Después del éxito de la Revolución Cubana, las tensiones entre EEUU y la isla derivaron en una aberración: la política pringó el arte. Los nuevos líderes consideraron el jazz como un símbolo del imperialismo yanqui. Las autoridades oprimieron la aorta de los músicos del género: se clausuraron salas y cabarés, se redujeron las emisiones en los medios. Pero la imaginación caribeña provee siempre las ganzúas necesarias para bordear la adversidad. Así ocurre con internet. Los cubanos apenas tienen acceso a la red, y menos a contenidos libres e internacionales. La creatividad movió sus engranajes y nació el (semi)clandestino Paquete semanal, un compendio de cine, música, series, apps… Un fardo que circula de mano en mano hasta cubrir toda la isla.
En Cuba siempre se encuentra una forma de bailar. El escritor Guillermo Cabrera Infante, participante activo de la Revolución en un principio y exiliado después, contaba una anécdota. Ocurrió mientras organizaba un concierto de jazz de Chucho Valdés en 1961. Un funcionario irrumpió en los ensayos y los suspendió. ¿El problema? Uno de los músicos tocaba un saxofón, un instrumento considerado imperialista.
Aquel achaque de tozudez por parte de un régimen que intentaba aprender a nacer pasó con el tiempo: el jazz acabó desamordazado; pero, mientras tanto, los cubanos tiraron de ingenio. Contó el trompetista Manuel Machado a Abc que, en los recitales, las bandas «tenían que disfrazar el lenguaje musical americano invirtiendo el ritmo o tocando la percusión de otra manera». Y eso mismo, un regate salsero, es lo que los cubanos empezaron a practicar para combatir la carestía de internet y un paisaje de contenidos audiovisuales que se limita a una televisión pública que hastía a buena parte de la población.
Lo llaman el Paquete Semanal y sus primeras apariciones se remontan al año 2008. Contiene aproximadamente un terabyte de archivos y con el tiempo ha desarrollado sus lógicas internas y sus propios negocios. Algunos investigadores, como el profesor de la Universidad Estatal de California Larry Press, con las cautelas derivadas de la escasez de información, sitúan esta iniciativa como una de las mayores empleadoras privadas del país.
Cada entrega ofrece, sobre todo, contenidos anglosajones e hispanoamericanos: películas, series, programas de televisión, deportes, software, apps, aplicaciones, juegos, dibujos, antivirus, documentales, libros, revistas, incluso vídeos de youtubers como el español AuronPlay… Hay, no obstante, algunas excepciones que tal vez explican la mayor incógnita que plantea la existencia de este trasiego de fardos virtuales, esto es, ¿cómo puede difundirse con éxito durante años a espaldas de un Gobierno tan omnipresente? La cesta virtual no incluye pornografía ni contenido político contrario al régimen. Es puro entretenimiento.
«El Paquete es como una ventana hacia el mundo exterior. Ahora, aunque cara en extremo, tenemos internet, pero hace dos años atrás solo existía el Paquete que servía como forma de escapar de la tediosa televisión cubana llena de propaganda política», explica desde Cuba Leo, informático y creador de la página paquetedecuba.com, una cartelera del contenido.
Hay demasiada información. Hace falta filtrar: «Mi sitio surgió por la necesidad que tienen muchos de conocer lo que sale cada semana sin tener que acudir a un distribuidor», explica. Con la entrega semanal, los cubanos reciben, también, una pequeña dosis de lo que supone la saturación de información que sufrimos quienes disponemos de una banda ancha ubicua. «Mantener mi página es difícil por las condiciones», anota, «tengo que usar el teléfono para subir cualquier cosa al blog y con él es complicado manejar la plataforma Wordpress; los ordenadores son demasiado caros para el bolsillo de cualquiera. Una laptop [portátil] de gama baja cuesta 350 dólares en la bolsa negra. En las tiendas oficiales no las venden».
Según Amnistía Internacional, en 2016 solo un 5% de los hogares disfrutaba de acceso a la red. «El precio de internet es muy caro: una hora de internet cuesta un dólar, y el salario de un informático en una empresa estatal no llega a 30 dólares. Únicamente hay conexión en los parques públicos, expuestos al sol, a la lluvia e incluso a ladrones de teléfonos», lamenta Leo.
El bloguero cree que el Paquete, colateralmente, beneficia al Gobierno: «Deben mantener a las personas entretenidas y menos disgustadas con la situación económica actual. El Paquete cumple esta función. Las series, novelas, películas, aplicaciones y la propia publicidad satisfacen mucho más que la vieja y carente televisión cubana».
