Hace un tiempito, NatGeo, como se llama el canal de televisión de la National Geographic, presentó American Blackout. Este docudrama desarrollaba la hipótesis de que los mayores agoreros estaban en lo cierto y, tras un ciberataque, Estados Unidos sufriría un apagón tanto de sus sistemas de electricidad como de telecomunicaciones.
Aislados sus ciudadanos, tanto entre ellos como del resto del mundo, ¿cómo se comportarían?, ¿cuáles serían las consecuencias? Salvando las distancias tecnológicas y económicas, un país acaba de hacer un involuntario experimento en el mundo real. Mauritania y sus 3,5 millones de personas, con un teléfono móvil por habitante y 600.000 conexiones a internet, se quedó aislado del mundo durante dos días.
Según David Belson, el director del área de Internet Research & Analysis en la empresa Oracle Dyn Global, el cable submarino ACE/African Coast To Europe, que recorre 17.000 kilómetros desde Sudáfrica hasta Francia y Portugal, sufrió un corte entre Dakar y Noukachott, la capital de Mauritania. El problema afectó seriamente a otros 10 países, entre ellos Gambia, Liberia, Guinea-Bissau, Guinea y, sobre todo, Sierra Leona.
Como justo esta última nación celebraba elecciones en esas fechas, Belson teoriza con que lo sucedido podría estar relacionado con ese hecho. Si resulta difícil de creer, en 2013 tres egipcios fueron detenidos por los guardacostas cuando trataban de cortar desde su bote de pesca el cable SE-WE-ME-4, que llevaba entonces un tercio del tráfico entre Egipto y Europa.
Sources in #SierraLeone report that the internet was shut off during counting of votes but has been restored this morning. The government must continue to uphold freedom of expression during the election’s final stages. https://t.co/RzhNhldPGk #SierraLeoneDecides
— Sabrina Mahtani (@Sabrina_Mahtani) April 1, 2018
Hace pocos días, el director de investigación de Orange, Jean-Luc Vuillemin, publicó un tuit con las fotos que tomó el buque Pierre de Fermat, encargado de la reparación. «Causa probable: una red de arrastre que levantó y cortó el cable y provocó una gran avería en Mauritania», escribió. Pero había razones para sospechar otra cosa. Uganda, República de Congo, Niger y Gambia impusieron recientes apagones de internet por motivos políticos.
Et voici donc les photos de la coupure du câble ACE devant Nouakchott prises par le Pierre de Fermat avant réparation.
Cause probable : un chalut qui a relevé et coupé le câble et donc provoqué une panne majeure pour la Mauritanie pic.twitter.com/XNXizvBJxd— Jean-Luc Vuillemin (@jlvuillemin) April 10, 2018
Estos blackouts largos y masivos traen, además de molestias, fuertes consecuencias económicas. Hace un año un evento similar tuvo a Somalia sin conexión entre el 24 de junio y el 17 de julio. Ese mes casi entero sin internet costó unos 10 millones de dólares al día y las autoridades locales lo consideraron un «enorme desastre». El PIB de Somalia es de 6.500 millones de dólares para 14 millones de personas. El de Mauritania es de 4.900 para 3,5. Los más afectados, además de los usuarios normales, fueron los medios de comunicación, las agencias gubernamentales y las empresas.
Además de la censura en internet, este escenario habla de otro problema: la extrema vulnerabilidad de los cables submarinos que se encargan de transportar casi el total del tráfico mundial. Antes de dedicarle unas palabras al peligro ruso, James Stavridis, antiguo comandante supremo de la Otan, comentó en un artículo «las múltiples vulnerabilidades que tiene la infraestructura de cables submarinos». Según la ONU, alrededor de 150 cables se dañan al año, principalmente por actividades relacionadas con la pesca.
«Los casos sorprendentemente comunes causados por accidente o por la naturaleza ilustran el riesgo potencial. Los cables son muy vulnerables: su localización suele ser pública, están concentrados geográficamente y se requiere poca habilidad y recursos para dañarlos», continua. «Hay tres áreas donde son vulnerables: en el mar, cuando emergen a tierra y, digitalmente, en sus sistemas de manejo». Es decir, casi en toda la red. «Y en cada área hay motivos para preocuparse sobre su seguridad».
Las consecuencias de un corte global, según quienes se dedican a estudiar esto, suenan a apocalipsis. Robert Fonow, un consultor especializado en telecomunicaciones, ya alertaba de ello en 2006 en su texto Cybersecurity Demands Physical Security. «El efecto en las finanzas, la logística militar, la medicina, el comercio y la agricultura pueden ser profundos… Las transferencias electrónicas, las relaciones entre bancos internacionales… Este tipo de problemas nos podrían llevar a una depresión global». Al final fue Lehman Brothers lo que disparó la gran crisis un par de años después, pero el peligro sigue ahí.
Las recomendaciones de políticos y académicos para reforzar la seguridad pasan por ocultar la ubicación de los cables que cubren la estructura, reforzar los puntos de entrada en tierra, establecer zonas de protección marítima, mejorar los sitemas de monitoreo y regular mayores penas en el derecho internacional. Cosas que suenan medio lógicas.
Al menos, mucho más que las que proponen Elon Musk y Alphabet. Musk y Tesla lanzaron en febrero el primero de los 12.000 satélites Starlinks con los que pretenden convertirse en un proveedor global de internet. Alphabet tiene Project Loon, algo similar pero con globos aeroestáticos y una duración de seis meses. Como si no hubiera suficiente basura espacial ni las empresas tecnológicas no tuvieran ya suficiente control y poder sobre internet.