Las pajas también son política. La industria del porno mueve 400 millones de euros al año solo en España. Se estima que podría rondar los 88.000 millones de euros a nivel mundial. Cuatro veces más que el PIB de EEUU. Con estos datos encima de la mesa podemos asegurar que nuestras fantasías lúbricas generan realidades bien tangibles. Forjan nuevos modelos económicos a un ritmo onanista y machacón. Levantan emporios, bombean liquidez financiera, condenan a empresas a la más yerma flacidez. Y viendo las últimas tendencias, podríamos decir que nuestras pajas nos llevan de cabeza hacia un modelo de onanismo neoliberal.
Consumimos más porno que nunca, pero no estamos dispuestos a pagar por él. Internet ha democratizado el placer visual y ha precarizado el trabajo en la industria pornográfica. En este contexto las grandes productoras se resienten mientras surgen otros modelos de negocio. Modelos que eliminan a los intermediarios para crear una línea de comunicación directa entre el creador de contenido y el consumidor. Con una enorme empresa tecnológica en medio.
OnlyFans es una nueva red social. Es fácil e intuitiva. Tiene una interfaz cuqui. Es el Instagram del porno. De hecho, funciona de forma muy similar, con la diferencia de que aquí, para seguir a alguien, tienes que pagarle una tarifa mensual (que oscila en torno a los 10 euros). A cambio promete a los usuarios no solo acceso a fotos y vídeos, sino un canal de comunicación directo con los creadores. «Durante muchos años tuve a una gran mayoría de fans que querían un contacto más cercano, poder hablar conmigo personalmente. Al descubrir OnlyFans vi una gran oportunidad», explica Judit Benavente.
Esta catalana de 29 años tiene medio millón de seguidores en Twitter. Prefiere no dar sus cifras (ni de seguidores, ni de facturación) de OnlyFans, pero asegura que le ofrece un extra a su otro negocio: una agencia de modelos. Lo que más valora de este trabajo es la autonomía que le da. «Yo misma gestiono mi imagen, junto con mi representante. Soy tipo Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como».
OnlyFans fue creado en 2016. Desde entonces ha ido aumentando su presencia hasta alcanzar los 20 millones de usuarios registrados. Afirma haber pagado 400 millones de dólares a sus 200.000 creadores. De esa cantidad, ellos se habrían quedado con un 20%. Es una red en pleno crecimiento.
Uno de los beneficios que muchos achacan a esta plataforma es que en ella las mujeres pueden expresar su propia sexualidad sin necesidad de ser cosificadas por una industria eminentemente masculina. Que pueden ofrecer otra visión, menos estereotipada, sin pasar por los filtros de una industria opresora.
O pueden no hacerlo. Benavente entra dentro del canon de belleza clásico. Ha sido portada de la revista Interviú, chica Playboy y ganadora de concursos de belleza. Desecha toda reflexión sobre el potencial feminista de OnlyFans asegurando que ella simplemente se guía por «el vive y deja vivir», aunque descarta trabajar a las órdenes de una productora porque lo que ella hace «no es porno, es erotismo». Difícilmente podría encajar en esa industria rechazando protagonizar escenas más fuertes.
Gerard Garrido confirma que lo que triunfa en OnlyFans es lo mismo que triunfa fuera. «Tienes que tener buen cuerpo para hacer dinero aquí», asegura. Pero coincide con Benavente en que esto es muy distinto del porno, un mundo en el que no se plantea entrar. «Lo conozco y no me gusta», dice, tajante. Garrido no sube contenido pornográfico explícito. Es una de las grandes contradicciones de OnlyFans: en el nuevo gigante del porno no todo es porno. El menos es más funciona bastante bien en lo sexual.
Garrido es entrenador personal y modelo de fitness. Se abrió un perfil en OnlyFans hace apenas un año, animado por un amigo. «Es un extra que me saco a final de mes, no es mi trabajo principal pero no descarto que acabe siéndolo», explica. Garrido ha llegado a tener 200 suscriptores, en un buen mes puede sacarse 1.700 dólares. En uno malo, apenas llega a la mitad. «Tampoco es muchísimo, conozco gente que se puede levantar 10.000 o 12.000 al mes», confiesa.
Después de un año en la plataforma hace un balance positivo. «Al final te acaba dando un poco de morbo. Hago esto porque me lo paso bien, porque lo puedo compatibilizar con mi trabajo, pero sobre todo porque me da dinero», explica.
A unos se lo da y a otros se lo quita. Bel Gris es actor porno y dueño de la productora Tetatita. Asegura que este tipo de plataformas «están haciendo mucho daño a la industria» y se queja de que una multinacional que no paga sus impuestos en España les robe el trabajo a los que sí lo hacen. OnlyFans tiene su sede en Londres.