La distribución, una anarquía efectiva
El Paquete nace algún lugar de La Habana y salta a la calle. A partir de ahí se inicia un proceso enloquecido de mutación y mitosis. Hay negocios que lo distribuyen a través de CD o memorias USB; pero una vez está en la calle, se copia y recopia, se envía a domicilio o se fragmenta para vender a cada cliente solo los bloques que le interesan…
Existen, según explica el gestor de paquetedecuba.com, varias modalidades de difusión. Algunos trabajan en casa recibiendo a compradores que buscan una copia o un fragmento. Requieren un ordenador de escritorio con suficiente capacidad como para copiar varios discos externos a la vez. Otros acuden al domicilio de los interesados. «Deben contar con una bicicleta o moto y con varios discos externos para copiar simultáneamente en varias casas y ahorrar tiempo», precisa.
Como contó la revista Forbes, el fardo primigenio se distribuye a una vanguardia de 100 personas que, a su vez, lo reparten a 1.000 más. Entonces se activa una telaraña que alcanza a casi todos los rincones del territorio. El precio es variable y depende de la cantidad de archivos copiados y del tiempo que lleven en circulación.
Según los anuncios del portal Revolico, el precio aproximado del paquete fresco y completo ronda los 3 o 5 pesos convertibles, es decir, entre 2,5 y 4 euros. A partir de ahí, el costo va bajando hasta desaparecer: los cubanos más pacientes y menos exigentes pueden conseguirlo gratis. «El Paquete no lo controla nadie; se comparte entre amigos y conocidos», indica Leo. La gran entrega es semanal, pero cada día se emiten actualizaciones: hay quienes pagan un dólar diario por la ración.
Un microcosmos empresarial
Nick Parish, periodista de Medium, escarbó minuciosamente en el Paquete para conocer a fondo su pequeño mundo. «El área que pronto me interesó no era el contenido en sí, sino la forma en que lo habían adulterado los propietarios o distribuidores para enviar mensajes comerciales sobre artistas o empresas cubanas. Es un microcosmos, una economía en sí misma», comenta a Yorokobu.
Los cubanos han creado un negocio de venta de espacios publicitarios tanto en los vídeos como a través de carpetas reservadas a este fin. El sector de las apps es de las parcelas más llamativas de la cesta. «Un usuario puede obtener un archivo .apk y el esqueleto de la aplicación, pero para que funcione tienen que visitar el kiosco local y comprar la base de datos por una pequeña tarifa», anota Parish. «¡Cuba tiene las únicas tiendas físicas de apps del mundo!».
El periodista habla de la existencia de media docena de modelos de negocio distintos dentro del «ecosistema del Paquete»: los revendedores y copistas que extienden los archivos a su provincia o vecindario; los patrocinios de secciones; las agencias creativas que diseñan aplicaciones móviles para gimnasios locales o peluquerías; o los encargados de insertar publicidad local en los archivos PDF de revistas de lugares lejanos como España.
La propia composición del Paquete, vista de cerca, revela las cicatrices de la carestía de medios con la que se construye. Lo contaba el profesor Larry Press en el blog La red cubana. En la versión que consiguió, encontró 13.000 archivos y unas 1.400 carpetas. Ante tal cantidad de información, Press echaba en falta una interfaz que facilitara la navegación. Su aspecto es, sencillamente, una acumulación de carpetas como la que puede verse en el escritorio de cualquier ordenador.
Se topó con diversos desajustes. Por ejemplo, vio un archivo de subtítulos para House of Cars, pero no el episodio correspondiente. Por otro lado, la calidad de los vídeos, a su juicio, era pobre: «Quizás se comprimen y se descargan a través de conexiones lentas», escribió. Planteó otra hipótesis: que no se copiara de una versión digital, sino que se grabara a través del «agujero analógico» durante la reproducción del vídeo. Además, las revistas de otros países llegaban desactualizadas y presentaban ciertas dificultades de lectura; sin embargo, publicaciones gubernamentales como Granma o los documentos oficiales se ofrecían en archivos «perfectos y legibles». De nuevo, salta la incógnita: ¿hasta qué punto el Gobierno es un colaborador necesario?
«Debido a las limitaciones que han soportado, los cubanos son uno de los pueblos más ingeniosos y resueltos. En los años que llevo aprendiendo de su cultura, nunca ha dejado de sorprenderme su capacidad para inventar soluciones nuevas e inteligentes», confiesa el periodista de Medium. Igual que los músicos de jazz adulteraban los compases y los sonidos para eludir aquella sombra de sospecha que durante años cortó la respiración de los artistas del género, hoy los cubanos son capaces de disfrutar de la torrencial cultura de internet sin tener acceso internet. Se diría que siempre saben localizar esa pequeña baldosa libre donde se puede seguir bailando.