Dos pandilleros gigantes chocan el puño desde la pared. En otro muro muy lejano, una Gioconda Belli animada dice: “Porque no quepo en el molde de tus sueños, porque me atrevo a ser esta loca, falible, vulnerable”. A otro tabique, a miles de kilómetros de distancia, se le ocurre decir: “War for peace is like fucking for virginity (La guerra para la paz es como follar por la virginidad)”. Todas las paredes hablan. Se comunican entre sí y luego aparecen en la web.
En 2010, tres colegas argentinos (Alejandro Güerri, Fernando Aíta y Tomy Lucadamo) montaron una página web para registrar todos los grafitis interesantes que había en las paredes. Empezaron por fotografiarlos y publicarlos en Escritosenlacalle para construir un archivo visual y lingüístico de tipografías, ideas y sentimientos expresados en la calle.
Desde entonces, el proyecto no para de crecer. Los lectores envían por mail escritos que se encuentran en los muros y dejan su dirección exacta para construir un mapa digital del grafiti y la poesía que se esconde en él.
“Uno de los objetivos iniciales era construir un archivo colectivo y dinámico de lo que se expresa y comunica en los espacios públicos, ubicarlos en mapas y darles distintos ordenamientos mediante categorías y etiquetas. Hoy creemos haberlo logrado en algunas ciudades, pero nos dimos cuenta de que el tema es infinito y cambia todo el tiempo”, afirma Alejandro Guerri.
Durante varios años, estos colegas se dedicaron a coleccionar pintadas en una web literaria llamada Ñusléter, que tenía una sección en la que los lectores transcribían grafitis y enviaban su dirección por mail. Así se les ocurrió crear GRaFiTi, gracias a una Beca para Proyectos Grupales del Fondo Nacional de las Artes y un Subsidio Creadores del Fondo Metropolitano de las Artes y las Ciencias de la Ciudad de Buenos Aires.
Una de las cosas más importantes fue crear el mapa para geolocalizar cada valla, muro, pared o puerta hablante, o incluso el parque en el que a un tal Ariel le dio por escribir su novela. “La ubicación es un dato que aporta información sobre el mensaje, dónde se pinta lo que se pinta, qué hay cerca, enfrente o al lado, lo cual permite salir a su encuentro. Muchas veces ya lo borraron o pintaron otro encima, y esa es la ventaja adicional de este archivo: guardar registro de algo efímero por definición”.
En menos de tres años han subido más de 4.500 grafitis a la web, cuentan con 500 usuarios registrados y más de 8.000 seguidores en Facebook. Cada día llegan a sus correos fotos nuevas y el archivo sigue creciendo. Aunque la mayoría son argentinas (Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Córdoba, Neuquén, Chubut, etcétera), en ocasiones llegan imágenes de otros países como Uruguay, Chile, Bolivia, España, Francia, Colombia, Brasil y México. Todos están organizados por ubicación y categorías: algunas ligadas a técnicas (esténcil, tags, dibujos, street art…) otras a la temática (amor, sexo, música, fútbol, política…).
“El sitio ayuda a difundir una práctica tan antigua como la humanidad, con un enfoque que busca unir los discursos de la academia y de la calle. Más allá de técnicas y estilos, los grafitis son resultado de un apasionamiento, que necesita ser compartido, escrito o pintado para que todos lo veamos. Con o sin firma, son las ganas incontenibles de expresar y comunicarse”, apunta Guerri.