El problema, opina Gris, es que el auge de esta red tiene lugar mientras la industria agoniza, amenazada por los llamados tubes, agregadores de vídeos pornográficos gratuitos. Y que la competencia llega incluso desde dentro.
Gris se lamenta de que casi todos los nuevos actores y actrices tienen perfil en OnlyFans; dice que están minando la propia industria para la que trabajan. «Es frustrante». El argumento no es nuevo. El sector al que afecta sí.
LOS ‘RIDERS’ DEL PORNO
Laura Martínez es doctora en ciencias sociales e investigadora posdoctoral especialista en estudios culturales feministas. Forma parte del Gender Observatory, un instituto que analiza las intersecciones del feminismo en otros campos como la economía, la tecnología y la política.
Martínez tiene una visión bastante crítica sobre el nuevo modelo que preconizan redes como OnlyFans. «Todo esto que nos parece supermoderno y transgresor es una vuelta de tuerca más del homo economicus neoliberal», asegura, «pero parece que ahora nos tenemos que enorgullecer de mercantilizar todas las dimensiones de lo que nos hace humanos».
Martínez no cree que esta herramienta permita a las mujeres tomar el control para contar su propia sexualidad. «Hay que preguntarse: ¿posibilitan estas plataformas una visión de la sexualidad contraria al mainstream heteropatriarcal? ¿Contribuyen a la dignidad laboral de estas trabajadoras? ¿O es una reproducción, en una nueva plataforma, de los viejos valores del porno?». Martínez hace las preguntas de forma retórica. Ella ya tiene su respuesta.
Su crítica se intensifica al analizar esta plataforma desde un punto de vista económico y sociológico. «Me preocupa que bajo el discurso más glamurizante estemos legitimando nuevas estrategias del capitalismo neoliberal más feroz», arranca. Cree que la tecnología está precarizando distintos sectores bajo una interfaz moderna y funcional: «Este tipo de plataformas va en línea con la uberización de un sector, no entiendo por qué tenemos que denunciar las condiciones de los riders y aplaudir esto», comenta.
En este sentido, un simple vistazo a los perfiles de OnlyFans parecen corroborar su idea. Hay casos de personas que se dedican de forma exclusiva y exitosa a esto. El New York Times dedicó un extenso reportaje hace poco a Matthew Camp y Jem Wolfie, las dos personalidades más boyantes de la plataforma. Pero son la excepción que confirma la regla. Lo que más abunda en OnlyFans es gente joven con un buen físico y una mala economía, estudiantes, entrenadores personales, modelos… No se trata solo de dar nuevas opciones a actores y actrices porno, sino de dar un extra a gente que antes no se habría planteado entrar en este negocio.
OnlyFans ha llegado en el momento adecuado. Hace 30 años el sexting no existía. Hacerse una foto, llevarla a revelar, meterla en un sobre, enviar… Para cuando el destinatario hubiera recibido el material lúbrico en cuestión, habrían pasado días. Era más práctico enseñar lo que fuera en persona. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces. Ahora todos tenemos un móvil con una cámara semiprofesional al alcance de nuestra mano, tenemos la capacidad de mandar fotos a cualquiera. Incluso hay redes y aplicaciones pensadas para que estos archivos se autodestruyan pasadas unas horas.
Neologismos como sexting, dickpic o revenge porn ponen nombre a una realidad que hasta hace poco no existía. Hay toda una generación de adultos que ha madurado sexualmente con una mano en el móvil y otra en los genitales, haciéndose fotos y vídeos, convertidos en directores, actores y productores de su propio material porno. Los milenials y la generación Zeta han crecido en un ambiente exhibicionista en el que el porno amateur es casi una muestra de afecto, un regalo o una simpática carta de presentación.
Y este exhibicionismo no se limita al terreno sexual. Las redes sociales han desdibujado la frontera entre lo público y lo privado. En este contexto y en un ambiente precario, llega una nueva red social y les dice que pueden sacar algo de dinero compartiendo con determinadas personas contenido erótico que ya estaban generando. Y lo hacen.
«El problema es que estamos llegando a un punto de intentar rentabilizar todas las parcelas de nuestra vida», opina Martínez. «Y eso tiene una consecuencia. Ya no es algo que disfrutas de forma natural sino para sacarle un rendimiento económico. Se trata de deshumanizar para rentabilizar».
En cualquier caso, la socióloga dice que en estos casos hay que ejercer el respeto crítico. No está de acuerdo con el mecanismo que genera esta aplicación, pero hace un esfuerzo empático y quiere entender los motivos que llevan a la gente a usar estas redes.
Tanto Benavente como Garrido desechan las críticas achacándolas a la mojigatería reinante y se escudan en su libertad de elección. Tienen todo el derecho a enseñar lo que quieran a quien quieran, dicen. Y a cobrar por ello. Hay libertad de elección. Y libertad de mercado.