no solo aumentaban su rendimiento, sino que además eran más fáciles de recoger, soportaban mejor las plagas y las sequías.
Este ingeniero agrónomo ganó el premio Nobel en 1970, pero no el de Ciencias, sino el de la Paz, por su contribución a la mejora de la agricultura, sobre todo en Asia y el sur de América. Toda su labor es lo que ha dado lugar a la denominada Revolución Verde. Este hito mundial tenía como fin acabar con el hambre del mundo y es lo que en última instancia ha hecho posible que la población del planeta se haya triplicado en los últimos 70 años. Este año hubiera cumplido 107 años, un momento excelente para repasar su legado.
EL LEGADO DE BORLAUG
Tras una infancia trabajando en la granja familiar de Iowa, los intereses del joven Norm se mantuvieron en terreno conocido. Estudió Ciencias Forestales y Fitopatología, pero se doctoró, finalmente, en esta última disciplina y en Genética en 1942. Gracias a su trabajo de posgrado y con la financiación de la Fundación Rockefeller, viaja a México, donde se mete de lleno en los problemas de los cultivos de trigo causados por los hongos del grupo de las royas.
20 años de trabajo le llevó conseguir las famosas variedades de trigo resistentes a plagas y a sequías. Estas variedades, además, permitían una mejora en la mecanización del trabajo de recogida. Y con ello y el ahorro de tiempo que suponía esa mecanización, se conseguía recoger más trigo y de de mejor calidad. Además de estas mejoras modernas, su plan de optimización del campo incluía la tradicional rotación de cultivos, alternando el trigo con maíz y soja. Gracias a este proyecto, México pudo dejar de importar trigo de EE UU, ya que consiguió aumentar su producción para cubrir su demanda interna.
Durante la década de los 60, todos los países agrícolas incorporaron y mejoraron las variedades de trigo, maíz y arroz desarrolladas en México con gran éxito para sus propias cosechas. La gran adaptabilidad a diferentes entornos de estas variedades fue clave para que triunfasen en países tan diferentes como la India, China, España o Argentina.
Desde entonces, y a partir de las mejoras que consiguió el doctor Bourlaug con el trigo, se ha logrado desarrollar más de 30 variedades de arroz. De las obtenidas en aquel momento se destaca IR-8, que vería la luz en 1966 en Filipinas. Y si bien Borlaug no estaba implicado directamente, sus estudios y variedades se emplearon como base teórica para esos nuevos desarrollos.
A partir de IR-8 aparecerieron la mayoría de los arroces modernos, como IR-22, el más cultivado en la actualidad, o todas las variedades Cica que emergieron en aquellos momentos. Más tarde, durante la década de los 80, surgieron otras que mejorarían todavía más los rendimientos de los cultivos en temas de recolección o adaptación a zonas de secano y regadío, como Cica 8 o Caribe 8.
Además, en aquellos años se inició el cultivo Oryzica, que tenía niveles de potasio y fósforo mayores, convirtiendo al arroz en un alimento más equilibrado. Todos estos avances acabarían originando el arroz dorado, una maravilla del mundo moderno creada por ingeniería genética. Pero eso ocurriría casi 40 años más tarde.
REVOLUCIÓN VERDE VS. AGRICULTURA INTENSIVA
La Revolución Verde es un conjunto de acciones que hicieron avanzar la agricultura, una de las actividades económicas más tradicionalistas hasta el siglo XX. A parte de las nuevas variedades que se desarrollaron mediante técnicas de hibridación tradicional, la Revolución Verde incluía ciertas mejoras técnicas que desembocan en la agricultura intensiva moderna. La mecanización del campo, las mejoras en la canalización del agua o el uso de herbicidas y pesticidas son herramientas complementarias al trabajo de Borlaug con genética de plantas.
A menudo se confunde Revolución Verde con agricultura intensiva. Pero, si bien la primera permitió la segunda, no son lo mismo. La agricultura intensiva, gracias a la cual come el mundo a día de hoy, entraña ciertos problemas como son la degradación del suelo y de las comunidades biológicas o el coste de su mantenimiento.
La Revolución Verde intentaba solucionar precisamente algunos de estos problemas. El doctor Borlaug diseñó plantas que necesitaban menos pesticidas y herbicidas, puesto que eran resistentes a plagas, que necesitaban menos agua y que se adaptaban mejor a suelos pobres en nutrientes. Además, recomendaba la rotación de cultivos para evitar la degradación del suelo y mejorar las comunidades biológicas que habitaban los campos.
Borlaug sabía que sus mejoras no serían suficientes ni definitivas. Como él mismo decía, al menos mejoró, en la medida de sus posibilidades, el imperfecto sistema agrícola, salvando a millones de personas de morir de hambre.
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En la actualidad, hemos superado ya los avances de la Revolución Verde. El uso de organismos modificados genéticamente o los pesticidas y herbicidas más amigables con el medio ambiente suponen el paso siguiente. Todos los expertos, entre ellos el doctor Borlaug, ven que el futuro de la agricultura pasa por seguir investigando y desarrollando estos aspectos.
Nunca habíamos sido tantos humanos viviendo en el planeta, y si bien es cierto que sigue habiendo sectores de la sociedad con problemas para encontrar alimento, la verdad es que en la actualidad pueden comer más personas gracias a los avances de la Revolución Verde.